ࡱ> <IJKLMNOPQRSTUVWXYZ[\]^_`abcdefghijklmnopqrstuvwxyz{|}~q` objbjqPqP V::u$$$$tttNNNֵd:|·(`bbbbbb$h#8tH HH$$G hhhH%$8t`hH`hhl\t A^=N> 0[[[t(Lg6h,  ^HHHHęNNh|$$$$$$  El viaje a la felicidad Las nuevas claves cientficas Eduardo Punset Ediciones Destino Eduardo Punset, 2005 Ediciones Destino, S.A. Diagonal, 662-664.08034 Barcelona www.edestino.es Primera edicin: noviembre 2005 Decimoquinta impresin: noviembre 2006 ISBN: 84-233-3777-4 Depsito legal: B. 47.200-2006 Impreso por Hurope, S.A. Lima, 3 bis. 08030 Barcelona A Ticiana, mi nieta ms joven. Y a Pastora. A la primera por ver el rbol y el bosque al mismo tiempo, a pesar de su condicin humana. Y a la segunda por no tener, como el resto de mamferos no humanos, emociones mezcladas. Introduccin Hace poco ms de un siglo, la esperanza de vida en Europa era de treinta aos, como la de Sierra Leona en la actualidad: lo justo para aprender a sobrevivir, con suerte, y culminar el propsito evolutivo de reproducirse. No haba futuro ni, por lo tanto, la posibilidad de plantearse un objetivo tan insospechado como el de ser felices. Era una cuestin que se aparcaba para despus de la muerte y dependa de los dioses. La revolucin cientfica ha desatado el cambio ms importante de toda la historia de la evolucin: la prolongacin de la esperanza de vida en los pases desarrollados, que ha generado ms de cuarenta aos redundantes en trminos evolutivos. Los ltimos experimentos realizados en los laboratorios apuntan a una esperanza de vida de hasta cuatrocientos aos. Por primera vez la humanidad tiene futuro y se plantea, lgicamente, cmo ser feliz aqu y ahora. La gente se ha sumergido en estas aguas desconocidas prcticamente sin la ayuda de nadie. Con la excepcin singular del prembulo de la Constitucin de Estados Unidos de Amrica, que establece el derecho de los ciudadanos a buscar su felicidad, no existe nada encaminado a este fin en la prctica del pensamiento cientfico heredado. Ahora la comunidad cientfica intenta, por vez primera, iluminar el camino. El viaje a la felicidad acaba de empezar, y su final es incierto. Se da la paradoja de que, justo en estos momentos, la flor y nata de los cientficos lanzan un grito de alerta: se ciernen amenazas letales de tal calibre que slo existe un 50 por ciento de probabilidades de alcanzar el objetivo de la felicidad. Aunque supiramos lograrla, las amenazas globales provocadas por la acumulacin de armas nucleares y su dispersin, el colapso energtico, las sustancias qumicas y biolgicas en manos del terrorismo, el uso perverso de la manipulacin gentica, la nanotecnologa y la robtica entorpecen el viaje hacia la felicidad. A diferencia de los imponderables del pasado, que eran de origen natural, los actuales estn inducidos por la mente humana, que podra recorrer ahora el camino de la felicidad, si la dejaran. Este libro se enmarca en mi fascinacin por el impacto de la ciencia en la vida cotidiana de la gente. Su objetivo es muy simple: poner al alcance de los lectores los descubrimientos cientficos ms recientes sobre la bsqueda de la felicidad. En su mayora, esos impactos han sido comprobados empricamente, en humanos y otros animales; pero no ha transcurrido el tiempo suficiente para que sean identificados por el grueso de la poblacin, o aprovechados conscientemente en los comportamientos del siglo xxi. Captulo I La felicidad es un gasto de mantenimiento Felicidad y recursos La felicidad es un estado emocional activado por el sistema lmbico en el que, al contrario de lo que cree mucha gente, el cerebro consciente tiene poco que decir. Al igual que ocurre con los billones de membranas que protegen a sus respectivos ncleos y que hacen de nuestro organismo una comunidad andante de clulas, desgraciadamente el cerebro consciente se entera demasiado tarde cuando una de esas clulas ha decidido actuar como un terrorista: un tumor cancergeno, por ejemplo, que decide por su cuenta y riesgo prescindir de la comunicacin solidaria con su entorno, a costa de poner en peligro a todo el colectivo. Las miles de agresiones que sufren las clulas a lo largo del da, as como los procesos regenerativos o reparadores puestos en marcha automticamente, tambin escapan a la capacidad consciente del cerebro. En lo esencial estamos programados, aunque sea imperfectamente. En la actualidad, tras dcadas de estudios dedicados a la mosca de la fruta, una extraa compaera de viaje con la que compartimos buena parte de nuestra herencia gentica, se ha descubierto una protena llamada CREB que incide poderosamente en la transformacin de la informacin en memoria a largo plazo. Tambin afecta a otras reas del comportamiento, como nuestros instintos maternales y nuestros ritmos de sueo y vigilia. Esto sugiere que la maquinaria molecular implicada en los procesos de la memoria y del aprendizaje se ha conservado prcticamente intacta. De ah arranca el problema de la bsqueda de la felicidad supeditada a la gentica y a las emociones programadas vulnerables. No es la nica instancia en la que el trabajo de la evolucin habra culminado de otra manera si, en lugar del resultado de la convergencia evolutiva, se hubiera podido ingeniar de nuevo. El sistema de visin de los humanos es un buen ejemplo de ello. El escaso papel desempeado por el cerebro consciente en los procesos celulares no implica, en cambio, que se pueda vivir al margen de ellos. La contaminacin atmosfrica, la accin del oxgeno o el estrs a travs de los flujos hormonales inciden, directamente, sobre las clulas o los restos de clulas. Las decisiones conscientes, como dejar de fumar, contribuyen a disminuir el nmero de agresiones; y las acciones tendentes a reforzar los procesos reparadores, como la ingesta de antioxidantes, tambin pueden modelar la longevidad de las clulas. Ocurre lo mismo con las emociones. Su origen en la parte no consciente del cerebro no implica que se pueda vivir al margen del sistema lmbico. A pesar de la relativa incompatibilidad entre los cdigos primitivos que emanan de la amgdala y el hipotlamo por una parte, y del neo-crtex por otra; a pesar del mpetu avasallador de los instintos sobre el pensamiento lgico o racional; a pesar del escaso conocimiento acumulado sobre los procesos y la inteligencia emocional con relacin a las actividades ubicadas en la corteza superior del cerebro, sera aberrante creer que se puede vivir al margen de las emociones. Sin embargo, se fue el modelo elegido por los humanos desde los albores de la historia del pensamiento, incluso a partir de la etapa civilizada que arranca en los tiempos babilnicos, gracias a la invencin de la escritura. Aquel modelo se ha prolongado hasta hace menos de una dcada. De ah que el siglo xx nos haya dejado con esa impresin, como me dijo en una ocasin el pintor Antonio Lpez, de falta de esplendor. Esa falta de esplendor obedece a razones que van mucho ms all del error de haber singularizado las emociones como la componente irracional y detestable del ser humano; una caracterstica de todas las grandes religiones y de los pensadores griegos como Platn. Es ms, hasta hace muy pocos aos, tambin la comunidad cientfica despreciaba el estudio del sistema emocional como algo voluble, difcil de evaluar y por lo tanto ajeno a su campo de investigacin. La verdad es que la falta de esplendor a la que se refera Antonio Lpez, que enturbia la mirada de la gente en pleno siglo xxi, tiene causas biolgicas profundas. La falta de esplendor es el reflejo de la notoria ausencia de una emocin llamada felicidad, ya que los humanos por razones que se analizarn a continuacin soportan un dficit inesperado de este bien por causas estrictamente evolutivas.  Todos los organismos vivos se enfrentan a una alternativa trascendental: deben asumir qu parte de sus recursos limitados dedican a las inversiones que garanticen la perpetuacin de su especie, y qu parte de sus esfuerzos se destinan al puro mantenimiento del organismo. Cualquier equivocacin al resolver este dilema se paga a travs de la seleccin natural con la desaparicin de la especie. No se pueden cometer errores y si se cometen, los criterios de adaptacin a un entorno determinado premiarn a la especie que no los haya cometido. Los animales extraen su energa del oxgeno que reacciona con sus compuestos ricos en hidrgeno, de la misma manera que una llama se mantiene viva mientras sus ceras enriquecidas de hidrgeno tienen suficiente combustible de oxgeno. Pero como explica Dorion Sagan, el hijo del famoso astrnomo Carl Sagan y de la biloga Lynn Margulis, la crema de los organismos comporta, adems del mantenimiento de una forma determinada durante un perodo relativamente corto, como ocurre con una llama parpadeante, la reproduccin de su forma y funciones para la posteridad. En algunos casos esta inversin implica unos costes extraordinarios. As ocurre con la rata marsupial australiana Antechinus stuarti. Su vida es una batalla entre los machos para conseguir hembras con las que copular durante doce horas seguidas. En esta batalla consumen la salud de sus rganos principales y su vida, que se apaga en el curso de un solo perodo de apareamiento. En el caso de las longevas tortugas, la evolucin hizo compatible lo aparentemente contradictorio: la apreciable inversin en reproduccin que supone encontrar pareja para un animal que necesita mucho tiempo para recorrer su habitat, se contrapone a un gasto de mantenimiento todava ms cuantioso mantener vivo el organismo durante muchos aos gracias a la reduccin drstica de costes de mantenimiento gracias a la hibernacin. La longevidad de las tortugas, auspiciada por el sofisticado caparazn protector y necesaria, dada la clamorosa lentitud de sus ademanes, no hubiera podido financiarse sin los respiros que da el gasto cero en mantenimiento durante la hibernacin.  Como sugiere el gerontlogo Tom Kirkwood, de la Universidad de Newcastle upon Tyne, la seleccin natural alcanzar su compromiso ptimo entre la energa gastada en reproduccin y la consumida en mantenimiento cuando cualquier mejora en la reproduccin sea contrarrestada por una prdida creciente de la capacidad de supervivencia. En estas condiciones, es fcil entender por qu cada especie tiene una longevidad distinta. Los animales expuestos a un elevado riesgo invertirn menos en mantenimiento y mucho en reproduccin, mientras que los organismos expuestos a un nivel de riesgo pequeo actuarn de la forma contraria. Un caparazn como el de la tortuga, tal como sugera, protege de muchos accidentes y de los depredadores. No tiene sentido gastar poco en mantenimiento y envejecer rpido porque siendo su esperanza de vida elevada, vale la pena mejorar un poco los recursos en mantenimiento y as no desperdiciar las posibilidades de proteccin a largo plazo que ofrece el caparazn. Los murcilagos, que desarrollaron la capacidad de volar partiendo de su condicin de roedores, viven ms que los ratones, que siguen rastreando la tierra. Pero tambin se reproducen ms despacio. En conjunto, los pjaros viven ms que los animales que habitan en guaridas subterrneas, y las aves que no vuelan viven menos que las dems. Los homnidos se caracterizan por un sistema de reproduccin tremendamente ineficaz y, por lo tanto, oneroso. La va de la reproduccin sexual en lugar de la simple subdivisin clnica, como en las estrellas de mar, implica que en lugar de reproducir un ser partiendo de otro hacen falta dos para que nazca un tercero. La perpetuacin de la especie exige superar dos barreras casi infranqueables: la indefensin derivada de una largusima infancia originada por un nacimiento prematuro y la bsqueda aleatoria y terriblemente costosa de pareja. Las inversiones del organismo en las tareas de reproduccin eran, y siguen siendo, cuantiosas: bsqueda de pareja, a menudo infructuosa, en otra familia o tribu, a la que se arrebata exponindose a represalias; una pubertad tarda, pocos aos antes de que expirara la esperanza de vida inferior a treinta aos hasta hace menos de siglo y medio; contados perodos de fertilidad de las hembras y gestaciones largas y a menudo demasiado improductivas. Para la especie humana, cuyo organismo se enfrenta a las inversiones vitales para superar todos estos obstculos, resultaba contraproducente invertir en exceso en el mantenimiento de un organismo que, de todos modos, no iba a superar los treinta aos de vida. Compaginar un coste altsimo de reproduccin con una esperanza de vida efmera pasaba por escatimar el presupuesto destinado al mantenimiento y, por lo tanto, a la felicidad. Bastaba un sistema inmunitario que hiciera frente, mal que bien, a las infecciones externas clsicas y conocidas, transmitidas por los insectos sociales; o que contara con los mecanismos elementales para cicatrizar las heridas frecuentes en los entornos primitivos. En ese diseo biolgico cuando la vida se agotaba pronto, sin apenas tiempo para garantizar la reproduccin, no tena sentido contemplar los efectos del desgaste celular provocado por la edad madura, la acumulacin de clulas indeseables, o las mutaciones en los cromosomas y mitocondrias. No entraban en los clculos evolutivos la fijacin de objetivos como el del mantenimiento de la salud o la conquista de la felicidad. Si quedaba algn recurso disponible era ms lgico asignarlo a las pesadas cargas de la reproduccin. El objetivo de una vida feliz y sin problemas se dejaba para el ms all. Eso s: un futuro lleno de bonanza y para la eternidad. Sin apenas inversin, se supona que todos los gastos se centraran en el puro mantenimiento por los siglos de los siglos. A los gobiernos siempre les ha convenido que sus sbditos postergaran a la otra vida la felicidad; valga como ttrico ejemplo el uso de bosnios musulmanes por las tropas nazis en sus operaciones de conquista, subrayando la eficacia blica de los que sacrificaban su vida sabiendo que el paraso despus de la muerte sera su recompensa. Dos revoluciones Dos revoluciones histricas han trastocado este modelo: una conceptual y otra fisiolgica. Lo sorprendente de la primera de esas dos revoluciones la darwiniana, con la publicacin de El origen de las especies por la seleccin natural en 1859, es que corrobora la lentitud, la morosidad casi gentica, del cambio cultural. Han debido transcurrir nada menos que ciento cincuenta aos para que aquel libro que tuvo un xito editorial inmediato y espectacular para la poca calara en la mente de la ciudadana ilustrada, hasta generar el consenso actual, por lo menos entre la comunidad cientfica del planeta. Traigo a colacin a este respecto una conversacin con el paleontlogo Yves Coppens, miembro de la Real Academia de Ciencias, profesor del Collge de France y codescubridor con Donald Johanson, actual director del Institute of Human Origins de la Arizona State University del fsil de la primera homnido de entonces, Australopitecus afarensis, de hace ms de tres millones de aos. Cuando excavamos en busca de fsiles me deca Yves Coppens mientras su rostro se reflejaba en la imponente mesa de la sala del Colegio casi siempre se repite el mismo proceso: identificamos primero un cambio biolgico en el esqueleto. Al poco tiempo descubrimos el impacto tcnico una mejora de las herramientas, por ejemplo; pero el cambio cultural resultante en nuevos esquemas organizativos o representaciones del mundo exterior puede tardar miles de aos. El hecho es que en tiempos de Darwin el pensamiento convencional evolucionaba en un escenario limitado por la brevedad del tiempo apenas los cuatro mil aos en que se haba cifrado la Historia del Universo a partir del relato bblico. En ese escenario se movan unos arquetipos inalterables: el del hombre, la mujer, el caballo o el gato, todos ellos creados por Dios. Como ha expresado grficamente el zologo y divulgador cientfico britnico Henry Gee, la msica celestial eran los arquetipos, y cualquier variacin, mutacin o aumento de la diversidad era puro ruido. Treinta aos antes de la publicacin de El origen de las especies, Darwin ya saba que ese escenario heredado no coincida con la realidad observada de la evolucin incesante, a partir de microorganismos, hacia una diversidad agobiante de especies movidas por la adaptacin a su entorno y las mutaciones aleatorias. Los arquetipos vino a decir Darwin son imgenes efmeras, el ruido de la historia de la evolucin; la msica es la diversidad. Por qu Darwin tuvo que esperar casi treinta aos para difundir, con la prudencia que le caracterizaba, sus nuevas ideas sobre la evolucin? Tuvo que esperar, sencillamente, a que los gelogos demostraran que el origen del Universo, lejos de remontarse a slo cuatro mil aos como sugeran los estudios bblicos, se poda cifrar en unos catorce mil millones de aos. Si el origen del Universo se remontaba slo a cuatro mil aos no caba, obviamente, la historia de la evolucin de la vida tal y como l la prefiguraba. En catorce mil millones de aos, en cambio, haba tiempo suficiente para que a los trescientos mil del inicio del Universo surgiera la luz, se condensara la materia galctica ms tarde, se formara el sistema solar hace unos cinco mil millones de aos, aparecieran las primeras bacterias unos mil millones de aos despus y a ellas les sucedieran las plantas, protistas, artrpodos, tetrpodos, reptiles, mamferos, primates sociales y homnidos. La diversidad y la evolucin son las caractersticas bsicas de la vida biolgica. Como haba advertido ya a comienzos del siglo xvii el filsofo y mdico ingls Francis Bacon, con su inteligencia premonitora: Percatados ya de la Naturaleza desde su variabilidad, y de las razones que la motivan, ser muy sencillo conducirla mediante el conocimiento hasta el punto en que la llev el azar. Bacon estaba prefigurando, hace cuatro siglos, la era del control biolgico en la que ahora nos adentramos. Y ms. El mundo no estaba poblado por unos arquetipos clnicos e invariables condicionados por leyes divinas. Las especies podan evolucionar hasta tal punto que se configuraran de manera distinta fijndose objetivos nuevos que nunca haban anticipado. La segunda revolucin la de carcter fisiolgico cre los soportes necesarios para que cristalizaran estos cambios. Si se pregunta a la comunidad cientfica inmersa en sus investigaciones, o a la gente de la calle, por el acontecimiento ms singular y trascendente de toda la historia de la evolucin desde el origen de la vida, pocos atinarn a apuntar la triplicacin de la esperanza de vida en los pases desarrollados en menos de doscientos aos. Sbitamente, la especie humana, las mujeres y los hombres algo ms las mujeres, disponen de cuarenta aos adicionales de vida despus de haber cumplido con las tareas reproductoras. Nunca haba ocurrido nada parecido en ninguna especie; y mucho menos en tan poco tiempo sin necesidad de ninguna mutacin aleatoria o ms bien a pesar de las numerosas mutaciones con que carga cada generacin. El fenmeno no tiene precedentes, y el descubrimiento revolucionario de que no estamos programados para morir est muy lejos de calar en la conciencia humana y, todava menos, en la programacin y los mecanismos decisorios de las instituciones sociales y polticas. El futuro ha dejado de ser monopolio de la juventud. En numerosos pases, incluido Espaa, ya son mayora las personas maduras y no los jvenes. Los descendientes de aquellos moradores de Atapuerca de hace medio milln de aos, a los que delataban como viejos sus ojos empequeecidos y la nariz agrandada por el retraimiento de la epidermis al consumirse la vida a los treinta aos, disponen ahora de otros cincuenta inditos. Por primera vez en la historia de la evolucin, los descendientes de aquellos moradores tienen futuro aqu y ahora. Lgicamente, la especie cumplidas las funciones reproductoras va a dedicar esfuerzos y recursos sin fin para colmar la brecha de mantenimiento. En primersimo lugar, abordar un gasto de mantenimiento capital como son los factores que, ciertamente, contribuyen a la felicidad relegada, hasta ahora, a la otra vida. Junto al objetivo de la felicidad, o conjuntamente con ella, figuran otros como la mejora de la calidad de vida, adems de su prolongacin; la salud y el control biolgico; la modificacin del sistema inmunitario para que acte en las enfermedades degenerativas caractersticas de la edad madura, en lugar de responder no sabe o no contesta o de hacerlo en contra del propio organismo como sucede en las enfermedades llamadas autoinmunitarias; el ocio y el entretenimiento; la interactividad con sus semejantes extraos, con los que antes slo confraternizaba en las guerras; incluidas las mquinas con las que explorar mtodos para fusionarse; la profundizacin en la gestin de sus propias emociones, incluida la inteligencia emocional, definida por primera vez en un artculo cientfico de John D. Mayer y Peter Salovey en 1990 y popularizada despus por Daniel Goleman; la planificacin del futuro individual y colectivo a la que antes no haba lugar. Todo lo anterior implica impulsar con mpetu la revolucin cientfica en curso, aunque an no seamos capaces de plantearnos algunas preguntas fundamentales que contestaremos en el futuro. En palabras de sir John Maddox, fsico y prestigioso periodista cientfico, cada descubrimiento, al mejorar nuestros conocimientos actuales, tambin agranda las fronteras de nuestra ignorancia. Sin embargo, Maddox apunta algunas de las incgnitas ms acuciantes que esperan respuesta por parte de la comunidad cientfica: apenas vislumbramos cmo se organiza el torbellino de clulas nerviosas que habita nuestro cerebro para conformar seres humanos pensantes; sabemos cundo empez la vida en el planeta Tierra, pero no cmo; el genoma humano ser la puerta de acceso a un conocimiento extraordinario que permitir concebir medicamentos y curas preventivas para muchas de las enfermedades que hoy en da siegan la vida de millones de personas; insistiremos, gracias en parte a una revolucionaria y creciente interdisciplinariedad, en la influencia del entorno sobre la herencia gentica; incluso la descripcin fsica del universo tal y como se ha expuesto a lo largo del siglo xx tiene agujeros negros por resolver la reconciliacin de la mecnica cuntica con la teora de la gravitacin de Albert Einstein, entre otros muchos misterios fundamentales. Podrn unirse las leyes de la fsica? Cul es la base biolgica de la conciencia? Cul ser la esperanza de vida de los seres humanos? Qu controla la regeneracin de nuestros rganos? Estamos solos en el universo? Qu cambios genticos nos han convertido en humanos? Cmo se almacenan y se despiertan los recuerdos en la memoria? Qu energa reemplazar al petrleo? Qu provoca la esquizofrenia o el autismo? Cual batalln fantasmagrico, hay un sinfn de preguntas en el aire con las que, de forma consciente o inconsciente, convivimos inexorablemente, con algunas desde hace siglos. Nos acechan respuestas imprescindibles para despejar los prejuicios anclados en nuestras mentes arcaicas y poder reformar los sistemas sociales, religiosos, econmicos o polticos que determinan la calidad de vida de todos los seres vivos del planeta y que siguen siendo obstculos ingentes en el laborioso viaje a la felicidad. Por encima de todo, los nuevos homnidos dotados por primera vez de futuro exigirn, tambin al Estado, sin ms contemplaciones, que colme sus dficit intolerables de mantenimiento de infraestructuras logsticas y sociales. Es absolutamente desproporcionada la relacin entre el gasto de mantenimiento necesario para la conservacin de los bosques y el sufrimiento indescriptible infligido a la naturaleza y a las personas con los incendios de cada verano. No son comparables la modesta cuanta de gastos de conservacin imprescindibles para evitar los accidentes de trfico y el ingente caudal de muertos y tetrapljicos provocados por los accidentes todos los fines de semana. No tiene justificacin la amargura y el desamparo del ciudadano que, pese a cumplir con sus obligaciones fiscales, es vctima de la delincuencia por falta de recursos destinados a un sistema policial y jurdico ms eficaz. No hace falta ser adivino para anticipar que establecida ya la necesidad de compensar a nivel biolgico las carencias de mantenimiento la misma demanda acabar contaminando la oferta colectiva de servicios aquejada, en mayor grado todava, de idntico mal. Resulta curioso que otro tipo de investigaciones originadas en escenarios distintos entre otros, el laboratorio del psiclogo positivista Martin Seligman en la Universidad de Pennsylvania apunten en la misma direccin. Al estudiar las bases de la felicidad, la psicologa moderna distingue dos fuentes: el placer, por una parte, y el sentido que da a la vida un determinado compromiso por otra. Segn Seligman la felicidad originada en el placer termina con l y se pierde bajo las olas del devenir. Para que la felicidad perdure ms all de un instante, es preciso que sea fruto no slo del placer, sino tambin del sentido o significado que da a la vida un compromiso. Es justamente esto de acuerdo con cientficos como Mihaly Csikszentmihalyi, profesor de Psicologa de la Universidad de Chicago lo que produce el flujo que desemboca en la felicidad. Se trata de un flujo concentrado que no est lejos del patrn de vivir inmerso en obsesiones sucesivas. Otros psiclogos positivistas apuntan hacia algo tan intangible, en los tiempos que corren, como una escala de valores. De acuerdo con esta novedosa teora de la psicologa moderna cuyas races sera fcil identificar en escuelas del pensamiento no tan modernas, el aumento de los niveles de infelicidad en el mundo de hoy se explicara por una inversin excesiva en bienes materiales, en detrimento de valores de mantenimiento ms intangibles. Cuando se analiza la paradoja del declive de los niveles de felicidad como se expone en el captulo 6 en un mundo en el que no cesa de aumentar el nivel de bienes y equipos producidos, se llega tambin a la conclusin de que la sociedad moderna ha invertido demasiado en frigorficos, lavavajillas, coches, gras, carreteras o equipos digitales y demasiado poco en valores intangibles como el compromiso con los dems o la felicidad. La psicologa y la neurologa modernas estn confirmando lo que otros cientficos, bilogos y algunos filsofos, muy pocos, intuyeron hace tiempo: en algunas especies y organismos se produce demasiada inversin, al tiempo que se dedican escasos recursos al mantenimiento. La felicidad no depende tanto del nivel de inversin en la perpetuacin de la especie y el equipamiento, como de algo menos tangible caracterizado por actitudes y valores vinculados al mantenimiento de la especie en condiciones sostenibles. Captulo 2 La felicidad en las amebas, los reptiles y los mamferos no humanos En busca de los orgenes Ms de un lector se extraar a la luz del ttulo de este captulo de que se rastreen en los reptiles y los mamferos no humanos manifestaciones de un fenmeno tan complejo y caractersticamente humano como la felicidad. De verdad se puede aprender algo del comportamiento de los reptiles y los mamferos que pueda servir a los humanos para atinar mejor en su viaje a la felicidad? Mi respuesta no slo consiste en exclamar un s tajante, sino en sugerir que en este viaje han quedado huellas muy anteriores que se remontan a antecesores nuestros directos como los peces y a otros todava ms lejanos, como las amebas y las bacterias. Con la excepcin del neocrtex la parte del cerebro ms desarrollada en los primates y los homnidos en el curso ms reciente de la evolucin, es muy difcil distinguir, a simple vista, las diferencias anatmicas entre el cerebro de un cerdo y el de un hombre o una mujer. Seguimos manteniendo la misma estructura del cerebro reptiliano responsable de las funciones bsicas para sobrevivir; del cerebro gestor de las emociones, incluida la amgdala, de los mamferos como las ratas, que nos precedieron, y hemos desarrollado el neocrtex en mayor medida que los dems primates sociales como los chimpancs, aunque todava no se entiendan del todo las razones. Que nadie se lleve a engao: no se trata de tres cerebros separados que la evolucin ha ido acumulando en saltos sucesivos, dejando inservibles los anteriores a medida que se consolidaba el ms moderno. Nada parecido a lo que ocurre con la espiral de los amonites que iban taponando los espacios redundantes del caparazn a cada vuelta del caracol hacia la madurez. Los amonites vivieron en el Cretcico y el Jursico, pero todava hoy existen unos moluscos del gnero nautilus que, como hacan los amonites, van sellando los tabiques de las cmaras a medida que construyen otra mayor para albergar su cuerpo que va creciendo, y ese caparazn sin bicho, lleno de gas ms ligero que el agua, lo utilizaron a modo de boya para flotar. En el caso de los primates sociales, los tres cerebros siguen activos y plenamente integrados. Tanto es as que el neocrtex recuerda a esos espacios silenciosos llenos de ordenadores que alquilan las empresas en los polgonos industriales adyacentes a las grandes urbes, para concentrar y garantizar sus sistemas de interconectividad. Si alguien se empeara en definir el orden de prioridades de los tres cerebros tendra que acabar sugiriendo que los dos primeros el reptiliano y el cerebro paleo-mamfero, en lenguaje empresarial, han firmado un contrato de conectividad en rgimen de outsourcing o subcontratacin con el tercero, el ms reciente, tambin llamado neomamfero, ya que ninguno de los tres se vale por s mismo. Siendo sta la realidad, la pregunta del inicio de este captulo debera ser exactamente la opuesta. Puede alguien interesado en desbrozar los obstculos en el viaje a la felicidad desdear la experiencia acumulada por los pioneros de los rganos rectores de la gestin emocional? Acaso se puede creer que el secreto de la felicidad slo se remonta a lo ocurrido durante los dos ltimos millones de aos a una rama particular de los homnidos que hered unos rganos gestores de las emociones idnticos a los de los pioneros? No obstante, para la gran mayora de cientficos, los animales no humanos eran hasta hace muy poco tiempo meras mquinas que reaccionaban frente a estmulos exteriores. Para el pensamiento en boga hasta hace unos aos, los animales no tenan ni emociones, ni inteligencia, ni conciencia; slo comportamientos inducidos por recompensas o castigos impuestos por el entorno. En la actualidad, el consenso cientfico apunta en la direccin opuesta, refrendada por John Bonner, profesor emrito de Ecologa y Biologa evolutiva en la Universidad de Princeton. Creo que toda inteligencia es un continuo, sea animal o humana, es slo una cuestin de grado. Y aplico el mismo argumento a la conciencia. Un viejo amigo mo, el bilogo Donald Griffin, reformul la gran pregunta de si slo los seres humanos son conscientes preguntndose cmo sabemos que los animales no son conscientes de sus actos? Sera imperdonable que no llamase la atencin de los lectores sobre el fascinante caso de los llamados mohos mucilaginosos. Entre otras cosas, contemplndolos se est mucho ms cerca de desentraar uno de los grandes misterios de la vida: cmo se pudo dar el salto desde los organismos unicelulares como las bacterias a los organismos pluricelulares como los artrpodos, los reptiles y los mamferos. Bajo el nombre un tanto repugnante, a pesar de su colorida belleza, de moho mucilaginoso, se esconden unos seres muy peculiares, que los miclogos definen como hongos y los zologos como animales. Podran no ser ni lo uno ni lo otro y considerarse, simplemente, protistas. Existen dos grandes grupos: los mohos mucilaginosos plasmodiales y los celulares. Los primeros adoptan la forma de una ameba gigante que contiene miles de ncleos, llamada plasmodio. Los plasmodios ms grandes llegan a alcanzar reas de unos dos metros cuadrados, y son las clulas que no se dividen ms grandes que se conocen. Son de colores brillantes, como amarillo, marrn y blanco. Aunque parezca increble, los plasmodios son capaces de encontrar el camino ms corto a travs de un laberinto, en lo que constituye un interesante ejemplo de procesamiento de informacin sin la participacin de un sistema nervioso. En Japn se llev a cabo el primer experimento colocando un moho plasmodial, un Physarum polycephalum, en un laberinto de 10 cm2 que tena cuatro trayectorias posibles. En condiciones normales, el moho extenda una red de patas tubulares, llamadas seudpodos, por toda la superficie disponible. Pero cuando se le tent con dos montoncitos de comida copos de avena molidos situados en dos de las salidas del laberinto, modific su cuerpo y adopt la trayectoria ms corta posible. El moho cambi su forma para maximizar su eficiencia en la bsqueda de alimentos y, con ello, mejorar sus posibilidades de supervivencia. La presencia de comida origin un incremento local de las estructuras tubulares del organismo que le sirven de esqueleto, impulsndolo hacia el alimento. Cuando se publicaron estos resultados en Nature, una de las revistas cientficas ms prestigiosas del mundo, los investigadores escribieron: Este proceso notable de computacin celular implica que los materiales celulares pueden mostrar una inteligencia primitiva, Cunta razn tena el bilogo amigo de John Bonner al afirmar que nadie puede estar seguro de que los animales no tienen conciencia! La historia fantstica de los mohos mucilaginosos celulares o amebas sociales tampoco se queda atrs. Cuando hay comida suficiente y las condiciones de temperatura y humedad son adecuadas, se comportan como clulas ameboides individuales, que se desplazan por el suelo del bosque, comiendo alegremente bacterias y levaduras, y reproducindose por el mtodo ms sencillo, es decir, una clula madre que se divide en dos clulas hijas idnticas. Sin embargo, cuando las condiciones cambian y se produce alguna situacin de estrs, por ejemplo cuando hay escasez de comida, algunas de ellas lanzan un grito de angustia, convertido en unas cuantas molculas de alguna sustancia procedente de la qumica celular, como el monofosfato de adenosina cclico. John Bonner, que ha estudiado los mohos mucilaginosos celulares durante ms de cincuenta aos, llam a esta molcula sealizadora o quimiotctica, de forma genrica Acrasina, el nombre de la bruja que atraa a los hombres a su lado y despus los converta en bestias, que aparece en el poema narrativo del siglo xvi La reina de las hadas, de Edmund Spenser. Esta seal qumica, pues, permite que decenas de miles de estas amebas de vida individual se unan y formen un organismo pluricelular. Esta estructura compuesta por amebas individuales, que acostumbra a medir entre dos y cuatro milmetros de largo, se llama seudoplasmodio. No es un mero amasijo de clulas: al unirse, las distintas amebas que individualmente son idnticas se distribuyen en tejidos diferenciados; se crea un interior y una cubierta viscosa; las zonas anterior y posterior; es decir, una cabeza y una cola bien definidas. Sus clulas pueden morir y reproducirse, como las de nuestro cuerpo. Este seudoplasmodio migra hacia la luz desplazndose por el suelo, y cuando llega a un rea del bosque suficientemente iluminada deja de desplazarse. Entonces se reestructura para adoptar una nueva forma que le servir para reproducirse, y que se parece muchsimo a las estructuras reproductoras habituales de los hongos. Es el llamado cuerpo fructfero, que consiste en un tallo que sirve para separar aproximadamente un centmetro del suelo una pelota de esporas que sostiene en la parte superior. Las clulas que han formado el tallo mueren una vez ste se ha construido, y las esporas son clulas protegidas por paredes de celulosa muy resistentes. Se ha demostrado que existe una correspondencia entre los tejidos del seudoplasmodio y las dos partes del cuerpo fructfero. Las esporas se esparcen por los alrededores y vuelven a ser amebas de vida individual cuando la comida vuelve a ser abundante. Puesto que todas las clulas mohos mucilaginosos que crecen en una misma zona del bosque poseen una dotacin gentica idntica, se puede afirmar que todo el conjunto constituye un nico organismo, cuyas clulas viven juntas o separadas en funcin de las condiciones ambientales. Por esta razn, y tambin porque se cultivan fcilmente y no son patgenos, estos peculiares organismos sirven de modelo en estudios de comunicacin y diferenciacin celular y de muerte celular programada o apoptosis. Los investigadores estn convencidos de que el estudio de estos organismos puede arrojar mucha luz sobre los procesos biolgicos que hicieron posible la aparicin de seres pluricelulares a partir de clulas individuales. Como no poda ser de otro modo, tambin ilustra parajes esenciales del viaje a la felicidad de los humanos, como la adaptacin de su estado social solitario o acompaado a la naturaleza del entorno de abundancia o escasez. En las pginas que siguen se desgranan otros ejemplos de lo que John Bonner tena en mente y que constatan, de paso, que en el estudio comparativo de la vida emocional de los animales abundan ms pistas para el viaje a la felicidad de los humanos que en muchos manuales de autoayuda al uso. Probablemente, la manera ms simple de aprovechar la experiencia acumulada durante centenares de millones de aos por los otros animales consista en abordar primero los rasgos que siguen siendo comunes entre ellos y nosotros. Posteriormente, se identificarn enseanzas no menos valiosas, aquilatando los rasgos netamente diferenciales. Lo que nos une Pista nmero 1 La felicidad est escondida en la sala de espera de la felicidad Al darle de comer a mi perra Pastora, siempre ocurra algo que nunca acababa de entender. En cuanto me diriga a la terraza a la hora de la comida para recoger su plato, Pastora iniciaba una danza alucinante fruto de la alegra y la felicidad que la embargaban sbitamente. No slo mova la cola sin parar, sino que saltaba, literalmente, a mi alrededor, interponindose en el camino a la cocina donde guardaba los cereales. No serva de nada decirle, cariosamente: Clmate, Pastorita, que no me dejas andar!. Cuando consegua llegar a la cocina para sacar de la bolsa dos puados de cereales con algo de jamn de York se tranquilizaba momentneamente, contemplando la operacin sentada junto a la puerta. Si para hacerla rabiar un poco tardaba ms de la cuenta, soltaba un solo ladrido de advertencia. En cuanto iniciaba, con el plato lleno en la mano, el camino de regreso a la terraza donde coma, recomenzaba el festival de saltos y vueltas a mi alrededor. Pero en cuanto yo depositaba el plato en el suelo se transformaba en otro animal: dejaba de saltar, casi pausadamente pona el hocico en el plato para constatar que no me haba olvidado el trozo de jamn entre tanto pienso; dejaba de mover la cola y, sorprendentemente, al margen de si terminaba o no su comida, haba perdido la emocin que la invada unos instantes antes. Cmo era posible que le emocionara ms la inminencia de la comida que la propia comida? El poco o nulo tiempo que dedicaba a degustar lo que tanto haba ansiado acrecentaba mi inquietud. Ser por la pobreza de sus clulas gustativas, en comparacin con las olfativas, me deca para explicarme el misterio. Aos despus aprend que en el hipotlamo de su cerebro y en el de los humanos est lo que los cientficos llaman el circuito de la bsqueda. Este circuito, que alerta los resortes de placer y de felicidad, slo se enciende durante la bsqueda del alimento y no al contrario de lo que cabra esperar durante el propio acto de comer. En la bsqueda, en la expectativa, radica la mayor parte de la felicidad. Las imperfecciones del sistema de pronstico afectivo a las que se refiere el profesor Daniel Gilbert, de la Universidad de Harvard, y los desfases entre la utopa y la realidad a los que se refiere el neurlogo Semir Zeki ya se encargan, posteriormente, de apagar el xtasis del circuito de la bsqueda. Se ha estimado, gracias a estudios recientes del ADN de los perros, que estos animales han convivido con los humanos desde hace unos cien mil aos. Se trata de un perodo suficientemente prolongado, incluso desde la perspectiva del tiempo geolgico, para que el homnido provisto de un hipotlamo casi idntico que el de su mejor amigo hubiera podido extraer conclusiones tiles para su propia vida emocional, en lugar de seguir preguntndose, como ocurre ahora mismo, por qu la expectativa de un encuentro sexual o de un nuevo trabajo muy deseado supera con creces la felicidad del propio acontecimiento. En todo caso, no parece arriesgado sugerir que las personas condicionadas por el refrn popular de aqu te pillo y aqu te mato pierden gran parte de la felicidad, que mora en el circuito de la bsqueda. En suma, la felicidad est escondida en la sala de espera de la felicidad. Pista nmero 2 El conocimiento se adquiere observando a los dems Durante aos el proceso de aprendizaje impuesto a los animales en los laboratorios se basaba en activar el sistema de estmulo-respuesta. Cada vez que el animal reaccionaba ante un estmulo como se esperaba, reciba una recompensa y en caso contrario un castigo. Si la rata presionaba una palanca situada en su cubculo se abra la compuerta de la comida. En caso contrario, pasaba hambre o, peor todava, reciba una descarga elctrica. Se trata de sistemas de aprendizaje por prueba y error. Es evidente que sta no poda ser la nica manera de aprender en la vida en estado salvaje. Si las ratas slo hubieran aprendido a identificar al gato y a desconfiar de l probando qu suceda si no huan al toparse con l, muy pocas ratas podran aplicar lo aprendido, y slo podran contarlo las afortunadas que tuviesen la oportunidad de ver qu les pasaba a sus malhadadas compaeras. En otras palabras, existe otro sistema de aprendizaje observacional que requiere un gran esfuerzo, pero conlleva menos riesgo que aprender de los errores letales. De nio, me gustaba bajar al ro a atrapar peces con las manos no era pescar, desde luego, sacndolos de debajo de las rocas, donde se refugiaban cuando una pandilla de malintencionados se adentraba en el agua. Las rocas no eran un santuario para los peces, pero s constituan el lugar menos inseguro de un ro estrecho, de poco caudal y calado, que formaba balsas sucesivas de agua estancada, como el riu gran de Vilella Baixa, la montaosa y rida comarca catalana del Priorato. Con toda seguridad, aquellos peces haban observado que sus progenitores salvaron la vida repetidas veces escondindose debajo de una roca, en lugar de intentar escabullirse entre los pies desnudos de los invasores, o terminar en la parrilla probando qu pasaba si eran atrapados por aquellos salvajes que chapoteaban en el ro. En algunas ocasiones, reaccionaban movidos por el miedo producido por la irrupcin de tantos jvenes en el ro; en otras, porque haban aprendido, observando a otros peces, que la mejor manera de ponerse a salvo consista en resguardarse debajo de una roca. Pues bien, casi sesenta aos despus, Irene Pepperberg, una investigadora estadounidense, aplic el mtodo observacional de aprendizaje a Alex, el loro gris africano ms famoso del mundo por ser capaz de definir, generalizando, conceptos tan abstractos como el color de las cosas o su forma geomtrica.  Alex logr manejar categoras abstractas percatndose de que el color gris poda ser tanto su color como el de un lpiz, algo totalmente increble en un pjaro por lo menos hasta ese momento. El mtodo de Irene Pepperberg ha sido revolucionario: en lugar de preguntarle directamente al loro por el color de un objeto seductor y recompensarlo entregndoselo si acertaba, decidi formular las preguntas a su ayudante en presencia de Alex. En lugar de fiarse slo de la relacin maestro-alumno, Alex aprendi, literalmente, observando cmo aprenda su contrincante en aquel tro singular; asimil el concepto del color gris observando a un tercero que haca lo mismo. De manera que Alex aprendi de lo que le enseaban otros, de lo que observaba en terceros sin que se lo indicara nadie, y, por ltimo, dando el salto metafrico para participar en un tipo de pensamiento complejo con el que le ha premiado la seleccin natural. El nuevo mtodo lo era slo en el sentido de que no se haba utilizado nunca en el aprendizaje de los pjaros aunque, obviamente, haca aos que se empleaba con xito en las escuelas de gestin empresarial con el anlisis de casos concretos que incluan a un tercero la empresa estudiada en el proceso de aprendizaje. Un buen da, mirndose al espejo, Alex le solt una pregunta inesperada a su protectora: Alex: De qu color? Irene: T eres un loro gris de frica, Alex. Bastaron seis repeticiones de aquel simulacro de conversacin para que Alex fuera capaz de abstraer el color gris y aplicarlo a otros objetos grises. Y, por si fuera poco, hoy Alex puede distinguir un cuadrado cuatro esquinas, dice de un tringulo tres esquinas, afirma ante la asombrada comunidad cientfica. Pero an se ignora por qu a las personas les cuesta ms que a los animales aprender de la experiencia ajena. Mis amigos del mundo de la publicidad han comprobado en repetidas ocasiones que, a la hora de irse de vacaciones a Puerto Rico o a Tailandia, la gente prefiere los folletos de viaje en lugar de recabar la opinin de los que ya han estado all. Y sin embargo la ancdota de Alex pone de manifiesto que la felicidad siempre exige la presencia no de dos no basta una pareja, sino de tres, de otro ms con quien compartir. Es imprescindible un tercero con quien aprender o competir. Pista nmero 3 Lo peor que se le puede hacer a un animal y a los humanos es aterrorizarlos Temple Grandin, profesora de la Colorado State University y especialista en diseo de instalaciones para el ganado, es la cientfica que mejor ha entendido la forma de pensar de los animales. Su mayor activo en esta tarea fue conjuntar el mtodo cientfico con su condicin de autista. Varios investigadores han intuido la propia Temple Grandin la primera que los mecanismos emocionales de los autistas estn a medio camino entre los de los animales y los de las personas que llamamos normales. Volver luego a esta cuestin al analizar no las similitudes, sino las diferencias entre los procesos de aprendizaje de los humanos y el resto de los animales. En el captulo 4, al tratar el miedo y la repugnancia como emociones bsicas, se analizar la razn principal de su carcter prioritario y arrollador: del miedo depende la posibilidad de salvar la vida frente a la amenaza de un depredador. En el empeo de salvar la vida, incluso el insecto ms insignificante derrocha esfuerzos inconmensurables; todos, si es necesario. Quin no se ha conmovido al contemplar los estertores de una abeja malherida intentando, en vano, recuperar su verticalidad mediante un derroche de esfuerzos que mantiene hasta el mismo umbral de la parlisis que conlleva la muerte? El miedo es el motor de este esfuerzo condenado a la nada. En ocasiones anteriores, el miedo le haba salvado la vida precipitando su huida, en lugar de buscar el enfrentamiento desigual con el enemigo. A los humanos, como al resto de los animales, el miedo nos convulsiona: el miedo cerval a volar fruto de un error cognitivo causado por las estadsticas sobre accidentes de trfico; el miedo de Pastora a la hora de pisar el suelo brillante del parqu de mi nuevo despacho, fruto de otro error cognitivo que le induce a confundir un reflejo brillante con una discontinuidad abismal; el miedo paralizador provocado por la agresin de un psicpata a una joven en el ascensor al regresar a su casa; el miedo a una alarma de bomba en un local cerrado que lleva a la mayora a huir despavorida buscando, intilmente, la salida o taponndola con sus cuerpos en su afn por ponerse a salvo. El problema del miedo necesario para sobrevivir radica en que ni nosotros ni el resto de los animales, con algunas excepciones que se vern a continuacin, calibramos con precisin la respuesta emocional que correspondera, lgicamente, al grado de amenaza. La reaccin de un perro que muere de paro cardaco en su apartamento, mientras sus dueos deambulan por las calles abarrotadas la noche de la verbena de San Juan en Catalua, es claramente desorbitada, frente a la explosin de un petardo o los silbidos lacerantes de los cohetes. Las ratas tienen dos sistemas olfativos: uno les permite oler la presencia cercana de un gato, y el otro barruntarlo a distancia. El sistema olfativo conectado directamente a la emocin del miedo es equivalente a un zoom fotogrfico. La rata es consciente de que a cierta distancia merodean otros gatos, pero no le producen miedo por la sencilla razn de que la vida sera insoportable bajo el trauma emocional provocado por todos los gatos, tanto por los que representan una amenaza real por su proximidad, como la mitigada de los que estn lejos. Las personas hipocondracas sufren un desarreglo que las ratas evitan con su doble sistema olfativo: el sistema perceptor nico de los humanos es de tal naturaleza que cualquier estmulo, sea real o imaginado, cercano o lejano, est conectado con la emocin del miedo. Es un vivir sin vivir, como dijo la poetisa mstica. No slo las ratas nos ganan con su doble sistema olfativo, tambin los gatos con relacin a los perros, por razones que no tienen nada que ver, esta vez, con el sistema olfativo. Me viene a la memoria el recuerdo de Jack, un doberman nada agresivo con las personas, pero que haba asumido la funcin de velar por la seguridad de su familia frente a las potenciales incursiones de los gatos del pueblo en la masa. Jack se poda pasar toda la tarde sin moverse, en el patio, mirando fijamente a un gato desafiante en lo alto del muro que rodea la casa: no coma, no beba, no responda a las llamadas. A su vez, el gato, tras haber manifestado su presencia, se acurrucaba en las alturas y, muy a menudo, se entregaba al sueo durante horas, consciente o inconsciente de que Jack estaba abajo esperando cualquier movimiento en falso. Una vez alertado, el gato se olvidaba del perro. Si todos furamos capaces de calibrar el grado de peligro que comporta una amenaza, el recurso al miedo permitira que tras la explosin de una bomba en un estadio de ftbol la multitud encontrara de forma ordenada y natural la salida. La teora de las soluciones de un sistema complejo no puede aflorar si el mismo hecho les produce a unos la parlisis agonizante que dimana del pnico, a otros la necesidad perentoria de buscar desesperadamente una salida, sin parar mientes en la reaccin de la muchedumbre, y a otros, en fin, la mezcla de calma y alerta que, de haberse contagiado a los dems, habra solucionado el conflicto sin graves contratiempos. Los animales nos ensean no slo que el miedo es la emocin bsica, sino que est en contradiccin con el dolor. Es muy probable que la sofisticacin alcanzada por el desarrollo de los lbulos frontales del cerebro de la especie humana en materia de interconectividad nos haga ms sensibles al dolor no tanto al sufrimiento que el resto de los animales. En cambio, el mismo factor nos ha dado, a los humanos, una capacidad ligeramente mayor para controlar el miedo. El precio que pagaran los animales por cierta insensibilidad al dolor sera el efecto demoledor, casi ilimitado, del miedo. Se ha comprobado que el miedo afecta a los animales incluso en su ritmo de crecimiento. Sera errneo extraer la conclusin equivocada de que, como se ha dicho a menudo, los animales no sienten dolor. Todas las pruebas apuntan, con los matices sealados, en la direccin contraria. Incluso se ha demostrado recientemente que la resonancia magntica de la activacin neuronal de los peces, si se les aplica con anestesia elevadas dosis de calor y de presin mecnica en el costado, muestra un diseo muy parecido al de un cerebro humano cuando experimenta dolor. Esta tercera pista es crucial, es quiz la ms importante de todas. En realidad, la he escondido en medio del captulo para que el lector tenga que buscarla y leer las dems pistas. Pero con la mano en el corazn, debo confesar que lo nico verdaderamente importante es que la felicidad es la ausencia de miedo, de la misma manera que la belleza como se explica ms adelante es la ausencia de mutaciones lesivas que delaten la mala salud de la persona. El estado de alerta no debe llegar hasta la frontera del terror. Pista nmero 4 Todos los reptiles y mamferos compartimos la resistencia al cambio y a la novedad Sin cierta curiosidad, los reptiles y los mamferos no sobreviviramos. Nadie encontrara alimentos, ni pareja, ni cobijo. Pero todas las dems pruebas parecen indicar que la novedad no es bienvenida. El terror del cerebro a adaptarse a nuevas reglas del juego, el pnico a perder el control de la situacin, la inercia de las costumbres y los intereses establecidos, el peso de la tradicin y la historia se alan para poner obstculos a la innovacin y al cambio. El dirigente comunista francs Maurice Thorez sola decir que hay que colocarse por delante de las masas, pero no demasiado adelantado para no encontrarse solo y gesticulando. Qu visionario no se ha encontrado gesticulando solo? Muchos, lamentablemente, han sufrido la hoguera que preparaba, invariablemente, el superorganismo al que pertenecan. Los avances tecnolgicos de los humanos, lo que yo llamo la evolucin de la Tecnosfera es decir, las aplicaciones cotidianas del conocimiento cientfico, son responsables de que las hormigas, en comparacin con la civilizacin moderna, se hayan quedado atrs manteniendo la misma tesitura organizativa y biolgica que ya tenan hace sesenta millones de aos. La progresiva consolidacin de la Tecnosfera ha permitido a los humanos transformar su modo de vida, pero no su sistema emocional. La revolucin tecnolgica no debera encubrir la morosidad mental de todas las especies, incluida la nuestra. El cambio mental atenta contra las convicciones emotivas asentadas a lo largo de miles y a veces millones de aos. El llamado prejuicio de la causalidad es una de estas convicciones. Los humanos y el resto de los animales tienden a creer que cuando una cosa ocurre despus de otra, no es producto de un accidente, sino que existe una relacin de causalidad entre los dos acontecimientos. En Espaa se vivi un ejemplo de este prejuicio a raz de las elecciones de 2004 que desembocaron en la cada del gobierno conservador. Los socilogos y politlogos han sugerido repetidas veces que el terrorismo islamista se mueve por razones que el matemtico norteamericano Nassim Taleb llama black swan, cisne negro. Los cisnes son blancos, y hasta que no aparezca uno negro no se podr demostrar que tambin existen los cisnes negros. Y en caso de que se repitiera su aparicin, dejaran de ser una excepcin. Pero mientras lo sean, no se pueden tomar decisiones en funcin de una rareza. La imprevisibilidad ontolgica caracteriza a los fenmenos del tipo del cisne negro. Resulta, pues, arriesgado incriminar al gobierno bajo cuyo mandato ocurri el atentado del 11 de marzo de 2004 en Madrid, como hicieron muchos al cuestionar al ejecutivo ms all de su poltica informativa. Es perfectamente razonable criticar las mltiples deficiencias del sistema de seguridad nacional imperante hasta entonces, o las decisiones tomadas en la poltica exterior, pero no tiene sentido atribuirles la responsabilidad del atentado. Es ms, el caso lmite de la teora del cisne negro es cuando se produce un atentado a pesar de la existencia de un sistema protector tericamente perfecto. En Estados Unidos nadie culp al gobierno del ataque contra las Torres Gemelas de Nueva York, sino que ocurri lo contrario: en su empeo desesperado por evitar otro black swan se critic al gobierno de Bush desde distintos sectores por exagerar las medidas preventivas, que rozando la violacin de los derechos individuales hicieron caso omiso del principio de Taleb. Ocurri algo muy parecido con los atentados terroristas del 7 de julio de 2005 en Londres, que viv de cerca ya que me encontraba en la ciudad buscando documentacin y asesoramiento para completar, paradjicamente, El viaje a la felicidad. A diferencia de lo que ocurri en Espaa, donde, con toda probabilidad, el recuerdo de la guerra civil concluida hace casi setenta aos sigui condicionando la divisin descarnada de pareceres para que algunos se resistan todava a comulgar con la increble morosidad del cambio mental puesta de manifiesto por paleontlogos como Yves Coppens!, en Gran Bretaa el gobierno y la oposicin se dieron la mano desde el primer momento, incluso antes de que hubieran tomado cuerpo las polticas informativas del gobierno, igualmente interesadas y sin pruebas, por lo menos al principio. En Gran Bretaa, las primeras crticas denunciaron, como en Estados Unidos, la contundencia de la reaccin y un error policial grave que levant sospechas de amenazas potenciales a las libertades individuales. En Espaa con la opinin dividida, y en Estados Unidos y el Reino Unido al unsono, se demostraba la resistencia a aceptar la irrupcin como remachara, lamentablemente, el atentado de Sharm el Sheik, en Egipto, quince das despus de un hecho totalmente nuevo en la poltica internacional: el acceso del terrorismo a las tecnologas de destruccin a nivel planetario, o la progresiva sustitucin de un enfrentamiento religioso entre Occidente y el Islam por otro de intereses econmicos, en el seno del propio Islam, entre moderados y fundamentalistas. La percepcin de estas nuevas realidades exiga renunciar a los viejos esquemas conceptuales y profundizar en lo desconocido, que produce rechazo en todos los animales, incluidos los homnidos. Como deca Habib Bourguiba, el que fuera presidente de Tnez, es preciso distinguir entre lo esencial y lo importante. El debate al que se ha sumado la opinin pblica espaola es muy importante, pero no esencial. El rechazo a aceptar que algo ha cambiado de modo contundente, que ya no bastan las convicciones queridas y heredadas como el rechazo a la guerra y la repulsa ante la violacin de la legalidad internacional para definir una situacin, se explica a veces por los rasgos que compartimos con el resto de los animales y otras como ocurre con el llamado principio de la desatencin ciega que analizaremos despus, por algo que nos diferencia netamente. Pero antes de adentrarnos en el principio de la desatencin ciega, vale la pena aludir, aunque sea someramente, a la ltima caracterstica emocional vinculada a la felicidad que nos une al resto de los animales: el poder del rito y la liturgia. En su libro Animis in translation. Using the mysteries of autism to decode animal hehavior, Temple Grandin cuenta una ancdota aterradora fruto de los excesos de la industrializacin de la produccin avcola en Estados Unidos. En su condicin de consultora, Temple fue requerida en varias granjas donde los gallos, inexplicablemente, descuartizaban a las gallinas en el transcurso del apareamiento. Le cost muy pocos das descubrir la clave del hecho. La manipulacin gentica orientada a la produccin de gallos cada vez ms grandes y musculosos haba provocado, en algunos de ellos, una mutacin que les inhiba de efectuar la danza ritual previa al acto sexual para seducir a la gallina. Ahora bien, la gentica propia de la gallina le impone no adoptar la postura de entrega y sumisin al seductor sin el aviso previo de su danza ritual. El trgico resultado del desencuentro consista en convertir a la sumisa gallina en una rebelde que prefera la muerte a claudicar, y al bello galn en un asesino. En otros animales como los humanos, la inhibicin del rito no siempre es el resultado de una mutacin gentica, sino ideolgica o, simplemente, de prcticas o costumbres que se alteran abruptamente pero, tanto en un caso como en otro, aleja de la felicidad y causa la desdicha. Lo que nos distingue Ha llegado el momento de extraer conclusiones no tanto de las similitudes de los sistemas emocionales de todos los mamferos, sino de las sorprendentes e inexplicables diferencias. Empecemos por la ms importante: la desatencin ciega. En una ocasin, en la poca de la Unin Sovitica, un grupo de cientficos rusos visit el laboratorio del bilogo evolucionista John T. Bonner en Estados Unidos. Como era de esperar, el catedrtico de Princeton explic a los soviticos, tiza en mano, la vida y milagros del moho mucilaginoso, la gran obsesin de su vida, con la que iniciamos este captulo. A pesar de la bonhoma y la amabilidad que le caracterizan, Bonner no consegua despertar el inters de los bilogos extranjeros hasta que aludi, de pasada, a que incluso a los organismos unicelulares les gusta formar colectivos. De repente, los soviticos se mostraron encantados y prestaron atencin: los mohos mucilaginosos justificaban a la perfeccin el marxismo. Para ellos slo existan las teoras de Marx, nada ms. Es el principio de la desatencin ciega que caracteriza a los humanos, a diferencia del resto de los animales. No se trata, nicamente, del rasgo de obcecacin vinculado al dogmatismo ideolgico. Estamos hablando de algo mucho ms profundo que entronca con la fisiologa: nuestro sistema de percepcin visual, al contrario del del resto de los animales, slo se activa con lo que est acostumbrado a ver. En otras palabras, vemos lo que esperamos ver. Daniel Simon, director del Laboratorio de Visin Cognitiva de la Universidad de Illinois, realiz un experimento que ha dado la vuelta al mundo despertando un mar de incredulidad. Es el experimento del gorila. Simon convoc a un grupo de estudiantes para que visionaran una grabacin de un partido de baloncesto y les pidi que contaran el nmero de pases de baln realizados por uno de los equipos. Mientras los estudiantes anotaban escrupulosamente el nmero de pases en una libreta, una mujer disfrazada de gorila apareca, de pronto, en medio de la pantalla y del partido, se golpeaba el pecho con los puos tres veces, y desapareca por un lateral. Cuando al final de la sesin se pregunt a la audiencia si haban notado algo raro durante el encuentro, slo la mitad declar haber visto un gorila.  La mayora de personas, a diferencia de los autistas y de los animales no humanos, no ven los detalles; slo les importa el conjunto, el esquema o la idea que se tiene de las cosas. Nosotros slo vemos el bosque en detrimento del rbol y, adems, lo consideramos un mrito. Cuntas veces hemos odo el reproche de slo se fija en el rbol y no ve el bosque o cuando se seala con el dedo la luna, el tonto se fija en el dedo y no ve la luna? Se trata de un comportamiento que puede resultar muy productivo para determinados fines, pero que es nefasto en el viaje a la felicidad. Quisiera exponer un ejemplo personal menos circense y ms inquietante. A finales de los aos cincuenta, en plena dictadura, me condenaron al exilio y a un buque de tercera clase por el acto nada heroico de difundir octavillas convocando a los estudiantes a un homenaje al cientfico republicano Duperier. Debo confesar que hasta hace poco todava desconoca quin era, realmente, Duperier y, por supuesto, sigo sin saber qu es un buque de tercera clase. Recientemente he sabido que Arturo Duperier, hijo insigne de Pedro Bernardo, en la provincia de vila, fue un gran cientfico especializado en rayos csmicos. Reconocido por otros cientficos e instituciones, era presidente de la Real Sociedad de Fsica Espaola cuando estall la guerra civil. En Madrid hay una calle que lleva su nombre. Muri en el exilio en 1959, ao en el que aparecieron diversos artculos sobre su actividad investigadora, incluso en la revista Nature. Las octavillas que convocaban un homenaje estudiantil clandestino se distribuyeron, pues, a raz de su muerte. Sirvan aquellas octavillas y los aos de exilio de descargo ante sus familiares y herederos por mi enorme ignorancia. Mis amigos neurlogos la explicaran, fcilmente, por la incapacidad del cerebro de atender a dos cosas al mismo tiempo: el derecho y la poltica y no la ciencia absorban a fines de los cincuenta toda la atencin del mo. Durante esos casi veinte aos de exilio contempl, resignado, desde la ptica geogrfica de mis pases de adopcin Suiza, Francia, Inglaterra y Estados Unidos, la permanencia de mi viejo pas en la rbita ms bien estrafalaria, desde mi nuevo meridiano, de los pases rabes y latinoamericanos. Tras la dictadura se produjo la transicin poltica, se formaron los primeros gobiernos democrticos, los gobiernos de la UCD, del PSOE, del PP y de nuevo del PSOE... Espaa nunca levant el ancla de su poltica exterior de las reas geogrficas que no se haban singularizado por su desarrollo, por la pureza de sus sistemas democrticos o por la ausencia de corrupcin. En Londres o Nueva York, camino del trabajo o al conciliar el sueo, me sola acordar de esa paradoja. Llegara el da en que Espaa tambin tendra como principales aliados a los pases ms desarrollados, ms democrticos y a los gobiernos menos corruptos del mundo? Y ahora viene el espectculo. De repente, sin que nadie se lo esperara, casi por primera vez en la historia de la evolucin, un jefe de gobierno nada simptico tuvo la genial idea de colocar a Espaa al lado de Inglaterra y Estados Unidos, los dos pases ms poderosos y democrticos del mundo. Conoce el lector la fotografa ms detestada y vilipendiada por la inmensa mayora de espaoles? La imagen de Bush, Blairy Aznar en las islas Azores simbolizaba un cambio de rumbo radical de la poltica exterior espaola. Dur un segundo. Cualquier estudioso de la evolucin, sin embargo, no tendr ms remedio que admitir que, en trminos adaptativos, era lo que ms le convena a Espaa. Los criterios de la seleccin natural que condiciona el desarrollo de todas las especies apuntan en este sentido y no en la direccin contraria. El principio de la desatencin ciega de los homnidos conlleva no ver el gorila en medio del partido; el bosque les impide fijarse en el rbol solitario, de la misma manera que a la inmensa mayora de espaoles, absortos en su idea del bosque, del esquema, del proyecto de Aznar que rechazaban, se les escap la trascendencia del rbol solitario en su nueva poltica exterior. En el viaje a la felicidad resulta imprescindible diferenciar los detalles, del conjunto y visualizarlos; recuperar la capacidad de los animales de ver tambin lo que no estn acostumbrados a ver. El psiclogo Daniel Gilbert, de la Universidad de Harvard, observa el mismo fenmeno en el contexto de la vida de la pareja. Ante una gran hecatombe psicolgica como una infidelidad, que sacude los cimientos de la vida de la pareja y su proyecto de futuro, se activa una especie de sistema inmunitario psicolgico de defensa, susceptible de hacer reaccionar a la pareja. Ante la amenaza de una destruccin previsible del proyecto en comn, se produce una reaccin de autodefensa. Exactamente lo opuesto de lo que ocurre con las molestias cotidianas generadas por pequeos descuidos, por la falta de atencin a detalles que pueden incordiar al compaero o compaera, que son nimios pero que se repiten con frecuencia. Se trata de agravios tan banales que no activan ningn sistema psicolgico de autodefensa. Pues bien, la mayora de parejas que se desmoronan es por esta falta de atencin en los detalles de la vida cotidiana, cuyo impacto es tan mnimo que casi pasan desapercibidos, pero que se acumulan a lo largo del tiempo hasta socavar el entramado sentimental que sustenta a la pareja. Segn los especialistas en el funcionamiento de sistemas complejos o caticos, se trata de otra diferencia que nos distingue del resto de los animales absortos en el detalle visual e inmediato y que, esta vez, debera jugar a nuestro favor. Tenemos la capacidad de descubrir el funcionamiento de los sistemas complejos pero no la utilizamos. Las interrelaciones entre los puntos ms prximos en un mapa de situacin limitan el mbito de conocimiento y de influencia del hecho, la persona o el problema situado en el centro del grfico. Si se estudia el genoma, la interactividad con los otros puntos que representan a los fsicos, qumicos, bilogos e informticos parece evidente. En este caso concreto, el mapa de conexiones se dibujara conectando los cinco puntos: el punto en cuestin, representado por el problema a resolver, y los otros cuatro interactivos con el primero. A un observador imparcial se le podra ocurrir la idea, muy razonable, de que para estudiar el genoma no debe olvidarse el papel que desempean las mutaciones y que, por lo tanto, sera til ampliar el mapa con otro punto que representara a un genetista para que todos pudieran interaccionar entre ellos. Si ese genetista fuera Armand Leroi al que citaremos en el captulo 3 en el contexto de las relaciones entre las mutaciones y la belleza, seguro que sugerira la inclusin de un artista como punto adicional con el que ampliar el mapa; y si pasara por all el premio Nobel de Fisiologa o Medicina Sydney Brenner, exigira, muy probablemente, que se ampliara todava ms el mapa de interconexiones con alguien que no supiera nada de genomas ni de belleza porque, para l, la ignorancia constituye un activo necesario en el caso de los que slo analizan un problema desde su propia ptica. La solucin, de acuerdo con la teora del funcionamiento de los sistemas complejos, requiere trascender las apariencias y eso es, justamente, lo que no acostumbran a hacer los humanos. Si en lugar del genoma se considera el viaje a la felicidad, su consecucin tambin exigira ampliar el mapa de interconexiones con puntos aparentemente irrelevantes o nada corrientes. Cualquier bsqueda de la felicidad que dependa exclusivamente de las consabidas interacciones con el dinero, el trabajo, la etnia o la salud est condenada a fracasar estrepitosamente. La felicidad depende de la interaccin con puntos que no estn en el mapa inicial. Por ltimo, cuando Sapolsky se vanagloriaba de poder diagnosticar on line el estado anmico de un desconocido a partir de sus constantes hormonales, haca una excepcin: el amor y el odio son tan afines, que en el caso de dos amantes no podra dictaminar si estaban haciendo el amor o acuchillndose. A diferencia del resto de animales, los humanos tenemos emociones mezcladas. Podemos odiar y amar al mismo tiempo. Por eso los humanos no podemos hacer gala de la lealtad de un perro. Un perro es leal, bsicamente, porque es incapaz de mezclar emociones distintas. En la lealtad a su dueo no hay ni rastro de odio. Qu ocurre con la relacin con un superorganismo, sea la familia, la ciudad, la nacin o el planeta que nos da cobijo? Esta cuestin preocup durante aos a cientficos como Edward O. Wilson, el inventor de la sociobiologa, que siempre haba credo que los humanos constituamos un superorganismo, como las abejas un enjambre o las hormigas un hormiguero. A medida que transcurran los aos de investigacin Wilson es el primer experto mundial en hormigas, nuestras diferencias con la vida colectiva de las hormigas, las abejas o las termitas le parecan innegables. Los humanos daban muestras indiscutibles de emociones mezcladas ante el superorganismo. La fuerza de la experimentacin y la prueba llevaron a Wilson, como buen cientfico, a claudicar y acabar admitiendo que, pese a colaborar con el superorganismo, nunca renuncibamos del todo a nuestra esfera de intereses individuales. El ser humano es mucho ms ambivalente y equvoco que el resto de animales. Estudios muy recientes, no obstante, tienden a sealar que los superorganismos tampoco son el dechado de sumisin y coherencia que se imaginaba. En el viaje a la felicidad, muchos turistas se pierden o se quedan estancados a medio camino, al creer que las personas con las que interaccionan son idnticas a las hormigas, las abejas o las termitas. O, por lo menos, a lo que creamos del comportamiento de los superorganismos hasta hace muy poco tiempo. No adaptan su vida sentimental a la mezcla de emociones y ambivalencia que caracteriza al ser humano, y cometen errores irreparables al juzgar a los dems y a s mismos. El sentir popular refleja lo dicho al achacar a otros que ante una cosa o una persona, la vean como blanco o negro, sin matices. Y se da un ejemplo pattico de desinformacin y desconocimiento de nuestra propia biologa cada vez que se aprovecha un plpito, una ctedra, un foro o un parlamento para aseverar sin matices. Captulo 3 La felicidad es una emocin transitoria La ubicacin de la felicidad en el cerebro primordial El cientfico Isaac Newton se preguntaba algo que sigue sin respuesta trescientos aos despus. Querra descubrir los mecanismos se interrogaba Newton, que aparentaba saberlo todo mediante los cuales una percepcin visual del Universo se transforma en la gloria de los colores. Colores que mal que pese a los pintores no estn en el Universo, sentimientos que manan de esa percepcin visual. La conciencia es como un hilo incesante de repeticiones de lo anterior, a lo largo de toda una vida, modelada por emociones que cabalgan de inmediato sobre aquella percepcin. En la actualidad ya conocemos, con una precisin envidiable, el recorrido que sigue la trama codificada desde que un fotn impacta en la retina hasta su llegada a unas neuronas determinadas del cerebro que tambin conocemos. Pero todava desconocemos la mayor parte de lo que ocurre despus. Las tcnicas ms modernas de resonancia magntica funcional por imgenes permiten identificar las zonas cerebrales activadas por una percepcin, un sentimiento o una emocin. El oxgeno adicional que requiere el impacto neuronal reclama un flujo sanguneo mayor que las imgenes de resonancia magntica identifican con relativa facilidad. Ahora bien, la velocidad casi inconmensurable a la que el cerebro opera impide rastrear el mecanismo creador; de forma parecida a las imgenes obtenidas por las primeras cmaras fotogrficas, cuando el prolongado tiempo de exposicin no era obstculo para fotografiar una pared evidentemente inmvil, pero s impeda captar la imagen de un ciclista que pasara por delante de la cmara. Procedamos de forma inversa a la del catedrtico que inicia su discurso recitando la definicin de su asignatura. Lejos de partir de una definicin acadmica y contrastada de una emocin en concreto, la felicidad, nos iremos acercando al objeto de nuestro deseo por vericuetos entretenidos, casi siempre sorprendentes, pero tan ilustrativos que al final del rodeo nadie echar de menos una definicin. La habremos intuido, como corresponde a las emociones y, muy en particular, a la inteligencia emocional. Aprovechemos lo que ya sabemos. La sede oficial de las emociones est en el barrio primitivo del cerebro. Se llama el cerebro reptiliano porque ya estaba bien configurado en los precursores de los primeros mamferos: es un conjunto de estructuras nerviosas conocido como sistema lmbico, que incluye el hipocampo, la circunvalacin del cuerpo calloso, el tlamo anterior y una zona en forma de almendra llamada amgdala. La amgdala tambin desempea otras funciones pero, sin lugar a dudas, es el principal intermediario de las emociones. Cada vez que alguien reacciona ante una expresin facial hostil, la amgdala est instrumentando las primeras voces de alarma. Lesionar la amgdala es la manera ms segura de conseguir que una persona se quede sin capacidad emocional es tan malo no saber controlar las propias emociones como no tener ninguna. Spock, el personaje extraterrestre de orejas puntiagudas de la serie Star Trek, era mucho ms inteligente que los humanos, pero careca de emociones. En un momento dado de su pasado los vulcanianos, la etnia a la que perteneca Spock, haban prescindido de los primitivos vestigios de sus orgenes animales y, liberados para siempre de las pasiones, haban alcanzado un grado muy superior de racionalidad. Al suponer que una criatura carente de emociones nos superara en inteligencia, los creadores de la serie Star Trek estaban perpetuando un antiguo motivo de la cultura occidental. Pero la ciencia sugiere hoy que un organismo inteligente sin emociones estara, sencillamente, incapacitado para evolucionar y no sera ms, sino menos inteligente que nosotros. Si en el curso de la evolucin las ventajas de poseer emociones no hubieran superado las desventajas de no contar con ellas, los seres emocionales nunca habran evolucionado. Si hoy seguimos teniendo emociones es porque en el pasado debieron de ayudar a nuestros antepasados a sobrevivir y a perpetuarse. Es cierto que la amgdala desempea otras funciones adems de gestionar las emociones, y que no acta en solitario. Las conexiones con el crtex prefrontal la parte ulterior y actualizada del cerebro evolutivo son intensas; otra cosa es que sus lenguajes sean compatibles o que predomine, necesariamente, la parte ms moderna del cerebro en los mecanismos decisorios. No es tan simple. Es preferible fiarse de la cabeza ms que del corazn? En trminos menos populares, la neurociencia ha descubierto que existen dos canales de decisin: uno lento y preciso, y otro rpido y turbio. La manera lenta pero precisa se basa esencialmente en la lgica, y la forma rpida y turbia en las emociones. Son dos mecanismos del cerebro complementarios para tomar decisiones pero no antagnicos. Cuando es vital llegar a la respuesta correcta y se dispone de tiempo e informacin, se suele recurrir al mtodo pausado y limpio de razonar las cosas. Aunque, como se ver luego, el sistema emocional no se ausenta antes de que termine el proceso, ni mucho menos. En cambio, cuando el tiempo y la informacin son escasos y es perentoria la necesidad de tomar una decisin, se anticipan los sentimientos. La inusitada diferencia de este ltimo caso con el anterior es la ausencia del mecanismo consciente. Cmo interpretamos los recuerdos Cuando no hay tiempo ni informacin disponible, en qu se basa la amgdala para tomar una decisin? La memoria desempea un papel determinante. Pero, ojo!, cuando se rescata un recuerdo casi siempre es el fruto de una elucubracin a partir de un dato real o inventado; rara vez es la transcripcin de un hecho real conservado intacto. Algunos recuerdos son tan frescos y vividos al rescatarlos que se puede tener la impresin de que se est reviviendo el acontecimiento tal y como sucedi. Se trata de una ilusin causada por la capacidad regeneradora de las clulas y reconstructora de la imaginacin creativa. El descubrimiento, no menos importante que el de un agujero negro en el centro de nuestra galaxia, revela que la memoria se mantiene, a pesar de los cambios estructurales que se producen en las relaciones sinpticas o en las neuronas. Ningn ordenador podra mantener en orden sus archivos y carpetas sometido al vendaval de cambios continuos en su estructura interna: se estropeara. Durante el tiempo que el lector ha tardado en leer los dos captulos anteriores algo menos de lo que tard el autor en escribirlos, cada molcula de su cuerpo habr recorrido muchos cientos de miles, muchos millones de kilmetros, y no slo las sinapsis o las neuronas, algunas molculas se habrn roto y resintetizado cientos de veces en un segundo, y sin embargo seguimos siendo la misma persona. De forma que la conservacin de la memoria no slo depende del cerebro, a pesar de los cambios estructurales, sino de todo el cuerpo. En trminos moleculares, el lector de este libro no es la misma persona que cuando lo empez y, sin embargo, vive con la impresin de ser el mismo. Es fascinante el problema que se plantea en trminos biolgicos al mantener una unidad de estructura modulada por un proceso dinmico, aunque las molculas estn cambiando constantemente. Qu sentido tiene recuperar los recuerdos de infancia, por ejemplo, en la edad adulta, si prcticamente somos otra criatura? Tal vez lo hagamos simplemente porque aquellos recuerdos inconscientes hasta los tres aos no se borran nunca. Mi primer recuerdo es de la explosin de una bomba en la estacin de ferrocarriles de Sants de Barcelona, en 1939. Mi madre me arrastraba con su mano derecha abrindose camino con la izquierda. Puedo describir hasta el color de los pantaloncitos cortos que vesta, con una tira en medio que una los dos tirantes. Recuerdo los ruidos de la gente corriendo, el humo que inundaba el andn y la viga de hierro con un extremo desplomado sobre la va y el otro empotrado a media pared, que la gente evitaba agachndose para pasar por debajo. Tan cierto e inexpugnable es este recuerdo que ha condicionado desde entonces mi pnico a las muchedumbres en locales semicerrados e incluso al aire libre. Conspir contra la dictadura, en un caf del viejo Madrid, como representante de una de las incipientes fuerzas estudiantiles en la segunda mitad de los aos cincuenta, pero casi nadie me ha visto en las grandes manifestaciones polticas de Europa o Estados Unidos. Slo en tres ocasiones, en mis sesenta y ocho aos de existencia, he participado en una manifestacin: contra la represin por parte de la polica francesa de una manifestacin en Pars por la paz en Argelia, a raz de los muertos del metro Charonne all conoc, por casualidad, a Yves Montand y a Simone Signoret; en el funeral de Dolores Ibrruri, en Madrid, en recuerdo devoto de sus discursos emitidos por Radio Espaa Independiente, o la Pirenaica para la audiencia, que escuchaba con mi padre en los aos oscuros, y en el entierro del dirigente socialista Ernest Lluch en Barcelona. En las tres ocasiones me las he arreglado para resguardarme al final de la manifestacin los dirigentes comunistas me enviaron cariosamente, pero sin xito, un emisario para invitarme a un lugar ms cercano a la cabeza de la manifestacin y en la parte exterior de la galaxia multitudinaria. Pero tuvieron que transcurrir casi sesenta aos antes de que aquel recuerdo inexpugnable se tambaleara y yo intuyera que mi recuerdo era, muy probablemente, inventado. Fue en el transcurso de una conversacin en Nueva York con el neurlogo Oliver Sacks, autor de libros como El hombre que confundi a su mujer con un sombrero y Despertares, mientras me explicaba que su hermano le haba asegurado pese a su estupefaccin e incredulidad que no estaba en casa el da que cay una bomba alemana en el jardn de sus vecinos, sino en el norte de Inglaterra. Oliver Sacks haba mantenido aquel recuerdo de la Segunda Guerra Mundial como yo el de la guerra civil espaola durante toda su vida. Era un recuerdo preciso e indiscutible al que se haba referido en distintos anlisis sobre la memoria, aunque en realidad era falso. Cuando se recuerda algo, no se est volviendo a recordar? La mayor parte de los recuerdos de infancia son de este tipo. Ahora bien, la memoria biolgica no coincide necesariamente con los hechos histricos; el cerebro elucubra para sobrevivir. A veces se recuerdan cosas con la certeza de que realmente sucedieron, pero si se comprueban con los hechos histricos, no siempre son ciertas. Hay un experimento muy revelador al respecto. Al da siguiente de producirse la explosin de la nave norteamericana Columbio, al regresar del espacio a la atmsfera terrestre, un profesor de Psicologa pidi a sus alumnos que escribieran todo lo que saban sobre ella. Un ao ms tarde les volvi a pedir que escribieran lo que recordaban. Ellos crean que recordaban exactamente lo mismo que haca un ao, pero cuando se contrastaron los datos se comprob que eran muy distintos. En un ao, la mente sufre una transformacin considerable porque la memoria no es igual que la memoria de un ordenador; no se almacenan bits de informacin; la mente se relaciona con el significado, no con la informacin. Es decir, que aportamos significado a nuestras experiencias. Aunque podemos demostrar bioqumicamente que cuando se forma un recuerdo se producen unos modelos de sinapsis, que determinadas molculas se adhieren entre s, cuando se crea un recuerdo y luego se vuelve a recordar, nuevamente se activan los procesos bioqumicos, de forma que, en cierto modo, cada vez que se recuerda algo se vuelve a revivir lo recordado. Cada vez que se reaviva un recuerdo se reconstruye biolgicamente. ste es el tipo de material, o ms bien de quimera, de que se alimenta la amgdala. A la hora de tomar una decisin emocional, de qu otros recursos echa mano la amgdala, adems de la memoria? La experiencia histrica demuestra que las emociones colectivas pueden ser arrolladuras. Se dice, desde siempre, que cuatro ojos ven ms que dos. En el sustrato de esta creencia popular subyaca la conviccin de que en las interrelaciones grupales quedaban neutralizadas las emociones individuales, que el grupo sazonaba, acercndolas a los patrones de la lgica. La decisin de un jurado deba ser, por fuerza, ms imparcial que la de un juez. A la luz de la historia del siglo xx, pocos cientficos estn hoy seguros de que la suma de las emociones individuales sea contenida y transformada por la emocin del grupo, sino todo lo contrario. Pocas reacciones suelen mostrar tanta visceralidad y capacidad de contagio como las colectivas. Tanto la felicidad como la infelicidad, u otras emociones bsicas como la ira, el miedo, la sorpresa o la repugnancia, afloran en su carcter primario en mayor medida cuando son monopolio de una secta, una tribu o una nacin que cuando lo son de un individuo abandonado a su suerte. Lejos de neutralizarse, las emociones se suman hasta dar un resultado distinto. Las emociones grupales parecen convertirse en el nico factor capaz de neutralizar o sustituir las emociones bsicas de los individuos. No conocemos bien la razn de este error en la suma emocional. No existe cultura alguna sin estas emociones. No son aprendidas, sino que forman parte de la configuracin del cerebro humano. En cualquier tiempo y lugar los seres humanos han compartido el mismo repertorio emocional bsico. Esta universalidad de las emociones bsicas supone un argumento adicional a favor de su naturaleza biolgica. Pero esto es verdad tambin, no slo respecto a las emociones grupales sino, y sobre todo, a las emociones individuales. El hecho fundamental a tener en cuenta, sin embargo, es que las emociones aunque transiten por oficinas dispares tienen su sede oficial en el cerebro reptiliano. Tal vez por esto me ha costado siempre aceptar la tesis de que los reptiles y, con menos motivos todava, los mamferos no humanos, incluidos los primates sociales, no tienen emociones. Sera paradjico que en el curso de la evolucin los homnidos hubieran situado el control de las emociones en el cerebro evolutivo si careciera de experiencia en estas lides. Con toda probabilidad, cuando hablamos de felicidad estamos refirindonos a una emocin compartida con el resto de los animales y gestionada desde la misma zona cerebral: la amgdala. Negarlo supone no solamente descartar la evidencia cientfica sino la emprica, pero resulta tan cmodo ignorar las emociones de los animales! En el captulo 2 se analizaba la diferencia esencial que la hay entre los condicionantes de la felicidad en nuestra especie y en el resto de animales. El viaje a la felicidad que da ttulo a este libro tiene todos los visos de haberse iniciado en nuestro pasado prehumano, como el bostezo contagioso heredado de los primates y la mayora de los instintos bsicos, como el de supervivencia o de reproduccin. Compartir con el resto de animales el mismo origen y la misma distribucin fisiolgica no slo no desmerece la importancia del viaje a la felicidad, sino que le confiere la fuerza arrolladura de un instinto bsico. Es el primer paso para entender los efectos devastadores de la infelicidad la ausencia de felicidad sobre el metabolismo de las personas y su equilibrio mental. Estamos hablando, nada ms y nada menos, que de la represin continuada y la postergacin a otra vida de un instinto tan bsico como la respiracin. No es nada extraa la conmocin generalizada provocada por la bsqueda infructuosa de la felicidad, ni que a fuerza de ignorar su origen instintivo y su ubicacin fisiolgica en el cerebro evolutivo se acabe echando la culpa a los propios afectados por su capacidad infinita para ser infelices. Una vez constatada la naturaleza emocional de la felicidad y situada su gestin en el sistema lmbico, se puede dar un paso ms hacia la salida del laberinto. En trminos evolutivos, se explica perfectamente la existencia de cierto grado de ansiedad como prembulo o toque de alerta ante cualquier amenaza presentarse a un examen decisivo o protegerse de los tiburones en un mar tropical. Pero lo que no tendra ningn sentido en trminos evolutivos sera un estado permanente de ansiedad y, adems, acentuado. Es decir, que en el bagaje gentico no pueden abundar los genes heredados de personas total y permanentemente infelices, porque no habran gozado de las condiciones necesarias para procrear ms que el resto. Abocados, pues, a pensar en la base gentica de la felicidad en primer lugar dada su naturaleza y ubicacin fisiolgica, parecera lgico definirla no tanto como un comportamiento descriptible, derivado de una tipologa particular, sino como la ausencia, literalmente, de deformaciones genticas graves. Y esto no es otra cosa que un equilibrio mutacional. La felicidad viene definida, en primer trmino, por la ausencia, en mayor grado que en el promedio de la poblacin, de efectos mutacionales lesivos para la salud fsica y mental del individuo. La felicidad se fragua en la ausencia biolgica del mal. Nada que ver con la conciencia, el pensamiento o las ideologas, por lo menos en sus comienzos. Los genetistas han calculado que en cada nuevo embrin humano se producen unas cuatro mutaciones en su genoma lesivas para la salud. A estas mutaciones aleatorias habra que aadir las trescientas mutaciones heredadas de sus antepasados con mayor o menor grado de malignidad. Esta acumulacin de sinsabores o desgracias potenciales hizo exclamar al genetista Armand Marie Leroi, del Imperial College de Londres: Todos somos mutantes, aunque unos ms que otros. Las cifras anteriores se refieren a promedios, es decir que algunos somos ms mutantes que otros. Algunos individuos sufren todos o casi todos los embates del temporal gentico, llenando las pginas de los antiguos bestiarios y el catlogo de las mutaciones ms dolorosas: un gen que deja de producir la hormona llamada leptina, a causa de una mutacin, condena a una obesidad irremediable a su portador; un defecto en los cilios que propulsan a las clulas y condena al feto a la esterilidad, a tener las vsceras invertidas y a un sentido deficiente del olfato; el sndrome de la seudoacondroplasia deja intacta la vitalidad del organismo pero reduce el tamao de los miembros a la condicin de enano. Otros individuos, en cambio, parecen preservados por la suerte hasta poblar las aldeas y ciudades de seres inasequibles al desaliento, porque son portadores de un equilibrio bsico y congnito que les predispone, en mayor medida que al resto, a la felicidad. A la felicidad y, tal vez, a la belleza por los mismos motivos. Es fascinante pensar que los distintos patrones de belleza asentados a lo largo de la civilizacin son, en realidad, mucho menos variables de lo que a menudo se dice. Los ideales de belleza situados en la anttesis de las concepciones modernas, sobre todo de algunos pintores clsicos, obedecan ms a visiones distorsionadas por sus propias querencias y antojos que a lo que la gente imaginaba como ideal de la belleza fsica, como estn demostrando algunos crticos de arte y, probablemente, corroborando la gentica moderna. Quin era realmente bello o bella a ojos de la gran mayora? La finura de un cutis, la simetra de los rganos de los sentidos, las proporciones que emanan de un organismo con menos mutaciones que los dems. Es muy probable, efectivamente, que el navo que ha sobrevivido al temporal mutacional no sea solamente el portaestandarte de la felicidad, sino tambin de la belleza. Quiere decir esto que un individuo afectado por un defecto en la hormona del crecimiento segregada por la glndula pituitaria ser necesariamente infeliz? Necesariamente no, pero muy probablemente s. Joseph Boruwlaski, un personaje polaco del siglo xviii, fue la ms conocida y emblemtica de las excepciones que confirman la regla. Su condicin de enano originada por el mal funcionamiento de la glndula pituitaria no le impidi ser feliz, enamorarse y moverse con gracia por las cortes europeas de la poca. Incluso posey un ttulo nobiliario. A Marx se le pueden reprochar muchos errores, pero no su afirmacin de que lo que es verdad de una clase se refera a la burguesa no lo es necesariamente de un individuo. Al comienzo y al final siempre hay una emocin El siguiente vericueto conceptual que nos aproxima a las fronteras mismas del concepto de emocin es su presencia bipolar en todos los procesos, tanto en su fase inicial como en su culminacin. En muy pocos aos se ha pasado de una situacin en la que las emociones no formaban parte del mecanismo de toma de decisiones, ni merecan ms que rechazo, a otra en la que se agolpan tanto en el inicio de los proyectos que se pretenden llevar a buen puerto, como en la decisin final con la que suele culminar una reflexin. El general francs Charles de Gaulle a fuerza de pensar en proyectos que engrandecieran a Francia lleg a la conclusin de que, sin un componente que l calificaba de trascendente, ninguna estrategia poda prosperar. Qu entenda De Gaulle por trascendente? Simplemente, un objetivo aadido a la misin del proyecto que fuera ms all de su consecucin interesada y a corto plazo. Muy a menudo, para el general, ese objetivo aadido consista en la bsqueda de la grandeur de la patrie; para l, la victoria sobre los alemanes en la Segunda Guerra Mundial no dependa nicamente de la superioridad blica que la intervencin de Estados Unidos confiri a los aliados, sino del empeo idealista por preservar el buen nombre de Francia. Desde entonces he podido constatar, una y otra vez, el fracaso invariable de todos los proyectos que se cien al cumplimiento estricto de los intereses materiales y personales a corto plazo. Cuando falta el elemento trascendente, por pequeo que sea, estn condenados al fracaso. En trminos cientficos, Antonio Damasio afirma, cincuenta aos despus desde su ctedra de Neurologa en la Iowa State University, en Estados Unidos, que sin emocin no hay proyecto que valga. Todo empieza con una emocin. Ya lo intuyeron algunos grandes hombres de accin hace medio siglo y lo corrobora ahora la ciencia. Pero el descubrimiento ms reciente y revolucionario se lo debemos a cientficos como Dylan Evans, de la Facultad de Informtica, Ingeniera y Ciencias Matemticas de la University of the West of England en Bristol, al demostrar que las decisiones todas las decisiones son emocionales. Cul es la trama normal de cualquier planteamiento? En el inicio si lo que acabamos de decir es correcto hay una emocin. A continuacin, se lleva a cabo un proceso de clculo racional en el que se va ponderando toda la informacin disponible. A diferencia de la primera fase, en la que todo ocurre a velocidad de vrtigo, la segunda etapa es lenta y tediosa: hay tal proliferacin de argumentos a favor y en contra que, a fuerza de ponderar y sopesar datos, la lgica de la razn no acaba de imponerse. Afortunadamente, al final reaparecen, como una tabla de salvacin, las emociones. Si antes no sabamos para qu servan las emociones, ahora constatamos que sin ellas no tomaramos nunca decisiones. De ah que muchos especialistas en robtica estn ahora empeados en que los robots del futuro sean capaces, tambin, de sentir emociones para que puedan decidir en igualdad de condiciones que los humanos. Si nosotros no podemos decidir sin emociones, los robots tampoco. En contra de la opinin de la inmensa mayora, que cree conocer las razones conscientes que motivan sus decisiones, los neurlogos sugieren que, en ltima instancia, es una emocin la que inclina la balanza hacia un lado u otro. Si slo contramos con la razn, no decidiramos nunca nada, dada la complejidad casi infinita que supone evaluar correctamente la selva de datos disponibles. Peer Solberg, profesor en la Sloan School of Management del Instituto de Tecnologa de Massachusetts (MIT), en Estados Unidos, explicaba en la dcada de los sesenta su teora sobre la toma de decisiones en la vida corporativa: un proceso que iba desde la identificacin de todas las opciones hasta la eleccin final de la que obtena mayor puntuacin; pasando por la evaluacin de las mismas y la fijacin del orden de prioridades. Un fin de curso en el que sus estudiantes le agobiaron con ms peticiones de consejo de lo que era usual para encontrar trabajo, decidi aplicarles la prueba de lo que les haba enseado durante el curso. Su sorpresa y sentimiento de frustracin corrieron parejos cuando descubri que la casi totalidad de sus estudiantes haba seguido su corazonada, en lugar del mtodo expuesto en clase para elegir trabajo. Y no slo esto, sino que la comparacin con las ofertas rechazadas tena como nico objetivo convencerse a s mismos de que su intuicin haba funcionado. Los alumnos del profesor Solberg no soportaron la lentitud desesperante de los procesos racionales de decisin, que contrastaban con el ritmo fulminante de las intuiciones emocionales. Por otra parte, las decisiones puramente racionales no slo se perderan en la inmensidad de datos disponibles sino que, adems, no responderan a nuestras necesidades emocionales. Por ello, la presencia de las emociones es como se deca antes bipolar: estn en el inicio y final de todos los proyectos humanos. Captulo 4 Los factores internos de la felicidad. La tristeza maligna Los factores recnditos de la felicidad Mi amigo Lewis Wolpert, bilogo ingls, profesor emrito del University College de Londres, no se suicid tirndose desde un puente al Tmesis. Pero su segunda esposa muri de cncer, atormentada, al decir de muchos, por las continuas amenazas suicidas de Lewis durante ms de tres aos. A su avanzada edad, a Lewis le ha costado superar la depresin, pero ha escrito un libro en el que cuenta su experiencia depresiva, a la que llam tristeza maligna. Y as titul su libro. Este captulo tambin se titula as, no porque la depresin sea el nico factor interno de la infelicidad, sino porque es, posiblemente, el ms destructor y el menos controlado de todos los factores que germinan dentro de la propia persona. Dentro de unos aos constataremos el enorme coste social en que habremos incurrido al no abordar seriamente el problema de la salud mental. Pero no anticipemos los acontecimientos. En un captulo anterior se explic que la gestora de las emociones, y por lo tanto de nuestra felicidad, recurra, en primer trmino, a la memoria modulada y a veces sencillamente inventada. La reciente incursin de la neurociencia en el rea de las emociones permite profundizar en este mecanismo. Sabemos que el cerebro procesa las emociones de forma similar a la que utiliza para procesar la visin o los movimientos voluntarios, es decir, a travs de circuitos neuronales. Tambin sabemos que las emociones y la parte cognitiva del cerebro funcionan con circuitos separados, aunque interdependientes, e incluso relativamente especializados respecto a determinadas emociones, como por ejemplo el miedo y la repugnancia. Aunque estamos empezando a entender el mapa emocional y podran identificarse muchas ms emociones especializadas, es probable que las dos citadas tengan un estatus privilegiado en la historia de la evolucin. Aseguran que el individuo reaccione frente a situaciones amenazantes, como la presencia de depredadores o de miembros dominantes de la misma especie, y ante realidades peligrosas como alimentos putrefactos, agua estancada o un congnere con una enfermedad contagiosa. Una de las imgenes que ms me han impactado en toda mi vida me la ense la primatloga Jane Goodall, gran experta en chimpancs. Era una fotografa de un primate sacudindose asqueado el brazo izquierdo con los dedos de la mano derecha para que no quedara huella del supuesto estigma dejado por una hembra chimpanc de la tribu enemiga, que le imploraba gracia con la mano tendida antes de que la descuartizara. Aquella guerra por el territorio entre dos generaciones de chimpancs que haban elegido espacios contiguos dur nada menos que cuatro aos. La llamaron la guerra de los cuatro aos. Jane Goodall descubri entonces, en un rincn de la selva africana, que los chimpancs que haba idealizado desde pequea en su Inglaterra natal podan protagonizar la violencia desalmada caracterstica de los homnidos como se ver en el captulo 6, al reflexionar sobre las causas de la infelicidad en las sociedades complejas, sin la sistematizacin abyecta de los humanos. En el reino animal hay dominios y dominios. El poder ejercido por el chimpanc patriarca se parece poco al dominio ejercido por el homnido jefe sobre sus vasallos. El miedo depende de circuitos muy complejos relacionados con la amgdala, el cerebro primordial. Las distintas partes de la amgdala se comunican entre s. Una vez se establecen estos circuitos como respuesta al miedo, la reaccin tiende a perpetuarse automticamente. Los detalles de estos circuitos haban sido estudiados en ratas, pero desde 1996 se han llevado a cabo experimentos con humanos que permiten conocer la forma de almacenar recuerdos ligados a la emocin del miedo. Ahora sabemos, por ejemplo, que el cerebro procesa informacin relativa a amenazas y al miedo incluso cuando una persona no se concentra en ello, aunque ni siquiera recuerde haber visto una seal de peligro. Esto significa que se puede ser fcilmente presa de condicionamientos y reacciones inconscientes al miedo, contaminando as multitud de comportamientos aparentemente racionales. Es muy difcil desprogramar estos circuitos por dos motivos bsicos: en primer lugar, el miedo se almacena de forma casi indeleble en nuestro cerebro, y, en segundo lugar, reaccionamos de forma instintiva ante esta emocin. La trascendencia es colosal. No se trata nicamente de que la emocin bsica del miedo condicione la vida cotidiana de la gente sin que lo sepa, sino que se est sugiriendo que personajes e historiadores de ideologas tan dispares como Manuel Azaa y Ricardo de la Cierva apuntaron en la direccin adecuada la que muestran las investigaciones de la neurociencia moderna cuando achacaban al miedo los horrores de la guerra civil espaola. Unos horrores fratricidas que traumatizaron a los espaoles durante generaciones y que conmovieron al mundo de la poca. Como se ha dicho antes, muchos miedos almacenados durante la infancia son inconscientes y perduran siempre. Ojal el conocimiento de los procesos de formacin de la memoria no lleguen nunca al detalle de contar con los recursos necesarios para saber sellar en la infancia una reaccin determinada para siempre, cada vez que se produzca el estmulo temido o esperado. Que los horrores equivalentes a los de una guerra civil, en lugar de ser el producto de un estallido azaroso del miedo, no fueran el subproducto calculado de una manipulacin de la memoria en la infancia. Por otra parte, existe otra razn que explica la dificultad de desprogramar los circuitos del miedo. Existen muchos ms circuitos celulares que van desde la amgdala, gestora de las emociones, hacia el crtex prefrontal responsable en mayor medida de las capacidades de razonar y planificar, que al revs. Segn Joseph Ledoux, las conexiones neuronales que van del crtex hacia la parte inferior de la amgdala estn menos desarrolladas que en sentido contrario. De manera que las pasiones ejercen una influencia mayor sobre la morada de la razn que viceversa. Una vez se ha enchufado la emocin, resulta muy difcil desenchufarla mediante el pensamiento lgico. Por eso es tan complejo controlar nuestras emociones. Las admoniciones de no fumes, no te drogues, no bebas demasiado recorren un camino vecinal y tortuoso, mientras que los impulsos en busca de tabaco, bebida u otras drogas circulan por autopistas muy bien sealizadas. Quiere decir que, adems de incontrolables, las emociones son tambin azarosas o aleatorias? En absoluto. Si furamos plenamente conscientes de la naturaleza inconsciente de lo que los neurlogos llaman los marcadores somticos, las emociones seran previsibles. El cerebro asocia un cambio en la percepcin corporal o somtica con la emocin que crea ese estado somtico. Por ejemplo, asocia la imagen de un tigre con la emocin del miedo; si esta asociacin se repite regularmente, se convierte en un marcador somtico. Los marcadores somticos son el repertorio de aprendizaje emocional adquirido a lo largo de nuestra vida y se utilizan instintivamente para tomar decisiones diarias. Este bagaje emocional tie de forma determinante nuestra percepcin del Universo. Como se vio en el captulo anterior, la ventaja que supone tomar decisiones a travs de un sistema emocional es que constituye un atajo: respondemos de forma automtica, comprobada por la experiencia, sin necesidad de pensar conscientemente. Pero esto entraa serios problemas. En primer lugar, este atajo induce a actuaciones excesivas muy difciles de reprimir. En segundo lugar, los marcadores somticos pueden estar programados con una carga innecesaria de emociones negativas, que pueden ser el resultado de emociones especficas de la infancia. Y, por ltimo, las emociones pueden convertirse, por su naturaleza automtica, en un escollo a la hora de tomar decisiones conscientes que a medio o largo plazo favorezcan la felicidad. Dicho esto, resulta evidente, sin embargo, que la lgica de la supervivencia codificada a lo largo de la evolucin de la especie impide, como pretende hacernos creer la sabidura popular, calificar las emociones de irracionales e imprevisibles. Las emociones son parte integrante de la mente cognitiva, ya que participan en la toma de decisiones de forma integral. De hecho, se ha comprobado que los casos de daos cerebrales que afectan a la componente emocional del cerebro provocan comportamientos irracionales. La imposibilidad de evitar las emociones, la dificultad para controlarlas y, sobre todo, para reprogramarlas conscientemente parecen dar la razn a Albert Schwaitzer, mdico y pacifista, premio Nobel de la Paz en 1954, que dijo: La felicidad no es ms que una mala memoria y una buena salud. Las historias de Brbara, la seora K. y Marta Con el camino andado hasta ahora, el lector ya puede mirar cara a cara al entramado emocional, no con nimo de descifrarlo en detalle, todava, pero s de intuir lo que est ocurriendo a nivel emocional a la luz de determinados comportamientos. A continuacin expondr tres relatos sentimentales que servirn al lector para ir modulando su capacidad para intuir las avenidas de la felicidad antes de llegar al ltimo captulo, dedicado a su formulacin concreta. Se trata de personajes de carne y hueso que he conocido personalmente y cuya vida he seguido durante muchos aos. Sin duda, los lectores reconocern en la conducta de los protagonistas de estas historias el papel que desempean los factores a los que antes se ha hecho referencia, como la memoria, los marcadores somticos, la incompatibilidad de lenguajes entre el sistema lmbico y el neocrtex y, por encima de todo, la presencia irresistible de las emociones al comienzo y final de los proyectos humanos. la vida truncada de brbara Brbara K. es una chica polaca que quiere estudiar filologa turca en la Universidad de Cracovia. Su padre es el dueo de una fbrica de cosmticos. La fbrica est situada en el stano de la casa familiar en situacin de semiclandestinidad. Al seor K. le hubiese gustado tener un hijo varn que heredase su fbrica. Como tiene dos hijas y la mayor vive fuera del pas, le pide a Brbara, su hija menor, que estudie qumica y as pueda ayudarle a sacar adelante la fbrica de cosmticos de la que malvive la familia. Brbara accede y renuncia a su vocacin profesional. En la universidad, en el ltimo ao de la carrera de qumica, conoce a un profesor casado del que se enamora. El padre de Brbara declara que si su hija mantiene relaciones con un hombre casado no volver a hablarle jams. Brbara renuncia a su amor. Nunca vuelve a enamorarse. Quince aos ms tarde, el padre de Brbara muere y ella, soltera, queda a cargo de la fbrica clandestina y de su madre. la obcecacin de la seora K. La seora K. es la madre de Brbara. Siempre ha lamentado profundamente que su hija no se emancipase de la influencia de su padre, pero no ha sabido ayudarla. La vida tambin es difcil para la seora K., porque la fbrica da cada da menos dinero y su semiclandestinidad le crea muchos temores. La seora K. tiene miedo de la polica, del hambre, del fro, de la soledad. Ahora, fallecido el seor K. desde hace veinte aos, la seora K. malvive en su amplia casa con su hija Brbara. Han considerado la posibilidad de vender la casa, pero necesitan espacio para albergar la fbrica. Adems, tambin necesitan el marco adecuado para colgar la coleccin de cuadros del difunto seor K. Se trata de una coleccin de pintura polaca de gran valor, que logr escapar a los peores tiempos de la ocupacin rusa gracias a la discrecin de la familia. La familia K. se acostumbr a vivir discretamente, sin llamar la atencin, evitando invitar a conocidos a su casa. Hoy en da, para llegar a fin de mes, prescinden de la calefaccin en invierno. Esto ha empeorado mucho el reuma de la seora K., que camina con dificultad, pero favorece la conservacin de los cuadros. La venta de un nico lienzo de la amplia coleccin mejorara drsticamente la vida diaria de la seora K., pero ella prefiere cumplir los deseos de su difunto esposo. No podra mirarse al espejo si traicionase la voluntad del seor K. Est acostumbrada a la vida dura. Tal vez lo nico que lamenta, a veces, es que ya no se atreve a dejar la casa desatendida por miedo a que alguien entre a robar los cuadros, por lo cual ya no puede visitar a su hija mayor ni a su nieto, al que apenas conoce, que viven desde hace aos en el norte del pas. Pasa, pues, las navidades sola con Brbara, que prefiere acompaar a su madre por miedo a que el reuma le cause una cada fatal. Brbara heredar los cuadros cuando su madre muera, y los legar a su vez a su sobrino Alexander, al que apenas conoce. la cancelacin de la boda de marta Marta pertenece a una familia acomodada de Barcelona. Veranea en la costa, donde conoci de nia a Jordi, el hijo menor del socio de su padre. Sus padres no slo trabajan juntos, sino que juegan al golf los fines de semana. Sus madres pertenecen al mismo crculo social. Pasa el tiempo y las familias filtran amorosamente las amistades y las experiencias de Marta. Ven con buenos ojos que tenga sus primeros escarceos amorosos con un chico amable y serio como Jordi. A los dieciocho aos, como esperan todos, Marta empieza a salir con Jordi. Inicia sus estudios universitarios. Estudia derecho, que da una buena formacin general y sirve para cualquier cosa. Las familias consideran que si los chicos estn de acuerdo, su boda colmara de felicidad a todo el mundo. Al terminar la carrera, Marta, que ya lleva aos siendo la novia oficial de Jordi, empieza a preparar la boda aconsejada por su familia y la de Jordi. Entretanto, Jordi cursa un master en Estados Unidos. Marta quisiera trabajar en una ONG en Brasil, pero sus padres le aconsejan que, por su bien, no salga de Espaa. Brasil es peligroso y, adems, alguien tiene que organizar la boda para cuando Jordi regrese de Estados Unidos. Finalmente, Marta encuentra un trabajo en el gabinete de prensa de una fundacin cultural. El trabajo es aburrido pero el horario es muy compatible con su futura vida de esposa y madre. Adems, Marta est muy ocupada preparando la boda, visitando a Jordi en Washington y trabajando en la fundacin. Se casarn el 20 de octubre, el da del aniversario de boda de sus padres, siguiendo todos los cnones de su entorno social. Tres das antes de la boda, Marta, ante la incredulidad de su novio y de sus familias, suspende la boda. El crculo de Marta lamenta las prdidas que supone su decisin: el dolor de Jordi, los graves inconvenientes para el crculo social y profesional de sus padres, las prdidas econmicas... y el temor de que Marta lamente toda su vida haber sido vctima de sus emociones. Marta, en cambio, piensa que ha vivido demasiado tiempo sin tomar decisiones libremente, siempre sutilmente coaccionada por los que la quieren (su familia), que no ha desarrollado una carrera donde se sienta til y necesaria, que su relacin con Jordi no es tan intensa como ella deseara, y que ya va siendo hora de replantearse lo que de verdad desea en esta vida para sentirse bien consigo misma. Marta toma una decisin consciente que contradice su programacin emocional. Su posicin va un paso ms all que la de Brbara, que cuestionaba la idoneidad de su vida sin atreverse a cambiarla. A estas alturas de la reflexin conjunta entre el autor y el lector de El viaje a la felicidad, qu piensa el lector al penetrar en las tormentas emocionales de Brbara, de la seora K. y de Marta? Qu le ha ocurrido a Brbara? Ha renunciado conscientemente a liberarse de sus ataduras emocionales? El neocrtex se ha impuesto a la amgdala? O bien la decisin contraria tena ms posibilidades de acercarla a la felicidad? El miedo es la emocin dominante de la seora K., que somete su mente cognitiva a su programacin emocional? O acaso los marcadores biolgicos esculpidos por el miedo al hambre o a la guerra le han asegurado la supervivencia? Vulnera la decisin de Marta la supervivencia de su microcosmos familiar? Dado que un nio es incapaz de cuidar de s mismo durante mucho tiempo, predomina por ello, en su plano instintivo, la sumisin al vnculo con el ncleo familiar? Se trata de una programacin emocional diseada para mejorar las opciones de supervivencia de la especie frente a nuestra propia supervivencia o, con ms razn, nuestra felicidad? Aunque fracase el intento de Marta de tener una vida ms feliz, sera aconsejable fomentar la conciencia individual de que la autonoma sobre la propia vida es un factor fundamental para alcanzar un grado de felicidad, aunque dicha autonoma sea percibida por la sociedad en general, y por el ncleo familiar en particular, como peligrosa? El puzle emocional y la automatizacin de los procesos Para complicar ms el puzle emocional debemos traer a colacin un hecho probado y sorprendente, caracterstico de los colectivos humanos. La historia de la civilizacin es la historia de la progresiva automatizacin de los procesos. Desde que surgieron las primeras comunidades humanas hace unos diez mil aos, el progreso y la civilizacin han sido sinnimos de la automatizacin sucesiva de los distintos procesos de produccin. En la medida en que se consolidaban prcticas como la divisin del trabajo o la mecanizacin de la agricultura, se avanzaba en riqueza y bienestar. Acaso se puede negar que la introduccin del piloto automtico en el trfico areo ha aumentado los ndices de eficacia y seguridad? Es cuestionable que la introduccin del tractor y la automatizacin de la labranza de la tierra supuso un paso adelante respecto al arado romano movido manualmente? Ahora bien, es aplicable a los procesos individuales un razonamiento parecido? Jugara a favor de esta hiptesis la extrema eficacia de los procesos biolgicos automatizados como la respiracin, la sudoracin, o la circulacin de la sangre, comparado con los avatares de las decisiones conscientes como emprender un viaje, casarse, cambiar de trabajo o romper una relacin personal. A juzgar por la experiencia, el porcentaje de aciertos, en este ltimo caso, no suele superar, en promedio, el porcentaje de desaciertos. En todo caso, pone los pelos de punta pensar cmo sera la vida, o qu quedara de ella, si reasignramos al dominio consciente lo que ahora son procesos automticos como la respiracin. Todo indica que nos hallamos en una situacin en la que la progresiva automatizacin de los procesos colectivos pone al descubierto la alarmante ineficacia de los que todava no han sido automatizados. Para no adentrarse en la infinidad de ejemplos de la vida amorosa el matrimonio programado de Marta era equivalente a un proceso automtico con el que se interfiri consciente e innecesariamente?, tal vez resulte igualmente ilustrativo detectar las ineficacias creadas en el mundo corporativo por la no automatizacin de procesos que deberan serlo. Con la buena intencin de contener el dficit de explotacin, en el ente pblico de Televisin Espaola rige una norma administrativa que exige nada menos que la firma del director general que trabaja en el centro administrativo y gestor de Madrid, para aprobar cualquier dieta de viaje de sus miles de funcionarios y contratados. En mi condicin de director de Redes, el programa de la segunda cadena de la televisin estatal para la comprensin pblica de la ciencia, he podido constatar que la no automatizacin de un proceso administrativo perfectamente automatizable, puede originar disparates como la prdida de la diferencia de precio entre un billete que se hubiera podido sacar, con mucha antelacin, en el momento de planificar un viaje determinado y el precio ms elevado del billete adquirido a ltima hora cuando llega la autorizacin administrativa de la dieta. La definicin del mbito reservado a los procesos conscientes por una parte, y el imputable a los procesos automatizados por otra, no slo es, pues, relevante en el viaje a la felicidad, sino tambin en los clculos coste-beneficio en la vida empresarial. De nuevo la tristeza maligna Es el momento de volver al vendaval moderno de la infelicidad: la depresin. Es tal su impacto, que puede tomarse como sustitutivo de la primera. En realidad, son una y la misma cosa. La depresin tiene dos efectos muy preocupantes en nuestras vidas, como individuos y como sociedad: por una parte, limita o anula la capacidad de ser felices, y por otra, las enfermedades mentales y la depresin son responsables del quince por ciento de las enfermedades en los pases desarrollados. La depresin aguda es la segunda causa de enfermedad en Estados Unidos, segn el siguiente listado del National Institute of Mental Health: 1. Cardiopata isqumica 2. Depresin mayor 3. Enfermedad cardiovascular 4. Consumo de alcohol 5. Accidentes de trfico 6. Cncer 7. Demencia 8. Osteoartritis 9. Diabetes La depresin es la mayor causa de incapacidad del mundo, medida en trminos de aos vividos con una condicin causante de incapacidad, entre personas mayores de cinco aos. En Espaa la situacin difiere algo de estas estadsticas, ya que los accidentes de trfico ocupan un lugar preferente en la tabla y relegan la depresin a una posicin menos llamativa entre las causas de incapacidad. Se estima que, a medida que envejezca la poblacin mundial y se erradiquen las enfermedades infecciosas, los cuadros psiquitricos y neurolgicos irn en aumento y podran llegar a representar el 15 por ciento de las enfermedades globales el 2020. Su efecto sobre la poblacin activa es muy grave. Aunque se est consiguiendo erradicar en buena medida las enfermedades provocadas por factores externos, nos invade la tristeza maligna que germina en lo ms recndito de nosotros mismos. Al analizar sus causas se ha hecho referencia, hasta ahora, al miedo, que a veces conduce a una ansiedad necesaria y otras a la desesperacin. En el mismo contexto, se ha constatado la arrolladura primaca de las emociones sobre la razn. La otra cara de la moneda es, como muestra la ancdota de la cancelacin de la boda de Marta o el caso de algunas prcticas administrativas de Radio Televisin Espaola, la interferencia de las decisiones conscientes en los procesos supuestamente automatizables o automatizados. Qu otras causas de la infelicidad conocemos? Al definir la felicidad como una emocin se est sugiriendo que, como todas las emociones, es efmera y que, por lo tanto, el primero en llegar a la meta de la infelicidad ser el que haya pretendido ser feliz continuamente. Como dijo Carl Gustav Jung, incluso una vida feliz comporta cierta oscuridad y la palabra feliz perdera su sentido si no se viera compensada por cierta tristeza. El psiclogo James Hillman lo expresaba con estas palabras: El rechazo a enfrentarse a la emocin, esta mala fe del consciente, es la piedra de toque de nuestros tiempos de ansiedad. No nos encaramos con las emociones honestamente, no las vivimos de forma consciente. La emocin queda atrapada como un teln de fondo ttrico, llenando de sombras nuestras vidas, y expresndose a la fuerza de forma violenta. La terapia para este mal depende enteramente de que cambiemos nuestra actitud consciente hacia las emociones. Debemos aprender a valorar las emociones por encima de la consciencia. La bsqueda de la felicidad como la bsqueda del xito implica siempre un compromiso y rendir homenaje a la naturaleza ambigua de los humanos. El solo hecho de reconocer fsicamente las emociones que acompaan el estado emocional ya posee cierto valor teraputico. El miedo, por ejemplo, suele ir acompaado de una sensacin de ardor en el estmago y de rigidez en los msculos; la rabia, en cambio, se caracteriza por un subidn de energa agresiva y una temperatura corporal ms elevada. Cuando un individuo es consciente del tipo de emocin que experimenta, sus lbulos prefrontales pueden moderar su respuesta emocional. Es ms importante concentrarse en los cambios fisiolgicos que acaecen que ensimismarse en los pensamientos que los han desencadenado. Las limitaciones del cerebro Otra de las razones internas y consustanciales de la infelicidad obedece no slo a los procesos neurolgicos analizados anteriormente, sino tambin a las limitaciones evidentes del cerebro. Hemos sobrestimado repetidamente tal vez inmersos en el afn ridculo y prepotente de diferenciarnos del resto de los animales la singularidad de nuestro cerebro. Incluso ha sido llamado la mquina perfecta del Universo. La verdad, no obstante, es otra. El cerebro tiene serias limitaciones, perfectamente comprensibles si se piensa en su situacin. Los humanos a diferencia de los crustceos, que tienen el esqueleto fuera y la carne dentro tienen el esqueleto y el cerebro en el interior y la carne en el exterior. El cerebro, como dice el neurlogo norteamericano de origen colombiano Rodolfo Llins, catedrtico de Neurociencia de la Universidad de Nueva York, est absolutamente a oscuras. Su nica manera de elucubrar qu ocurre en el exterior es interpretando, mal que bien, los mensajes codificados que le llegan a travs de los ojos muchos aquejados de conjuntivitis y de defectos oculares, los odos plagados de otitis y las clulas gustativas deterioradas y forzadas a recurrir a las clulas olfativas, ms sofisticadas que ellas, para definir el sabor de las cosas. No es extrao, en tales condiciones, que las elucubraciones del cerebro magnifiquen o subestimen la realidad exterior, con el consiguiente impacto negativo sobre las emociones y las conductas del individuo. Los fsicos acostumbran a decir que un noventa por ciento de la realidad es invisible; los grandes neurlogos como Richard Gregory, profesor emrito de Neuropsicologa de la Universidad de Bristol, que el cerebro no busca la verdad, sino que elucubra para sobrevivir, y los fisilogos que los circuitos de las percepciones cerebrales son extremadamente complejos y, por lo tanto, vulnerables. Dadas las circunstancias no es extrao que se cuestione la capacidad del cerebro para acumular y recordar toda la informacin necesaria para formarse una idea cabal de todos y cada uno de los hechos que se originan en el exterior a lo largo de toda la vida. Es ms, hay quien admite, resignadamente, que, ante la imposibilidad de gestionar toda la informacin disponible y necesaria para calibrar un hecho, un personaje o un proceso, el cerebro opta por conceptualizarlos en modelos abstractos. Frente a una realidad inabarcable en toda su extensin dice el neurocientfico Semir Zeki, catedrtico de Neurobiologa del University College de Londres, el cerebro crea modelos abstractos y casi perfectos de la casa, el hombre, la mujer o el coche ideales que contrastan con la trivialidad de la vida cotidiana. Como es de esperar, la comparacin rara vez resulta halagadora para la cosa, el individuo o el proceso individual en cuestin, ya que nunca llega a aproximarse del todo al modelo abstracto e idealizado. El resultado es un estado de insatisfaccin constante que estara en la base de la depresin generalizada. Esta limitacin del cerebro para estructurar las experiencias vividas fue teorizada por Aaron Beck hace ya muchos aos, en la Universidad de Pennsylvania, y ha dado lugar a uno de los cuerpos ms slidos y exitosos en el mundo de las terapias antidepresivas: las llamadas terapias cognitivas. Cada persona tiene una forma propia de pensar, de estructurar las experiencias acumuladas y algunos lo hacen siempre con un prejuicio sistemtico contra s mismos. Una determinada manera de pensar consiste en pensar mal de uno mismo: ...por el deje de la voz de mi madre hablando por telfono est claro que no me quiere le dice el paciente al mdico. Pues no est nada claro. Lo que ocurre es que usted piensa mal contesta el mdico dispuesto a utilizar la terapia cognitiva. Precisamente porque est a oscuras, el cerebro necesita tener constantemente la sensacin de que controla la situacin, de que todo tiene una explicacin, de que no se le van de la mano los acontecimientos. Bastante incertidumbre hay sobre la percepcin del universo exterior desde su cmara oscura para que el cerebro acepte de buen grado, adems, perder el control! Pero a veces lo pierde. De ah nace, con toda probabilidad, la razn ltima de la infelicidad y la depresin. La prueba experimental ms contundente fue realizada al final de la dcada de 1970 por el psiclogo Martin Seligman que, aos ms tarde, optara por el estudio de la felicidad hasta convertirse en uno de los especialistas ms reconocidos mundialmente. El experimento de la dcada de 1970 se hizo a destiempo, en el sentido de que pas prcticamente desapercibido. La comunidad cientfica no se preguntaba entonces, como ahora, por el papel abrumador que desempean las emociones ni por los escollos en el viaje a la felicidad. El experimento de Seligman consista en someter a cinco ratones, cada uno en su cubculo, a una intensa descarga elctrica totalmente aleatoria, es decir, impredecible para los ratones. Sin embargo, uno de ellos tena en su espacio una palanca que, movida con acierto, desconectaba la corriente elctrica de todos los ratones. En otras palabras, la nica diferencia entre los cinco ratones era que uno de ellos tena una palanca y, a veces, le daba la sensacin de que, de alguna manera, controlaba la situacin. Pero al final del experimento, todos los ratones haban recibido el mismo nmero de descargas y de la misma intensidad. Puede el lector prever su impacto sobre la salud de los ratones? A las seis semanas, el sistema inmunitario de cuatro ratones se haba desmoronado; su sistema emocional estaba exhausto y la depresin acab con sus vidas. El ratn que dispona de la palanca y que, ocasionalmente, poda tener la sensacin de que ejerca un amago de control sobre lo que se le vena encima a l y a sus compaeros de cautiverio muri igual que los dems, pero muchos meses despus. Desde que estudi estos resultados hace unos aos, a mis alumnos del Instituto Qumico de Sarria de Barcelona les sugiero cuando me piden mi parecer sobre las posibles salidas laborales de sus estudios que slo acepten trabajos con una palanca de control, por leve que sea, y que nunca acepten aunque les ofrezcan mucho dinero un puesto en el que nada ni nadie dependa de lo que ellos hagan. Seguro que el nmero de depresiones entre mis ex alumnos que han encontrado trabajo es menor que el de otros centros, porque no habrn olvidado las palabras del gran psiclogo Brent Atkinson: Aunque nuestro cerebro racional es potente y constituye un equipamiento indispensable para los humanos, slo nos podr guiar si aceptamos que las reacciones del cerebro primordial para sobrevivir todava acechan el entramado neuronal de todos los mamferos, incluido el orgulloso humano cerebrado. Los flujos hormonales La simple prdida de control puede explicar determinado tipo de depresiones, pero no situaciones alarmantes como la depresin melanclica o el suicidio. Para entender situaciones como stas debemos recurrir a las reacciones cerebrales a las que se refera Atkinson. Entre las principales reacciones del cerebro primordial figuran los flujos hormonales. Una hormona es una molcula diminuta, comparada con los cidos nucledos aunque comparada con el CO2 o el benceno es enorme, que provoca varios impactos trascendentes. Se trata de un mensajero qumico que va de una clula o de un grupo de clulas a otras. Todos los organismos multicelulares segregan hormonas que llegan a la clula objetivo en forma de seal de alarma, que desencadena acciones determinadas por la naturaleza de la hormona segregada y por la interpretacin de la seal por parte del tejido receptor. Sin nimo de resquebrajar la conviccin de los que creen que la capacidad de comunicacin diferencia a los homnidos de las dems especies, es doblemente fascinante pensar, a este respecto, que las bacterias tambin segregan molculas sealizadoras que captan otras bacterias. Se ha avanzado muchsimo en el estudio del papel que desempean los flujos hormonales en el estrs, por ejemplo. Pero cuando se dice que se ha avanzado muchsimo se est haciendo referencia a los marcadores somticos, susceptibles de activar los flujos hormonales, a los perodos precisos de la vida en los que estos flujos dejan una seal indeleble entre las ocho y veinticuatro semanas del embarazo, entre los cinco meses del feto y el nacimiento y, finalmente, en la pubertad; se est aludiendo a los recorridos de los circuitos neuronales, gracias a los estudios realizados con animales. Tanto es as que, en cierta ocasin, al reflexionar por videoconferencia con Robert Sapolsky, profesor de Biologa y Neurologa en la Universidad de Standford, sobre los impactos de los flujos hormonales, l alardeaba de que podra diagnosticar, a distancia, on Une, el estado emocional de un desconocido situado en el otro extremo del planeta, si le llegaran debidamente registrados los datos relativos a la presin arterial, la temperatura y las descargas hormonales. Sabra qu estaba pasando salvo en un caso aadi con su caracterstico sentido del humor. Las afinidades entre los estados de nimo de amor y odio son tan excepcionales que me dara cuenta de que pasaba algo fuerte, pero sera incapaz de dilucidar si dos personas se estaban matando o haciendo el amor. Sin embargo, seguimos sin entender por qu a los homnidos, a diferencia de los otros animales, les basta con imaginar que lo van a pasar mal para pasarlo mal y desencadenar idnticos impactos a los provocados por una amenaza real. Como explica el propio Sapolsky en su libro Porqu las cebras no tienen lcera?, cuando una cebra es atacada por una leona, pueden ocurrir dos cosas: que sea devorada o, por el contrario, que a base de correr y con suerte, salve su vida. En el segundo caso, el impacto de los flujos hormonales durar el tiempo necesario para que la cebra se reponga del susto y recupere su condicin de animal libre y feliz. En cambio, a los humanos les basta imaginar una leona y, aunque estn en plena Quinta Avenida de Nueva York, el proceso de descargas hormonales les causar idnticos estragos fsicos que si fuera real. En el captulo 6 se profundizar en esta capacidad singular de los humanos de imaginar la desgracia, y el lector encontrar la versin completa de mi conversacin con Robert Sapolsky. Ahora bien, los flujos hormonales no slo son responsables del estrs. Recientemente, se ha descubierto que situaciones repetidas de estrs pueden lesionar la regin cerebral del hipocampo, especialmente implicada en los procesos de la memoria y el aprendizaje. Los glucocorticoides, un tipo de hormona segregada por la corteza de las glndulas suprarrenales en perodos de estrs, son factores decisivos del proceso txico. A la luz de otros experimentos de los especialistas del equipo del psiquiatra Simon Baron-Cohen, catedrtico de Psicopatologa del Desarrollo de la Universidad de Cambridge y director del Centro sobre el Autismo enfermedad de la que se le considera una de las primeras autoridades mundiales, parece que el poder de las hormonas es tambin determinante en campos insospechados, como los que tienen que ver con la diferenciacin e incluso la orientacin sexual marcadas por descargas hormonales en la etapa prenatal. Al hablar de las causas internas de la felicidad, cada da resulta ms difcil aceptar la desfasada concepcin, otrora considerada progresista, segn la cual los factores determinantes son de orden externo y estn modulados por la voluntad social. Lo que est claro, en todo caso, es que los factores externos no son los nicos que cuentan. Ya va siendo hora de que la cordura se aduee de esta reflexin. Por una parte, el pensamiento reduccionista cree que la biologa basta para explicar el comportamiento humano. As, altos niveles de testosterona significan altos niveles de violencia. Por otra parte, el llamado pensamiento social a veces, o progresista otras aberrante, lo llamemos como lo llamemos, se niega en redondo a aceptar que la biologa y la gentica no slo pueden modular el comportamiento, sino tambin las actitudes y las orientaciones sexuales. El comportamiento diferenciado del promedio de la poblacin femenina con relacin a la masculina se debe a causas puramente culturales y ambientales, afirman, equivocadamente, los partidarios del entorno (nurture), en el debate que mantienen con los defensores del determinismo biolgico (nature). Por qu no aceptar, simplemente, los resultados de la experimentacin y la prueba? Los experimentos realizados hasta la saciedad demuestran que muchas clases de depresin pueden curarse aplicando terapias puramente cognitivas. No hace falta ninguna terapia gnica. Las mismas terapias cognitivas no dan resultados con otros pacientes, como los manaco-depresivos. En otro campo, los experimentos demuestran que la testosterona amplifica, pero no desencadena, la respuesta a los disparaderos ambientales de conductas agresivas. No basta con tener testculos que segreguen testosterona con eficacia para mostrar comportamientos violentos. Y, por ltimo, el llamado cociente digital el dedo ndice tiende a ser menor en los varones que el anular, mientras que tiende a la igualdad en las mujeres es el resultado de una diferencia claramente biolgica entre los dos sexos, derivada de los flujos hormonales dispares durante el perodo fetal. De hecho, la diferencia en el cociente digital es visible a la temprana edad de dos aos, mucho antes de que hayan podido intervenir los factores culturales o ambientales. Hasta aqu, hemos revisado el impacto de emociones bsicas, como el miedo, como causas internas que pueden desbaratar la felicidad; las interferencias innecesarias de los procesos conscientes en la toma de decisiones; el empeo en no aceptar el carcter efmero de la felicidad; los lmites cerebrales en el tratamiento de la informacin que conlleva la idealizacin de objetos y personas; los prejuicios enraizados contra uno mismo que distorsionan la realidad; la prdida de control y los flujos hormonales. Pero ms all de la enumeracin de los factores internos de la infelicidad, el dilema bsico que despierta la curiosidad de los cientficos y del pblico en general es el siguiente: las descargas de testosterona generan situaciones de violencia o bien esas situaciones provocan las descargas hormonales? Los entornos adversos provocan grados elevados de inestabilidad temperamental o bien la inestabilidad temperamental heredada genera entornos violentos? En la respuesta a estos interrogantes yace la solucin. La buena noticia es que actualmente varios cientficos trabajan para desvelar esta incgnita. La mayora de gente no se deprime frente a la adversidad. Algunos incluso se crecen. El psiquiatra Kenneth Kendler, de la Virginia Commonwealth University, en Richmond, Estados Unidos, est cifrando el comn denominador de las posiciones apuntadas a raz de un hallazgo tremendamente significativo: es relativamente fcil rastrear en edades muy anteriores a la condicin de adulto la inestabilidad temperamental de determinados pacientes, es decir, antes de que dicha inestabilidad se vuelva patolgica. Es demasiado pronto para aventurar qu clase de gen o de grupo de genes los encargados de transportar la serotonina en el cerebro, quiz? son responsables de la infelicidad que genera la depresin aguda. Es ms, todava no sabemos qu se hereda exactamente. Pero ya se estn fijando las bases genticas de la ansiedad o, para decirlo ms lisa y llanamente, se ha comprobado que hay personas con un gen que se expresa de forma tal que experimentan mayor inestabilidad emocional que otras personas sometidas a presiones ambientales o de fuerza mayor similares pero dotadas con una expresin gentica distinta. Este hallazgo no supone el fin de la incertidumbre sobre qu ocurre en el interior de nosotros mismos, pero se ha pasado la ltima pgina de un captulo en el que las tinieblas y la ignorancia obstaculizaban el viaje a la felicidad. Captulo 5 Los factores externos de la felicidad La herencia de la especie Si la felicidad es una tormenta de genes, cerebro y corazn como sugieren los captulos anteriores, por qu los buscadores de la felicidad se lanzan a esta carrera incesante tras seuelos externos como el dinero, el trabajo, la salud o la educacin? Ya resulta sospechoso, de entrada, que siendo la depresin el smbolo ms emblemtico de la infelicidad o, an peor, el subproducto de analizar los propios intestinos hasta enredarse en ellos segn Susan Greenfield, profesora de Farmacologa en la Universidad de Oxford, la anttesis de la depresin, la felicidad, en cambio, se deba a factores externos. No tiene demasiado sentido. Es esencial entender lo que los paleontlogos llaman la perspectiva geolgica del tiempo para contestar a la pregunta del prrafo anterior. La dilucin de un proceso de cambio evolutivo en millones de aos transcurridos impide, realmente, conciliarlo con el mundo imaginado por un cerebro de vida efmera. La orientacin de las fibras de colgeno en un fsil humano de hace tres millones de aos ayuda a comprender la estructura y la funcin actual de un hueso. Pero ninguna mente es capaz de abarcar la perspectiva geolgica del tiempo, porque el conocimiento acumulado por los fsiles sepultados hace millones de aos se perdi con ellos para siempre. Ya nadie puede recurrir a ese conocimiento para explicar las funciones de un hueso determinado. Tomemos un ejemplo de un campo totalmente distinto: la conquista de los nmeros por parte de la especie humana. Seguro que mucho antes de los tiempos babilnicos el hombre primitivo aprendi a distinguir a un lobo solitario y hambriento que poda atacarle, del resto de la manada. Haba el uno por una parte, y el resto por otra. Con el uno empezaron las matemticas. Cuntos miles de aos transcurrieron antes de que aquellos homnidos, que desde tiempos inmemoriales se haban percatado de que todo el mundo pareca tener dos brazos, dos piernas o dos senos, se fijaran en las semejanzas gracias a ello acabaran dando con la abstraccin del dos, en lugar de los contrastes entre un lobo y el resto de la manada? Entonces, la nueva ciencia de las matemticas ya contaba con el 1 y con el 2, y con el resto. Luego vendran el 3 y el 4... Nuestros antepasados, acostumbrados a sentir temor por los osos y las serpientes de cascabel, tardaron tanto o ms tiempo del que llev la invencin de las matemticas en darse cuenta de que la felicidad o la infelicidad tambin podan brotar de sus entraas y no slo del universo que los rodeaba. A fuerza de experimentar sensaciones parecidas pero desencadenadas por estmulos distintos, como un len o una araa, acabaron fijndose en las semejanzas y deduciendo que sentan lo mismo. En el preciso momento en el que uno de ellos cay en la cuenta de que la repentina aceleracin del ritmo cardaco la disparaban eventos tan dispares como el vrtigo al vacilar ante un barranco, la falta de respiracin al sumergirse una y otra vez exhausto para alcanzar la otra orilla del ro, o las amenazas proferidas por un grupo de canbales pintados de rojo; en el preciso momento en que la diversidad muestra su comn denominador y, mediante un proceso de abstraccin, se atina con el concepto que la define, nace sin querer en el interior del hombre primitivo la conciencia de la emocin del pnico. Lo que se resume aqu en pocas lneas tard miles de aos en cuajar. Es decir, que la reflexin sobre el impacto de los acontecimientos interiores como los flujos hormonales que se han descrito en el captulo anterior, o la destruccin de determinados tipos de valores en el contexto de la felicidad, es muy posterior a la bsqueda desesperada de factores externos. Aunque las comparaciones son siempre odiosas, en trminos emocionales estamos en la fase equivalente al nmero 2 en la evolucin de las matemticas; es decir, en la prehistoria. Seguimos pensando que la felicidad o la infelicidad estn inducidas por las emociones desatadas por los dems, por los miedos provocados por el trabajo, por la seguridad que dan unos buenos estudios o el dinero. Todava tendemos a creer que tanto la fuente de la felicidad como de la desgracia depende de otros o del resto de la manada. Y con esta visin de las cosas, nos obcecamos en escrutar un factor tras otro, midindolos por separado, correlacionndolos gracias a nuestra capacidad metafrica y llegando a conclusiones como que la salud, pongamos por caso, es menos importante que las relaciones con la pareja. Sigamos con el paralelismo entre las emociones y las matemticas. Hoy sabemos que Galileo se equivocaba al considerar que las matemticas estn en el Universo y que basta con descubrirlas poco a poco. Ocurre lo contrario. A todas luces, hemos inventado las matemticas, sobre todo desde que la cosmologa moderna sugiere que incluso las leyes de la fsica que conocemos podran no regir otros universos. Sucede igual con las emociones. Las hemos inventado. No estn esperando ah fuera a que las descubramos. Ahora bien, as como las matemticas que hemos inventado se adaptan a nuestra percepcin del universo, lleno de lneas rectas, perfiles precisos, bordes al astrnomo Mario Livio, gestor del telescopio Hubble durante muchos aos, le gusta decir que si hubisemos tenido visin infrarroja y, consecuentemente, borrosa, hubisemos inventado unas matemticas distintas de las euclidianas, las emociones que hemos inventado tambin se adaptan a nuestra visin particular de los organismos y la materia. En ese sentido, podemos concluir que inventamos y descubrimos las emociones simultneamente, como las matemticas. Pero con una diferencia muy importante. La evolucin del Universo hacia la entropa y el desorden no afecta a su aparente continuidad: las fuerzas electromagnticas y nucleares, la temperatura, la velocidad de la luz o la relacin materia-antimateria permanecen constantes, de manera que siguen vigentes las leyes de la fsica. La diversidad de los organismos vivos, no obstante, y su naturaleza cambiante cuando no claramente desconcertante y engaosa hace ms difcil la correspondencia con un sistema emocional predeterminado. La permanencia de las leyes fsicas cuadra con la imperturbabilidad del Universo. El sistema emocional instrumentado para lidiar con los organismos vivos chocar con una diversidad desconcertante. Nos asustan una araa o una serpiente, pero un tomo radiactivo o una seta venenosa nos dejan indiferentes porque no vemos al primero y porque la segunda es bella. Cmo iba el sistema emocional a desconfiar de la belleza si la evolucin le inculc exactamente lo contrario? Dos de mis nietas, Alexy Ticiana, de muy nias se asustaban y se ponan a llorar cuando iba a visitarlas de vuelta de viaje. Mi cabellera ya menguante pero todava encrespada por los rizos las alertaba de que un personaje extrao acababa de irrumpir en su entorno familiar. Su sistema emocional las pona en guardia, aunque como les ocurrira tantas veces cuando fueran mayores, en falso. Con esa salvedad que dimana de la naturaleza equvoca de los organismos vivos, en contraste con la materia inerte, y a sabiendas de que el secreto de la felicidad como se ver ms adelante yace dentro de uno mismo, dedicamos este captulo a sus condicionantes externos. Cuando la vida dej de ser lo que era Las rocas de la formacin de Isua, en Groenlandia, tienen unos tres mil ochocientos millones de aos. No hay restos de vida en ellas, pero s seales de que contenan agua, lo cual indica que la vida ya podra haberse desarrollado entonces. Poco despus, en el planeta Tierra empez a configurarse un fascinante espectculo de colaboracin. Los primeros organismos, probablemente unas clulas todava desprovistas de ncleo gentico en su interior similares a las bacterias de hoy, campaban cada una por su cuenta en aquel medio ardiente. Gracias al proceso de fotosntesis, captaban el CO2 del aire, la energa del sol y las sales minerales de la tierra, como hoy las plantas al sintetizar materia orgnica nueva. Pero existe una gran diferencia: la fotosntesis de las plantas es oxignica, rompe una molcula de dixido de carbono y libera oxgeno, mientras que en los tiempos iniciales la fotosntesis era anoxignica porque se rompa el sulfuro de hidrgeno y no el agua. Ahora bien, los procesos de alimentacin de los primeros protagonistas del planeta por qu se tiene tan olvidada la etapa primordial de la vida? no exigan ejercer la violencia para depredar a los dems. Aquellas comunidades pacficas ya se regan por criterios de eficacia que las llev a la cooperacin continuada entre ellas. El objetivo de la supervivencia, y por lo tanto de la felicidad, pasaba por un sofisticado ejercicio de colaboracin entre los organismos primordiales. La constatacin de lo que bilogos como Lynn Margulis, profesora de la Universidad de Massachusetts, calificaron de endosimbiosis, la llev a postular que en la historia de la evolucin ha imperado ms la colaboracin entre las especies que la competencia despiadada por la supervivencia. Mientras las cianobacterias iban oxigenando la atmsfera, otras bacterias soportaban mal los procesos de oxidacin desatados, as como la creciente reactividad del aire. La aparicin del oxgeno, letal para la mayora de los organismos, provoc un verdadero holocausto. As, esas clulas se aliaron entre s para formar organismos pluricelulares ms adaptados al nuevo entorno oxigenado. A la primera clula eucariota le sucedieron las primeras algas marinas en el curso de cuatrocientos millones de aos. Y unas espiroquetas ms veloces que la mayora de los dems organismos tambin acabaron penetrando en la muralla de la membrana celular, aportando las ventajas de su rapidez al conjunto, a cambio de alimentos. Aquellas mitocondrias y cloroplastos que haban llegado en pateras a los recintos de los primeros organismos complejos, a los que ayudaron a formarse, siguen regulando hoy, miles de millones de aos despus, los sistemas de respiracin y suministro energtico de las plantas y los animales. Qu inters tiene comprender la endosimbiosis para definir el marco exterior de la felicidad? La propia Lynn Margulis contesta brillantemente a esta pregunta: A menudo nos olvidamos de hasta qu punto la vida en la Tierra es interdependiente. Sin la vida microbiana nos hundiramos en las heces y nos ahogaramos en el dixido de carbono que exhalamos. Es imposible juzgar la historia de la evolucin de manera equilibrada si slo la concebimos como una fase de preparacin para la vida ms compleja de los seres humanos. La mayor parte de la historia de la vida ha sido microbiana. La naturaleza antigua, vasta y fundamental de nuestra interdependencia con otras formas de vida debera dotarnos de cierta humildad y sentar las bases para que podamos afrontar el futuro sin falsas ilusiones. A pesar de nuestras quejas continuas, somos tanto explotadores como vctimas, y somos consumidos igual que nosotros consumimos a otros seres. La moraleja de la historia de la evolucin es que slo a travs de la conservacin de las especies, de la interaccin o la creacin de redes, y no a travs de la subyugacin, podremos evitar un fin prematuro de nuestra especie. Un organismo que slo piensa en funcin de su supervivencia destruir, invariablemente, su medio ambiente y, por consiguiente, como se puede comprobar actualmente, se destruir a s mismo. Las teoras de Margulis han ayudado enormemente a afianzar una sensibilidad ecolgica especfica a finales del siglo xx. Tambin han alentado la emergencia de nuevas investigaciones interdisciplinarias en los campos tradicionales de la biologa y la geologa. En resumen, han aportado mucho a la superacin de los rgidos cnones del pensamiento cientfico clsico. Si se le pregunta a Lynn Margulis qu es la vida, contesta que es una extraa y parsimoniosa ola haciendo windsurf sobre la materia: Es un caos artstico controlado, un montn de reacciones qumicas de tal complejidad que el viaje iniciado hace casi cuatro mil millones de aos contina ahora en una forma humana, capaz de escribir cartas de amor y de utilizar ordenadores de silicio para calcular la temperatura de la materia cuando naci el universo. Es una definicin muy parecida a la de otro bilogo, Ken Nealson, el principal investigador del Jet Propulsin Laboratory de la NASA, un amigo, como Margulis, admirado y querido desde hace tiempo: La vida dice Ken es una equivocacin. Yo colaboro, t colaboras Si Lynn Margulis tiene razn pocos se la discuten hoy, pese al revuelo despectivo que levantaron sus primeros hallazgos, el marco exterior de la bsqueda de sosiego y felicidad de los primeros organismos se desarroll en una sociedad cooperativa; un escenario que estaba muy lejos de la etapa en la que el metabolismo de otros seres vivos les forz, millones de aos despus, a la violencia y la depredacin. Cuando la primera ameba se trag a una bacteria viva para alimentarse dice Ken Nealson, el mundo ya nunca fue el mismo. Como los humanos, aquella ameba desconoca el proceso de fotosntesis. A partir de entonces, los organismos podan dar con la felicidad o, por primera vez, enfrentarse a la infelicidad. Se impuso emprender el viaje a la felicidad. Si se define la endosimbiosis como la colaboracin y la interdependencia constructiva, se puede establecer un paralelismo entre los seres humanos y su organizacin social, recurriendo a la llamada teora del juego. En la vida corriente, la gente suele pensar que el resultado obtenido es fruto del esfuerzo individual y, como mucho, de la suerte. Pero la historia de la evolucin muestra que tanto nosotros como el resto de los animales estamos inmersos en un juego en el que, por ms que nos empeemos en lo contrario, el resultado est supeditado al comportamiento de los dems. El premio anhelado puede ser codiciado por otro con el mismo ahnco pero ms suerte. El final del proceso no slo depende de uno mismo, sino tambin de lo que haga el otro y, para complicar ms las cosas sa suele ser una de las constricciones de la vida, no se pueden controlar las decisiones del socio o adversario. A los participantes en un juego se les pueden plantear varias alternativas que dependern de las decisiones que tome el otro jugador, y el resultado final puede variar en el abanico que abarca desde ser ptimo para los dos hasta catastrfico para ambos. La teora del juego se ha aplicado tanto en la guerra como en la paz, en la biologa y las empresas, pero ampara igualmente decisiones individuales directamente relacionadas con la bsqueda de la felicidad.  De hecho, existe un modelo clsico que se estudia en todas las escuelas de administracin y direccin de empresas que se ha aplicado a diversas disciplinas, el famoso dilema del prisionero. A veces, en la vida se dan situaciones en las que un empeo absoluto para ganar al otro sin concesiones conduce al desastre para los dos. Es el caso del dilema del prisionero, cuyos fascinantes entresijos y secuelas han inundado estanteras enteras con libros y reflexiones de los autores ms famosos y audaces. En qu consiste el juego? La polica detiene a dos sospechosos de haber atracado un banco. Como no existen suficientes pruebas para condenarlos, separan a los dos imputados y les proponen el mismo trato: si uno se convierte en delator y el otro no confiesa nada, el que no diga nada ser condenado a treinta aos y el que confiese ser absuelto. Si los dos callan, al seguir siendo insuficientes las pruebas, se les condenar a seis meses cada uno por cargos menores como posesin de armas. Si los dos confiesan, se les sentenciar a diez aos de crcel. Cuadro i El dilema del prisionero Prisionero 1 se declara inocentePrisionero 1 confiesaPrisionero 2 se declara inocente6 meses + 6 meses = 1 ao30 + 0 = (30 aos prisionero 2)Prisionero 2 confiesa0 + 30 = (30 aos prisionero 1)10 + 10 = 20 aos Se parte del principio de que los dos sospechosos son completamente egostas y slo desean reducir al mximo su condena. Tienen dos opciones: cooperar con su cmplice y callar, o traicionar a su cmplice y confesar. El resultado de cada opcin depende a su vez de la opcin del otro sospechoso. Sin embargo, ninguno de los dos conoce la decisin de su cmplice. Aunque pudiesen hablar, no podran confiar el uno en el otro. Si cada prisionero predice que su cmplice callar, la opcin personal ptima ser la de confesar, ya que quedara inmediatamente en libertad y el cmplice ingresara en prisin durante treinta aos. Para el que ha traicionado, esta opcin es ms rentable que la de callar tambin, puesto que seis meses son una condena leve, aunque es peor que salir en libertad inmediatamente. Si el otro prisionero sospecha, como es lgico, que su cmplice confesar o le defraudar, la mejor tctica sera confesar a su vez, ya que evitara los treinta aos de crcel a cambio de diez aos de sentencia para los dos prisioneros. La confesin es la estrategia dominante para ambos prisioneros. La irona de este resultado radica en que los dos deciden confesar y someterse a diez aos de crcel, aunque podran haber cooperado, pasando slo un ao en la crcel entre los dos. Por tanto, en el dilema del prisionero la lgica de la bsqueda del mximo beneficio a toda costa lleva a renunciar al beneficio mutuo de la opcin cooperadora. Una de las pocas cosas claras que parecen desprenderse del ingente cmulo de anlisis, en mltiples campos, de la teora del juego, es que su vigencia es mayor en el mundo biolgico de las especies animales que en el comportamiento humano. Consideremos un ejemplo representativo de los dos casos. En el mundo de las especies biolgicas la rigidez impuesta por el dilema del prisionero aflora con una precisin inaudita, como ocurre con los lagartos de la especie Uta stansburiana del sudoeste de Estados Unidos. En esta especie existen tres tipos de machos genticamente diferenciados: los algo agresivos mongamos que defienden un pequeo territorio, los muy agresivos polgamos con muchas hembras que defienden su territorio y los infiltrados no adscritos a ningn territorio y de tamao ms reducido, lo que les permite camuflarse entre las hembras. Cuando se enfrentan un lagarto polgamo muy agresivo con otro mongamo menos agresivo, gana el primero. Por lgica, podra parecer que los segundos tenderan a desaparecer. Pero mientras los primeros estn ocupados en las refriegas con los segundos, los pequeos infiltrados copulan con las hembras y aumenta su proporcin en la poblacin de lagartos. En cambio, no consiguen penetrar en los pequeos dominios bien vigilados por los lagartos mongamos y algo agresivos. El resultado como explica el zologo David P. Barash, de la Universidad de Washington es que a los normales les ganan los muy agresivos; a stos los ganan los infiltrados que, a su vez, pierden frente a los normales. Algo parecido a lo que ocurre con el juego infantil de piedra, papel o tijera. De manera que, con altibajos constantes, se mantiene el ciclo de la permanencia de tres tipos de lagartos. La supervivencia de cada tipo de macho depende, como siempre, de cmo reaccionen los dems, pero la estrategia viene definida por la propia evolucin que libera al individuo del clculo engorroso de determinar su estrategia ptima. Pero el caso de los humanos es otro. Un especialista en teora del juego pens el siguiente experimento. Se daba un cheque de diez euros a nueve personas, que podan elegir entre canjearlo en seguida, quedndose con el dinero, o colaborar con el grupo. La alternativa de la colaboracin consista en renunciar al dinero con la esperanza de que, si por lo menos cinco concursantes hacan lo mismo, recibiran veinte euros: los diez a los que haban renunciado ms otros diez de prima. En el teorema, los insolidarios que optaran por no contribuir, ganaran treinta euros: los diez que se guardaron, ms los veinte obtenidos del fruto del esfuerzo cooperativo del resto. La lgica implcita en la racionalidad del dilema del prisionero debera conducir a que todos confesaran, es decir, que se quedaran con el dinero inicial. Y, no obstante, cuando un grupo de psiclogos experimentales llev a la prctica este juego, result que ms de un sesenta por ciento de los participantes optaron por la va de la cooperacin, con un matiz sorprendente: el porcentaje poda llegar al cien por cien si se ofreca al grupo la oportunidad de discutir y comunicarse los argumentos a favor y en contra de forma totalmente transparente. En definitiva, si se consegua hacer aflorar la confianza de cada individuo en la credibilidad del resto. stas son, en realidad, las bases psicolgicas de la incidencia significativa de una democracia transparente, es decir, preocupada por generar la confianza individual en los estamentos polticos como se ver en el captulo 7, al hablar de la influencia negativa del ejercicio abyecto del poder sobre los ndices de la felicidad. Por tanto, el dilema del prisionero es interesante no slo para las ciencias biolgicas la etologa y la biologa evolutiva, sino tambin para las ciencias sociales la economa, las ciencias polticas, la sociologa y la psicologa. Los equivalentes modernos de esta situacin son la reduccin de la biodiversidad, el agotamiento de los combustibles fsiles de energa, la polucin de las reservas de agua y de la atmsfera, la carrera armamentstica, la destruccin de los bosques, la pesca indiscriminada, el uso del automvil privado colapsando las vas pblicas, tirar basura a la calle, la caza furtiva, el correo electrnico basura (el llamado spam), o el crecimiento incontrolado de la poblacin. Existen dos ejemplos clsicos muy conocidos y otro apenas comentado, pero de trascendencia parecida, que conviene recordar. Caso i Ciclismo Imaginemos a dos ciclistas en la cabeza del Tour de Francia, en plena carrera, con el pelotn a mucha distancia. Los dos ciclistas suelen entrenar juntos (cooperacin mutua), dividindose la carga de la posicin de cabeza, donde no pueden protegerse del viento. Si ninguno de los dos se mantiene al frente (los dos se escaquean), el pelotn les alcanzar. Una situacin corriente es la del ciclista que asume el trabajo en solitario (cooperativamente), ayudando a mantenerse al que va a su estela por delante del pelotn. Sin embargo, el resultado suele ser la victoria del segundo ciclista (que se escaquea) ya que est resguardado del viento gracias al esfuerzo del primero. Caso 2 La tragedia de los commons Es una metfora que ilustra el conflicto entre el inters individual y el bien comn. Lo acu Garrett Hardin en su artculo The tragedy of the commons, publicado en la revista Science en 1968. Hardin utiliza el ejemplo de los parques comunitarios, unos prados de uso comn para todos los campesinos de un pueblo. Si todos los granjeros ponen ms y ms animales en el prado comunal, porque no les cuesta nada, al cabo de unos aos la tierra se volver rida, el prado ya no podr ser utilizado y el pueblo desaparecer. La causa de la tragedia de los commons es que cuando los individuos hacen uso de un bien pblico, no asumen individualmente el coste real de sus acciones. Si una persona intenta maximizar su inters personal, deriva parte del coste real de sus acciones al resto de la comunidad. La mejor estrategia no cooperativa para un individuo consiste en intentar maximizar la explotacin de un bien o servicio comn. Si la mayora de individuos siguen esta poltica, el bien o servicio pblico se sobreexplota. El efecto negativo de un individuo sobre el bien comn es muy dbil, pero la suma de todos los actores contribuye a degradar el medio de forma inexorable. Esta metfora ha sido objeto de intensas controversias, ya que no est tan claro que los individuos tiendan a seguir esta tctica de sobreexplotacin en determinadas situaciones. Como se ha mostrado en otras ocasiones, existen experimentos con conclusiones contradictorias. A veces, en determinadas circunstancias, los seres humanos pueden actuar de forma ms cooperativa de lo que cabra esperar en funcin de sus intereses puramente personales. Caso 3 Los jugadores novatos Otra idea interesante en este sentido procede del campo de la psicologa. Las estadsticas demuestran que los jugadores novatos suelen tener experiencias de juego atpicas, exageradamente positivas o negativas. Cuanto ms inexperto es un jugador, ms cambia su juego en funcin de los dems jugadores. Este principio explica, en parte, por qu en los aos de formacin las experiencias de los jvenes son tan importantes, ya que son particularmente vulnerables a los abusos y es fcil que se conviertan en abusadores si han sufrido esas experiencias negativas. De ah que podran reducirse las probabilidades de hacer trampa en una poblacin si se incrementara la experiencia de cooperacin entre los jugadores, generando confianza en la creencia de que la cooperacin es ms segura. Si esto es cierto, tendra muchas implicaciones en el modelo educativo, como preguntarse es adecuado un sistema educativo puramente competitivo si se quiere fomentar una sociedad cooperativa? De una sociedad competitiva a otra de cooperacin Al decir competir, me refiero a una situacin en la que dos individuos luchan por el mismo bien. Uno lo consigue y el otro no. Hay un ganador absoluto y un perdedor absoluto. Por el contrario, cuando se habla de colaborar o cooperar, se trata de aplicar cierta justicia, de atender todas las necesidades existentes. El modelo cooperativo no es un modelo rgido, sino que se adapta a las necesidades. El modelo competitivo, en cambio, es un modelo donde siempre prima el que gana y es, por tanto, excluyente. Y prima el que gana sin importar el precio que paga l o su medio en principio no existen lmites a los destrozos que puede ocasionar el ganador. Ganar es lo importante. Si existen lmites, son impuestos por la sociedad y considerados obstculos incmodos por parte del ganador. El ganador tiene entonces dos retos: su inters personal y el propio afn de ganar, que se convierte en parte del juego y pasa a ser un fin en s mismo. El modelo competitivo es un modelo que no requiere empata con las necesidades o las emociones de los dems. No existe una escala de valores sino una escala de resultados. Otro problema del sistema competitivo es que para ganar deprisa y repetidas veces no se piensa a largo plazo. Se forman jugadores a corto plazo. Se persiguen pequeos objetivos para maana o pasado maana, generando, finalmente, frustracin a la larga. El sistema educativo actual refleja los valores y los criterios organizativos de nuestra sociedad pero, en realidad, es til para la sociedad crear un modelo as? El modelo educativo imperante consiste en encerrar en un espacio reducido a un grupo de nios de la misma edad, para que desarrollen exactamente las mismas aptitudes: treinta nios escuchando a un maestro sentando ctedra sobre lo que l sabe, ms que sobre lo que a ellos les puede interesar y necesitan aprender para situarse ms tarde en la vida. Se trata de amoldarlos a un modelo concreto; no de una convivencia entre una variedad de personas de edades y aptitudes variadas, desarrollando caminos personales y colaborando entre s para ayudarse mutuamente y como grupo. Los avances realizados en la digitalizacin de los bancos de datos y conocimientos permitirn, con el tiempo, individualizar la oferta educativa, en lugar de digitalizar lo obsoleto, como ocurre en la mayora de centros educativos. Este modelo cerrado crea, inevitablemente, condiciones competitivas extremas. Los nios se comparan constantemente unos con otros. No aprenden a apoyarse, a colaborar ni a dividirse las tareas. Todos sirven para lo mismo, llevan a cabo tareas idnticas; no aportan nada especfico al grupo, ni desarrollan sus cualidades personales, ni valoran las diferencias, ni se responsabilizan de su entorno, sus compaeros o su propio aprendizaje, y compiten por la atencin del mismo profesor. Si se pretende formar adultos que sepan colaborar, ste es el peor sistema posible. Los nios extraen de las comparaciones sus conceptos de normalidad y de xito. Y, sin embargo, de entrada se sabe que en el mundo adulto uno de los grandes escollos para ser feliz es la mana de compararse con los dems, que genera frustracin e inseguridad. Es decir, que el sistema educativo no slo ensea a los nios a competir sino a competir con los ms allegados y a compararse en todos los sentidos. A quin se le dan mejor las mates? Quin se viste de determinada manera? Quin es ms guapo, ms popular? Quin se lleva mejor con el profe? Los nios crecen en un ambiente cerrado, excesivamente comparativo y competitivo. Muchos docentes y padres intuyen que existen problemas graves en el modelo educativo y desconfan de l, buscando alternativas para desactivar su parte ms brutal. Piensan que conviene, por ejemplo, anular las evaluaciones, para evitar las comparaciones lesivas. Pero si se resta importancia a los logros acadmicos pero se mantiene el entorno competitivo y comparativo, no se desactiva la parte negativa del sistema, ya que los nios siguen compitiendo, aunque exclusivamente centrados en comparaciones personales que, en casos extremos, pueden derivar en conductas de acoso escolar. Se mantiene, pues, el foco destructivo de la competitividad, desplazando su influencia hacia donde ms dao puede hacer: hacia el mbito personal. Se crea un entorno asfixiante y artificial, necesariamente competitivo en el peor sentido de la palabra, y luego se dejan los parmetros para medirse en manos de los propios nios. En contrapartida, se deja ciego al sistema porque ya no puede evaluar su propia eficacia o sugerir al nio pautas de superacin y de competencia acadmica. En suma, evitar las evaluaciones acadmicas no impedir que el nio viva en un ambiente competitivo. Para esto, habra que cambiar las bases del propio sistema. Es necesario idear un sistema educativo capaz de fomentar los valores de colaboracin, cosa que slo se consigue si los jugadores, los nios en este caso, llegan a confiar en el resto y en que, a largo plazo, les resultar ms beneficioso colaborar que competir. Si Lynn Margulis est en lo cierto al definir el concepto de endosimbiosis, la misin fundamental del sistema educativo debera ser, pues, sentar las bases psicolgicas de la colaboracin, ya que ninguna sociedad podr dar cauce a la lgica cooperativa si su sistema educativo no ensea a pensarlo. En esa contradiccin entre lo instintivo y lo lgico por una parte, y los modelos impuestos desde fuera en los aos de formacin, por otra, se fraguan, con toda probabilidad, gran parte de las tensiones emocionales que ms tarde se encontrarn en el viaje a la felicidad. No es indiferente, pues, lo que ocurre fuera de uno mismo. La inercia de las decisiones implcitas en el dilema del prisionero, o los esquemas contrarios a la colaboracin impuestos por los sistemas educativos, harn mella en el tinglado emocional. Pero con vistas a que el lector no olvide la trascendencia ni siquiera inmediatamente despus de haber comprobado la importancia de algunos factores externos de los mecanismos interiores que configuran la felicidad, recordaremos otros resultados especficos de experimentos realizados por el grupo de psiclogos que ms tiempo e inteligencia ha dedicado al estudio de la felicidad con la salvedad, tal vez, de Martin Seligman. Se trata de Daniel Gilbert, de la Universidad de Harvard; el premio Nobel de Economa y psiclogo Daniel Kahneman, de la Universidad de Princeton; el psiclogo Tim Wilson, de la Universidad de Virginia, y el economista George Loewenstein, de la Universidad Carnegie-Mellon. Sus investigaciones han puesto de manifiesto la existencia de dos brechas o dficit en los llamados pronsticos afectivos. Por una parte, al pronosticar la intensidad de la felicidad que aportar un determinado bien o acontecimiento futuro, siempre se sobrestima. De la misma manera, se suele exagerar el grado de infelicidad que provocar una desgracia anticipada. Por otra parte, la segunda hiptesis explica que tambin somos un desastre a la hora de desembarazarnos del acoso de una carga emocional. No sabemos cmo transportarnos mentalmente a otro estado anmico menos violentado, ms fro, que nos permita tomar otras decisiones. Una persona puede ser ms distinta de s misma en dos perodos diferentes de su vida anmica que de otra persona. Este dficit de empata consigo mismo en distintos momentos de la vida es particularmente visible en situaciones de sexo con riesgo. En el primer caso el de los errores de pronstico afectivos se pone de manifiesto el podero de los mecanismos automticos internos para adaptarse a las circunstancias, es decir la prevalencia de los mecanismos reguladores del cerebro sobre el supuesto estmulo externo de la felicidad. Con el transcurso del tiempo, el sistema emocional se adapta o mediatiza el impacto de la compra del coche deseado, el viaje anhelado o la boda esperada. De ah que siempre se cometan errores en los pronsticos afectivos. En el segundo caso, se trata, simplemente, de una versin ms moderna y cotidiana del predominio de la amgdala sobre el neocrtex. Cualquier tipo de estmulo exterior de la felicidad deber pasar por las horcas caudinas del sistema lmbico, a veces en forma de brechas de impacto y empata, y otras en el llamado punto de inflexin gentico que se analizar a continuacin. Todo el mundo nace con una estatura determinada y un punto lmite de inflexin en el peso y tambin en el nivel de felicidad. Generalmente se acepta ms fcilmente el condicionamiento gentico mayoritario pero no exclusivo de la estatura que no del propio peso o la felicidad. Se sabe que es muy aleatorio controlar la estatura, pero todo el mundo cree a pies juntillas que puede controlar su peso o su felicidad. La realidad es que la gentica se impone a las dietas en un porcentaje abrumador, y a la felicidad en un cincuenta por ciento, aproximadamente. Lo sorprendente de este ltimo caso no es tanto el condicionamiento gentico, como el hecho asombroso de que su incidencia slo sea la mitad, es decir, mucho menos determinante que en el caso de la estatura o el peso. Este amplio margen de maniobra del individuo en plena era del control biolgico explica el denso despliegue de opiniones cientficas y no cientficas sobre el tema de la felicidad. Los grandes mitos Ha llegado la hora de abordar los condicionantes externos de la felicidad, infinitamente ms populares y comprensibles que los imperativos de cooperacin que se desprenden de la historia de la evolucin a los que se ha hecho referencia antes. Sin embargo, estos factores no son necesariamente ms relevantes. De hecho, como entender perfectamente el lector, en contra del parecer mayoritario, muchos de estos factores que agrupamos bajo el epgrafe de grandes mitos se podran calificar de neutros. La novedad, en este caso, no es su importancia sino su neutralidad en la bsqueda de la felicidad. Los mitos, claro est, son el trabajo, la salud, la familia, la educacin y el grupo tnico. el primer mito: el trabajo El trabajo est peor distribuido que la riqueza. Un diez por ciento de la poblacin europea en edad de trabajar no tiene un puesto de trabajo, aunque Europa es una de las reas con mayores ndices de ocupacin del mundo. Entre los que tienen trabajo, las diferencias de intensidad y de horarios laborales son inmensas. Y ms importante todava, a mucha gente no le gusta su trabajo. Es difcil, pues, que lo dicho sobre las relaciones entre el trabajo y la felicidad sea verdad para el promedio de la poblacin. Una vez constatada esta salvedad importante, cabe sugerir las siguientes conclusiones. Primera: de las grandes encuestas realizadas en todo el mundo, no se puede inferir que el trabajo tenga un impacto superior en los niveles de felicidad que el promedio de otros factores externos. Es ms, ninguna de las pruebas en torno a los factores externos de la felicidad da resultados tan ambiguos y contradictorios como los del trabajo. En el trabajo se pueden conjugar el xito del aprendizaje, el perfeccionamiento de las habilidades propias y el ejercicio del control, ocasionando momentos muy felices, o puede ser el lugar donde peor se pasa y que no se aora nunca. Con todo, no se puede concebir una situacin peor que la de no tener trabajo en perspectiva. En este caso, tal vez, porque ni siquiera existe la posibilidad de aplicar las propias aptitudes a nada. Segunda: la progresiva automatizacin de los procesos de produccin, la creciente separacin entre las zonas residenciales y los centros de trabajo, la deslocalizacin y la creciente burocratizacin de las tareas productivas o, simplemente, el recuerdo de la maldicin bblica o el peso de la historia del pensamiento sobre el trabajo por cuenta ajena, le han restado el atractivo necesario para convertirlo en el centro donde ejercer el impulso competitivo de supervivencia que haba caracterizado siempre a los homnidos. El lector tiene perfecto derecho a querer aclarar una contradiccin que salta a la vista. En qu quedamos? La historia de la evolucin muestra la evidencia de una trama cooperativa entre sus agentes, o un impulso declarado de competitividad que nutre la seleccin natural? La respuesta es menos compleja de lo que aparenta. Los dos principios estn presentes en la historia de la evolucin, el primero referido, fundamentalmente, a los organismos, y el segundo a las especies. El impulso innato de competitividad no est reido con actuaciones de colaboracin por motivos estrictamente egostas cuando la propia supervivencia lo exige. Los dos principios constituyen aspectos distintos de la seleccin natural darwiniana. En ningn caso se puede subestimar la necesidad evolutiva de disponer de un escenario donde ejercer adecuadamente el impulso ancestral de competitividad, ya sea en la persecucin de una presa que muchos codician, en la bsqueda de la belleza que disean muchos, en la fabricacin de un producto que varias naciones destinan a un mismo mercado, en la adaptacin de ideas dispares, incluidas las religiosas, a su entorno, o en las diferentes tribus o familias que compiten por el mismo territorio. De hecho, una de las principales fuentes del aumento de la ansiedad y la depresin que constatan los especialistas, junto al aumento del bienestar econmico, puede residir en la continuada prdida de esplendor de los teatros tradicionales donde se interpretaba el impulso de competitividad: las naciones, las religiones, la familia y el trabajo. Muchos trabajos no slo han perdido su creatividad de antao y se desarrollan en espacios nada seductores, llenos de gente txica que contamina el ambiente con su incapacidad para trabajar en equipo o con sus psicopatas, sino que prevalece una creciente sensacin de impotencia para incidir en el perfil del producto, la empresa, la sociedad o lo que ocurre en el resto del mundo. Se han desdeado de manera escalofriante las consecuencias de no poder ejercer el instinto primario de competicin, que se remonta a los tiempos primordiales de la especie. Entre estas consecuencias figura, por supuesto, la derivacin casi exclusiva del espritu de competitividad hacia otros teatros ajenos, como los deportes colectivos. Tercera: como se avanzaba en el captulo anterior al comentar el experimento sobre la impotencia aprendida, el efecto sobre el sistema inmunitario y emocional de una situacin en la que no se controlan en absoluto los acontecimientos es sencillamente catastrfico. Si en el puesto de trabajo impera la conviccin de que, hagas lo que hagas, no tiene ninguna relevancia para tu futuro individual y colectivo, los niveles de felicidad se vern afectados. Por ltimo, el nico descubrimiento positivo reciente sobre la relacin entre el trabajo y el nivel de felicidad es la constatacin de los beneficios innegables que dimanan de aplicar al trabajo las propias virtudes o habilidades. Una vez asumido que el trabajo est mal repartido, si el sujeto consigue aplicar a un trabajo poco satisfactorio algunas de sus cualidades innatas o adquiridas, su nivel de bienestar y satisfaccin aumentar. Valga como ejemplo el de un conocido mo que es recepcionista de una entidad bancaria y se las apaa para ejercer, por lo menos parcialmente, sus grandes dotes de comunicador. En cierto modo, me recuerda la ancdota del lagarto mexicano que me cont en una ocasin Seligman para convencerme de que no existen atajos para la gratificacin. El lagarto se lo haban regalado a Julian James, un doctor amigo suyo, compaero de la universidad. El reptil mexicano estuvo a punto de morir de inanicin a pesar de los esfuerzos de su nuevo dueo por alimentarle con frutas tropicales, que el lagarto despreciaba olmpicamente, desde su atalaya... Hasta que un da, por casualidad, cay a su lado un bocadillo cuidadosamente envuelto en papel de plata que le oblig a ejercer sus dotes de rastreador nato. Para alcanzar el bocadillo escondido en el envoltorio, el lagarto no tuvo ms remedio que aplicar su competencia innata. Esos lagartos aadi Seligman ni comen ni copulan a menos que hayan usado los puntos fuertes ms importantes del repertorio que les ha dado la evolucin. Y nosotros tambin somos as: no creo que podamos tener gratificacin mediante atajos. El segundo mito: la salud El siguiente factor externo de la felicidad que tambin lleva a engao es la salud individual. Un clamor general le atribuye, equivocadamente, una influencia decisiva que slo se explica partiendo de la ambigedad implcita en las dos definiciones de salud ms exitosas que conozco: la de la Organizacin Mundial de la Salud, que la define como un estado completo de bienestar fsico, mental y social y no slo la ausencia de afecciones y enfermedades, y la definicin, todava ms optimista y potica si cabe, propuesta en el dcimo congreso de mdicos y bilogos en lengua catalana, que entienden la salud como una forma de vida autnoma, solidaria y gozosa. Pero la verdad es que todos los experimentos y encuestas realizados demuestran que slo las enfermedades particularmente graves tienen un impacto negativo en las tasas de felicidad. Las condiciones objetivas de salud no influyen demasiado sobre la felicidad, a diferencia de la salud mental y los sentimientos. Mucha gente da por sentada su buena salud y no se siente ms feliz por ello, mientras que la gran mayora de enfermos suele soportar con entereza sus problemas sanitarios incluso, un porcentaje elevado de tetrapljicos consiguen, con el tiempo, recuperar un estado anmico compatible con su difcil entorno. En cambio, los hipocondracos se aferran a la miseria de su infelicidad aunque gocen de buena salud. En una visita al esplndido Museo de la Guerra de Londres, recuerdo la reproduccin de la escena real de un soldado saliendo repentinamente de una trinchera, durante la Primera Guerra Mundial, para atacar en solitario al enemigo. La escena nocturna, con el fragor del estallido ininterrumpido de las bombas al fondo, recrea incluso el olor caracterstico de las trincheras con un realismo sobrecogedor. De inmediato me asalt la pregunta: qu resortes podan mover al soldado a arriesgar su vida de esta manera? Preservar su salud no deba figurar, desde luego, en su tabla motivacional. En el extremo opuesto est la situacin en la que se estimula el proceso automtico de la risa haciendo cosquillas. Se caer en la cuenta de que es comn identificar como las partes ms sensibles del cuerpo la palma de la mano o la axila. Pero a nadie se le ocurre elegir el lugar ms sensible de todos, el cuello, por una razn muy sencilla: tocar por sorpresa el cuello de una persona, lejos de causarle risa, activa una reaccin brusca de autodefensa. Ni en pleno trance de la risa, se abandona la idea de sobrevivir. Cuando una manada de antlopes huye de la persecucin de una leona, el principal adversario del ms rezagado no es la leona, sino el antlope que corre ms deprisa. Ahora bien, los antlopes no estn preocupados por su salud, sino por salvar la vida. Cuando nuestros antepasados se quedaban paralizados y con los pelos de punta ante el ataque de una hiena era la postura ptima para tener alguna posibilidad de no entrar en el campo visual de la fiera, no pensaban en su salud, sino en su supervivencia. Quisiera relatar un recuerdo personal que ilustra lo dicho. El intento, felizmente fallido, de secuestro y golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 me pill dentro del Congreso de los Diputados. De todos los presentes en el recinto constitucional, slo tres personas no se tiraron al suelo, violando las instrucciones a gritos de los sublevados que disparaban al aire con las armas en la mano. Qu pensaste en aquel momento, Eduardo? me pregunt, tiempo despus, mi compaero de escao, el entonces ministro Po Cabanillas, un hombre para quien la inteligencia y el sentido del humor eran inextricables. Cmo es posible que habiendo estado veinte aos fuera de Espaa se me ocurriera regresar en este preciso momento? fue mi respuesta. Pero aos despus, a solas, reflexionando sobre aquella tarde y noche seguramente intentando desentraar algo que nunca dej de interesarme: por qu slo el presidente Adolfo Surez, el general Gutirrez Mellado y Santiago Carrillo permanecieron sentados, record qu estuve pensando: en un juego puramente geomtrico. Echado en el suelo, protegindome las sienes con las manos de las balas perdidas, mi mente estaba concentrada en resolver un juego: por cul de los resquicios entre el pulgar y el ndice, el ndice y el corazn, el corazn y el anular, o el anular y el meique, penetrara la bala? Ms de una dcada despus, mis amigos neurlogos me dieron la clave de la actitud de Surez, Gutirrez Mellado y Carrillo: los tres recurrieron a su cualidad innata ms sobresaliente. Con toda probabilidad, su valenta se haba fortalecido a lo largo de aos de entrenamiento en situaciones lmite, unos aos que, cada uno en su campo, les haban preparado para que las sugerencias de la razn prevalecieran, excepcionalmente, sobre el inconsciente. Lo interesante de estos ejemplos es que en ninguno de ellos aparecen reflejos de salud. La constante son los mecanismos emocionales destinados a proteger la vida, a garantizar la supervivencia. En nuestro sistema emocional no tenemos construidos los resortes para proteger la salud, sino la vida. Incluso el instinto de repugnancia ante la ingestin de sustancias podridas est ms encaminado a preservar la vida que la salud. Es lgico que, en una especie con una esperanza de vida de tan slo treinta aos hasta hace muy poco, ni la salud ni la bsqueda de la felicidad fueran objetivos suficientemente necesarios para destinarles los escasos recursos que absorban, casi exclusivamente, la salvaguardia de la vida y la perpetuacin de la especie. El cuidado de la salud es una tarea que empieza justamente ahora, con la sbita triplicacin de la esperanza de vida, que an no ha dejado rastro en nuestro sistema emocional. Por tanto, que nadie busque, por ahora, huellas o pruebas de las relaciones entre la salud y la felicidad. Todo lo anterior no es bice para que las enfermedades sean el indicador ptimo de las desigualdades sociales. Los estudios realizados a lo largo de treinta aos por Michael Marmot demuestran, justamente, lo que Robert Sapolsky puso de manifiesto respecto a los primates: la salud y no slo de los pobres depende del lugar ocupado en la jerarqua social. El tercer mito: la familia Se trata de otra muestra de cmo los deseos o las creencias pueden estar en contradiccin con la realidad. Aunque se suela decir que los nios son una de las mayores fuentes de alegra de la vida, las investigaciones recientes revelan que cuidar de los nios no es ni divertido, ni contribuye significativamente a la escala de felicidad, sino al contrario. Si contabilizamos todo el tiempo que los padres pasan con sus hijos dice Norbert Schwarz, catedrtico de Psicologa de la Universidad de Michigan, el cuadro no es muy positivo. En la escala de preferencias de Kahnemann, educar a los hijos figura detrs de llevar una vida social, comer, ver la televisin o echar la siesta, entre otros. De hecho, cuidar de la prole es una tarea obligatoria y el nimo que muestra la gente cuando se ocupa de realizar dicha tarea no es particularmente positivo si se compara con otras actividades. En cambio, se suele disfrutar mucho ms de lo que se est dispuesto a admitir al principio del tiempo pasado con otros familiares. Tal vez los nios, como el sexo, representen ideales que inspiran y movilizan al ser humano, pero que a menudo no cumplen las expectativas generadas, o slo las cumplen de forma ocasional o parcial. Pero sigamos con otros temas polmicos que forman parte del tercer mito familiar: el divorcio. Un estudio reciente llevado a cabo por la Universidad de Chicago contradice la creencia popular segn la cual el divorcio siempre hace ms felices a los cnyuges en crisis. La realidad es ms sutil: slo la mitad de los divorciados dicen ser felices cinco aos despus de su divorcio, frente al grupo que aguant estoicamente su crisis matrimonial, del cual dos tercios es feliz cinco aos ms tarde. Curiosamente, de las mayores crisis pueden esperarse los cambios ms positivos. As, el ochenta por ciento de la faccin ms descontenta del grupo en crisis super sus diferencias cinco aos ms tarde, alcanzando el porcentaje ms elevado del conjunto. El estudio tambin concluye que el divorcio no reduce los sntomas de depresin, ni mejora la autoestima en comparacin con los que siguen casados. El cuarto mito: el dinero Aunque esta variable ser objeto de un anlisis ms detallado en el captulo 7, al estudiar las formas programadas o los atajos de la felicidad, adelantamos aqu la conclusin principal. Todas las investigaciones realizadas hasta la fecha apuntan al mismo resultado: por debajo de los niveles medios de subsistencia, es decir, cuando los niveles de renta no alcanzan el mnimo imprescindible para sobrevivir, el dinero da la felicidad. Aparentemente, esta forma de alcanzar la felicidad es muy atractiva ya que supone que la felicidad es un bien que se puede comprar. Sin embargo, existen dos limitaciones que cuestionan la capacidad del consumismo de dar felicidad. Por una parte, resulta que a medida que aumenta el nivel de la renta, tambin crece el nivel considerado necesario para volver a sentir placer. Y, por otra parte, la tendencia a compararnos socialmente con los dems genera grandes dosis de frustracin que la escalada del dinero no puede apaciguar. De ah que a partir de los niveles de renta situados en el promedio social resulte imposible establecer una correlacin positiva entre el aumento de renta y el de la felicidad. Es ms, como seala, entre otros, Daniel Gilbert, catedrtico de Psicologa de la Universidad de Harvard, la ampliacin de la gama de eleccin que ofrece un poder adquisitivo mayor genera ms ansiedad a la hora de elegir y un sentimiento de zozobra despus de la eleccin, al temer haberse equivocado. En suma, generalmente el aumento del poder adquisitivo no significa que se sea ms feliz, sino que a veces incluso afecta negativamente al nivel de felicidad. el quinto mito: la educacin La educacin puede determinar la estabilidad emocional y la capacidad innovadora del grupo al que se transmite el conocimiento. En un captulo anterior se analizaron los defectos de un sistema educativo centrado exclusivamente en el impulso innato de la competitividad, en detrimento de la prctica de colaborar heredada de la historia de la evolucin. Pero cuando se trata de correlacionar los niveles individuales de educacin y los niveles de felicidad, los datos, de nuevo, no dan la razn a nadie. Los investigadores de la escala de bienestar aseguran que la capacidad de disfrute de los encuestados no slo no est demasiado condicionada por su nivel educativo, sino que otros factores como el temperamento o la calidad del sueo son mucho ms determinantes. No se est descubriendo nada nuevo. Quin no ha conocido algn erudito txico? Cuando me encuentro con uno de ellos, siempre me acuerdo del iaio Monget, que a sus setenta aos an cultivaba la vid y la huerta y contemplaba el fluir del ro desde una silla de mimbre delante de la puerta de su casa, en su pueblo natal de Vilella Baixa. Quin es ms feliz y sabio? El iaio Monget, claro. Pero existe otra razn que explica la sorprendente ausencia de correlacin entre la formacin terica o acadmica y la felicidad, a la que apuntaba en un libro anterior titulado Adaptarse a la marea. Desgraciadamente, para aprender y tomar decisiones slo contamos con el conocimiento gentico, el revelado, el aprendido y el cientfico. No existen otros. El primero salv muchas vidas de nuestros antepasados. Gracias al miedo instintivo a las serpientes y a las araas, fueran o no venenosas, el autor de este libro y sus lectores pueden reflexionar conjuntamente. Sin ese conocimiento gentico, nuestros antepasados no habran sobrevivido ni nosotros hubiramos nacido. Pero todos convendrn conmigo que en la Quinta Avenida de Nueva York, en el Paseo de Gracia de Barcelona o en la Puerta de Alcal de Madrid este conocimiento resulta bastante irrelevante. Descartemos el conocimiento revelado, puesto que slo est dirigido a los que lo aceptan como tal, que no representan la inmensa mayora, y no todos los que comulgan con l tienen el mismo grado de formacin. El conocimiento aprendido, el que nos han enseado en la escuela es, en su mayor parte, infundado. Basten algunos ejemplos a ttulo de recordatorio: estamos programados para morir reza el conocimiento aprendido, pero los genetistas todava no han encontrado el gen diseado para producir la muerte del organismo. El envejecimiento y la muerte se desencadenan cuando en la lucha entre las agresiones a nuestro entramado celular y los esfuerzos reparadores y regeneradores prevalecen las primeras. Ningn gen determina que esta contienda deba tener un fin tan acelerado. Otro ejemplo: todos mis amigos fsicos me dicen, Eduardo, un 90 por ciento de la realidad es invisible, mientras que casi todos los empresarios se comportan como si slo se les escapara un 10 por ciento de la realidad y conocieran muy bien el 90 por ciento de sus proyectos. Qu raro que la verdad del Universo no sea verdad en nuestra vida particular! Y un ltimo ejemplo: de pequeo me ensearon que la mujer proceda de una costilla de Adn, aunque mis amigos bilogos moleculares, como Margarita Augier, de Washington DC, me dicen lo contrario, es decir, que, en realidad, los hombres nacemos del feto femenino. La lista es interminable pero es fcil llegar a la conclusin de que la mayor parte del conocimiento aprendido es infundado. Qu decir respecto al conocimiento cientfico? Probablemente, la irrupcin del conocimiento cientfico en la cultura popular ser el acontecimiento ms revolucionario de los ltimos dos siglos. Se trata de un conocimiento extremadamente humilde, porque est sometido a la experimentacin y la prueba y no caben grandes pronunciamientos basados en la fe o la autoridad divina. Es un conocimiento fundado, primordialmente, en preguntar a la naturaleza en lugar de a las personas. Por qu se produce el calentamiento del planeta? Por qu un tumor cancergeno se comporta como una clula terrorista que no escucha al resto de la comunidad de la que forma parte y sigue dispuesta, erre que erre, a que el andamio su propio andamio, que la cobija se desmorone? Qu tipo de comunicacin se establece entre el cerebro heredado de los reptiles y las capas desarrolladas despus en el neocrtex? Por ltimo, el conocimiento cientfico aspira siempre a evaluar y cuantificar lo que est ocurriendo. Existen pruebas suficientes de que este tipo de conocimiento se adapta mejor a las aspiraciones de la especie humana que los anteriores, pero an es muy tierno, es extremadamente joven y necesita tiempo para consolidarse. No es extrao que el nivel de educacin y el de felicidad apenas estn correlacionados. Hasta hoy, la educacin ha versado, fundamentalmente, sobre los otros tipos de conocimiento. Es probable que dentro de un millar de aos los cambios culturales, como saben los paleontlogos, son de una morosidad extrema, surjan, por fin, paralelismos entre las lneas de la felicidad y del conocimiento. el ltimo mito: el grupo tnico Mi yerno, Carlos Moro, conoce tan profundamente la India como su hermano Javier, su to Dominique Lapirre, y la hija de ste, todos ellos escritores implicados de alguna manera con la fundacin para leprosos patrocinada por el patriarca. En ms de una ocasin les he odo decir que, a pesar de su extrema pobreza, los indios son ms felices que la mayora de europeos. No es la primera vez que oigo esta opinin. Determina la pertenencia a un grupo tnico las relaciones especficas de este grupo con la felicidad? Qu se entiende por grupo tnico? Nada menos que un 85 por ciento de las existencias globales de variantes genticas se pueden encontrar en el seno de una misma poblacin, ya sean etopes o franceses. Eso ha conducido a una de las revelaciones antropolgicas ms importantes de este siglo: la gran mayora de variantes no siguen la pauta, ni mucho menos, de lo que se entenda por razas en el pasado. Un 8 por ciento de estas variantes genticas explicara las diferentes apariencias nacionales entre, pongamos por caso, un ruso y un espaol. Slo quedara un 7 por ciento de variantes que deberan explicar por qu los nacidos en un continente tienen los ojos rasgados y los otros no, por ejemplo. No basta con atribuir nicamente la diferencia tnica continental a la disparidad de climas. Puede ser cierto que el origen de los ojos rasgados sea un clima ventoso y fro que obligaba a sus moradores a proteger sus retinas manteniendo los ojos semicerrados. La causa pudo ser sta, pero el mecanismo de la seleccin natural habra pasado, necesariamente, por mutaciones genticas aleatorias. Los genes de personas con esta mutacin gozaran de una ventaja adaptativa con relacin al resto que acabara convirtiendo a ese tipo de mutantes en mayoritarios en las existencias genticas. A estas variantes se las conoce con el nombre de marcadores informativos ancestrales. Aunque los cientficos han empezado a estudiarlas con el propsito de hallar las bases genticas de determinadas enfermedades, como la diabetes de tipo 2, que se extiende ms en unos continentes que en otros, la realidad es que el miedo legtimo a alimentar los vestigios racistas ha alejado muchos recursos e inteligencias de esta va de investigacin. El resultado de lo anterior es que si la ciencia todava est muy lejos de poder asignar marcadores informativos ancestrales al origen de determinadas enfermedades diferenciadas por continentes, an resulta ms remota la posibilidad de identificar las causas genticas de comportamientos distintos durante el viaje a la felicidad de etnias dispares. Sencillamente, la ciencia ni siquiera tiene un argumento o dato al respecto. Hasta que no se demuestre lo contrario, el escritor Dominique Lapirre, como muchos lectores de vuelta de un viaje a la India, puede seguir manteniendo, sin que nadie pueda rebatir cientficamente sus argumentos, que la vida en aquel subcontinente, o ms probablemente la influencia del budismo y el yoga en la bsqueda de la paz interior, s muestra una relacin superior al promedio mundial entre la felicidad y el grupo tnico, ms all de las catstrofes naturales o la pobreza. Cul es el momento ms feliz de la vida de una especie de lepidpteros reflectantes caractersticos de Tailandia? Todas las noches, en los ros de Tailandia que llevan al mar, miles de mariposas macho se concentran en las ramas de los rboles y comienzan a emitir rfagas de luz. Al comienzo lo hacen de forma totalmente desordenada. Emiten sus fogonazos en plena noche de manera aleatoria. Sus emisiones empiezan por grupos pequeos de tres o cuatro hasta que al cabo de una hora, aproximadamente, miles de mariposas, a lo largo de ms de un kilmetro, se han coordinado para desprender de manera sincronizada sus destellos de luz. Si nos pudiramos poner en la piel de aquellos lepidpteros descubriramos, con toda seguridad, que ese preciso instante es el ms feliz de todo el da. La mariposa en cuestin no slo emite luz, sino que tambin puede ver y su sistema nervioso se ajusta de manera inconsciente para acelerar o retrasar su controlador interno en cuanto atisba un destello de luz, hasta que se produce la armona de todo el colectivo. A finales de la dcada de los setenta, una mujer llamada Genevive Sweats observ que cada verano, cuando regresaba de la universidad para pasar las vacaciones con su familia, el ciclo menstrual de sus hermanas se sincronizaba con el suyo. Cuando los cientficos estudiaron el caso descubrieron la existencia de una sustancia qumica, perfectamente inodora, que se generaba en la axila de Genevive, y decidieron realizar el siguiente experimento. Con un algodn recogieron muestras de la sustancia qumica y luego se la aplicaron suavemente en el labio superior de otras mujeres situadas a miles de kilmetros de distancia, sin parentesco alguno con la curiosa veraneante. En pocos meses su ciclo menstrual se haba sincronizado sin conocerse siquiera. Un ltimo ejemplo, esta vez del mundo fsico: si se calienta un recipiente con agua, se desprende vapor de agua, es decir, un gas en el que las molculas pueden entrechocar entre s yendo cada una a su bola. Si se enfra el recipiente, el gas se transforma en lquido y las molculas siguen separadas entre s pero se dan la mano. Si la temperatura sigue disminuyendo, llegar un momento en el que las molculas decidan no cambiar de pareja de vez en cuando, sino organizarse en forma de cristales hexagonales maravillosos, los copos de nieve. Del ms puro desorden, pues, emerge el orden. La decisin de darse la mano o de formar enlaces no procede del exterior, no es impuesta, sino que las molculas tienen la capacidad de autoorganizarse. En otras palabras, le estoy sugiriendo al lector que no debe desanimarse al contemplar el balance ms bien parco de haber investigado la incidencia de los factores externos como el trabajo o la salud en los niveles de felicidad. La falta de soluciones concretas no se debe en absoluto a que el autor haya escatimado esfuerzos, lecturas o reflexiones. Podra ocurrir que el desorden no estuviera en el Universo, sino que la ignorancia nos impidiera aquilatar todava de qu manera se fragua el orden. Intuyo una posibilidad no sugerida todava por otros pensadores, que tiene muchos visos de viabilidad: no ser la felicidad una emocin transitoria que se rige por los principios de los sistemas complejos, tambin llamados caticos por cientficos como Steven Strogatz, catedrtico de Mecnica Terica y Aplicada de la Universidad de Cornell? El preciso instante en el que todas las mariposas de Tailandia emiten destellos a la vez; el da que las mujeres desperdigadas por todo el mundo pero que forman parte de una misma red de feromonas coinciden en su ciclo menstrual; el instante en el que seis molculas de agua deciden no seguir agarradas de la mano y forman un cristal maravilloso, o el tiempo efmero en el que sentimos el gozo de la felicidad, acaso no sern fruto de mecanismos idnticos, caractersticos de procesos llamados caticos o complejos? Qu falta de humildad pretender que podemos culpar a un nico factor externo de la ausencia de felicidad, sin saber todava ni por qu ni cundo un granito ms de arena aadido al montn apilado en la playa por mi nieta har que ste se derrumbe estrepitosamente! En verano de 1960 la primatloga Jane Goodall lleg a orillas del lago Tanganika, al este de frica, para estudiar a los chimpancs, con el beneplcito y las instrucciones de su maestro, el famoso paleontlogo Louis Leakey: Ha llegado la hora le dijo Louis Leakey poco tiempo despus de que Jane descubriera, como Jordi Sabater Pi, de forma paralela, que los chimpancs tambin saban fabricar herramientas de volver a definir qu es una herramienta, de redefinir qu es un humano o de aceptar que los chimpancs son humanos. Estudiando a los chimpancs se pretenda profundizar en el origen y la naturaleza de los humanos. Hace unos aos, la multinacional Sony me invit junto a otros especialistas a estudiar los mecanismos de aprendizaje de los robots con la intencin de comprender mejor el proceso de aprendizaje de los humanos. Con idnticos motivos, en el captulo siguiente se debatirn con Robert Sapolsky los mecanismos emocionales comunes a los chimpancs y los homnidos que estn en la base de los traumas provocados por el ejercicio abyecto del poder poltico. Captulo 6 Las causas de la infelicidad en las sociedades complejas El ejercicio abyecto del poder poltico Las llamadas sociedades complejas en las que nos ha tocado vivir estn basadas, fundamentalmente, en el conocimiento, por una parte, y en un grado de interconectividad, por otra, que las hace muy vulnerables. Se podra alegar que, lejos de gestionar sociedades del conocimiento, todava estamos gestionando la ignorancia. Sobran ejemplos de hasta qu punto los dirigentes polticos y los lderes sociales se limitan a gestionar la ignorancia de los dems. Tampoco creo que haya muchas dudas en el hecho de que la revolucin de las comunicaciones ha transformado el grado de complejidad de la interconectividad planetaria. Pues bien, en las sociedades complejas se dan tres factores que nutren el descontento y la infelicidad: el ejercicio abyecto del poder poltico, la disparidad entre los ndices de crecimiento econmico y de la felicidad, y lo que yo llamo la sociedad de las averas. Charles Darwin describa as los signos fsicos del miedo: los ojos y la boca abiertos, ceo fruncido, msculos paralizados, respiracin sostenida, aceleracin del pulso, postura agazapada, extrema palidez, transpiracin fra, pelos de punta, irregularidades de la glndula salival que provocan sequedad de boca, temblores, fallos de la voz, pupilas dilatadas y la contraccin de los msculos del cuello. Son las seales inequvocas de esta emocin bsica, el miedo, que, con toda probabilidad, subyace en el origen del arte, la religin y la poltica desde hace unos treinta mil aos. La tesis de este captulo es que la felicidad es, ni ms ni menos, la ausencia de miedo. Punto. En el Paleoltico, la principal amenaza para las escasas y diseminadas poblaciones eran las guerras tribales, pero tambin, y sobre todo, la muerte causada por el fro glacial, el ataque de una fiera, los estragos de la vejez a los treinta aos o infecciones absolutamente imprevistas e incomprensibles. El miedo a la muerte espole la bsqueda de amparo en las primeras religiones y expresiones artsticas, y tanto la religin como el arte cimentaron la anhelada proteccin con el establecimiento del poder poltico. Es inslito e incomprensible que dos de las tres invenciones ms sofisticadas y de mayor impacto de la mente humana la religin, la poltica y el arte, a los que se podra aadir la ciencia, nacidas, justamente, para proteger a los homnidos del miedo, se hayan vuelto instrumentos de terrores indecibles y hayan permanecido ajenos por completo a las ansias primordiales de felicidad para cuya consecucin se alumbraron. Como apuntaba, se podra aadir la ciencia si se recuerda que para los filsofos y cientficos desde Aristteles hasta finales del siglo xx prcticamente, hasta Antonio Damasio, las emociones representaban la irracionalidad cuyo estudio y experimentacin deban evitarse a toda costa. La receta para una convivencia feliz que propone Platn en su clebre Repblica en el ao 375 a.C, que tanto ha impregnado el pensamiento occidental, a cualquier analista moderno le parecera un manual de sadismo. Casi veinte siglos despus, en 1515, uno de los grandes reformistas del pensamiento poltico, Toms Moro, sugera que a la gente se la debera forzar a abandonar sus casas para que no se emocionaran con los objetos y recuerdos acumulados. En La Ciudad de Dios, escrita en el siglo v, San Agustn describa el triunfo del alma sobre el cuerpo en la otra vida: El placer de morir sin pena bien vale la pena de vivir sin placer. En los tratadistas polticos o religiosos de antao, pues, los humanos no encontraron ningn refugio ni consuelo, ni gua para la felicidad. Y mucho menos lo hallarn en las colecciones que algunas editoriales han publicado sobre los maestros del pensamiento que, supuestamente, se ocuparon de la felicidad. Hoy da, en cambio, la ciencia se ha conciliado con el estudio de la felicidad. Una pltora de sus mejores representantes, como Daniel Gilbert, Martin Seligman, Daniel Goleman, Antonio Damasio, Joseph Ledoux, Daniel Kahneman, Csikszentmihalyi y muchos otros, han prestado sus laboratorios para profundizar en los mecanismos del miedo y la felicidad. Entre los tratadistas ms sensibles al mundo de la poltica ya han surgido voces, como el economista Richard Layard de la London School of Economics, alertando a los polticos de que no sigan ignorando el tsunami milenario de la bsqueda y la consecucin de la felicidad. Tiene razn, porque las tcnicas modernas para auscultar el sentimiento de la opinin pblica han permitido extraer una conclusin irrefutable: una reduccin de dos tercios de los ingresos provoca un declive del ndice de felicidad de slo dos puntos en una escala de diez a cien; pero la degradacin de las libertades polticas acarrea un cataclismo en los niveles de felicidad individual idntico al de un divorcio, el paro o el deterioro de la salud. Los estudios realizados por los profesores Bruno Frey y Alois Stutzer han confirmado los resultados de un experimento con seis mil ciudadanos suizos. Los ndices de felicidad aumentan en funcin del mayor grado de participacin individual de los ciudadanos en las tareas polticas. De hecho, no todos los cantones suizos ofrecen los mismos mrgenes de libertad. En trminos monetarios, un aumento determinado en el grado de participacin equivala, en una de las encuestas, a ganar ms del triple del sueldo. Se trata de un hecho sorprendente y totalmente incomprensible para los que nunca se ocuparon de velar por la felicidad de sus ciudadanos. Un encuentro con Sapolsky Robert Sapolsky, neurlogo de la Universidad de Standford, en Estados Unidos, debe ser el nico a quien no le han extraado las estadsticas en cuestin sobre las relaciones entre el poder poltico y la felicidad en la vida moderna, porque ha sido el primero en calibrar la misma relacin en el hombre primitivo. Antes de los experimentos de Sapolsky, nadie entenda la razn por la que los pobres sufren una mayor incidencia de accidentes cardiovasculares y de reuma, entre otras enfermedades, que los ricos, y todava menos que la diferencia se mantenga entre los pobres que se han enriquecido. A base de descartar hiptesis, Sapolsky lleg a la siguiente conclusin: el colectivo ms desamparado de la poblacin transmite durante varias generaciones la marca de los estragos fisiolgicos sufridos por el ejercicio abyecto del poder poltico. Tanto los estudios sobre el funcionamiento de la democracia participativa en los cantones suizos y sus relaciones con los ndices de felicidad, como las conclusiones de Sapolsky, son aldabonazos que pregonan cambios inaplazables en el poder poltico. No obstante, nadie parece haberlos escuchado. Salvo los lectores de El viaje a la felicidad, porque su autor, tras analizar las investigaciones de Sapolsky, decidi buscarle hasta encontrarle en las cercanas de Stanford, en California. Fue uno de los encuentros dialcticos ms gratificantes de un recorrido ya largo por todo el mundo, preguntando a ms de un millar de singulares cientficos que podan tener parte de las respuestas a las preguntas de siempre. Eduardo Punset: Empecemos hablando del estrs y de cmo afecta a mi cuerpo y a mi mente. Cuando un agente estresante altera lo que t llamas alostasis de momento yo lo llamar equilibrio, automticamente la glndula maestra de mi cerebro empieza a segregar hormonas para recuperar el equilibrio sin que yo sea consciente de ello. Puedo entender que el cerebro les ordene a mis dedos que se muevan, pero cmo es posible que el cerebro inicie por su cuenta el complejo proceso de deshacerlos efectos del estrs en mi cuerpo ? Robert Sapolsky: Bueno, a veces se trata de un proceso muy complejo. Ests tranquilamente sentado y de repente piensas: Cuntos das me quedan para cumplir el plazo? Oh, no! Slo me quedan cuatro das! De repente eres presa de una reaccin de estrs. A veces es debido a lo que hoy en da se llama el preconsciente. Los procesos preconscientes pueden desencadenar una respuesta de miedo sin que uno sea consciente de ello. Una de las cosas que se han observado en pacientes con patologas estresantes postraumticas es que, de repente, en su entorno puede haber algn estmulo que despierte sus miedos sin que ni siquiera sean conscientes de ello... Oh, esta voz se parece a la de la persona que me hizo eso, o se parece al callejn oscuro donde me ocurri eso. Basta con un estmulo preconsciente para que de pronto el corazn empiece a latir aceleradamente y la persona sea invadida por una sensacin de pnico sin ser necesariamente consciente de por qu le est ocurriendo. E.P.: Es sorprendente! Simplemente, ocurre pensando, dejando que la mente le devueltas a algo. Puedo comprender perfectamente que este proceso restaurativo se inicie si me encuentro con un len en la esquina, pero lo sorprendente es que simplemente imaginando que aparece un len ya se ponga en marcha el sofisticado proceso que describes en tu libro Por qu las cebras no tienen lcera? Y no slo las hormonas me preparan para mi encuentro con el len, al que ni siquiera he visto, sino que adems se inhiben procesos fisiolgicos enfocados al largo plazo, como la inmunidad o el deseo sexual. Mi pulsin sexual disminuye simplemente porque estoy imaginando un len a la vuelta de la esquina. Es increble! R.S.: Es un proceso que tiene sentido si se estudia el estrs desde el punto de vista de un animal, y no desde la perspectiva de un ser humano occidental. Para un mamfero cualquiera, el estrs significa que algo est muy centrado en devorarte en los siguientes dos minutos, o que uno est muy decidido a comerse a otro en los prximos dos minutos, y en este lapso el cuerpo hace exactamente lo que debe hacer: utilizar toda la energa almacenada para activar los msculos apropiados, aumentar la tensin arterial para que la energa fluya ms deprisa y, como mencionabas, desactivar todo tipo de proyectos a largo plazo. Si te persigue un len, escoges otro da para ovular, retrasas la pubertad, ni se te ocurre crecer, ya digerirs ms tarde, pospones la fabricacin de anticuerpos para la noche, si todava ests vivo... Se trata de eliminar todo lo que no sea esencial. Y, claro, el problema es que nosotros, como primates muy sofisticados que somos, podemos iniciar exactamente el mismo proceso de respuesta al estrs a raz de un estado psicolgico, de un recuerdo, una experiencia, una emocin, pensando en algo que puede ocurrir dentro de treinta aos o que tal vez no ocurra nunca, pero iniciamos la misma respuesta al estrs. El meollo de la cuestin es que desencadenar este proceso durante tres minutos para salvar la vida es perfecto, pero si no lo haces de forma sistemtica, por razones psicolgicas, aumenta las posibilidades de enfermar. E.P.: Esto ha ocurrido durante miles de aos. Es cierto que este proceso ya exista hace 60.000 aos? Tena las mismas consecuencias? Es tan til hoy como entonces? R.S.: De entrada, yo dira que ms bien se remonta a unos cien millones de aos. Incluso podra apostar a los cientficos nos encantan este tipo de apuestas, porque son imposibles de comprobar a que los dinosaurios tenan respuestas hormonales al estrs muy similares a las nuestras. Los lagartos, los peces, los pjaros... todos tienen la misma respuesta ante los factores estresantes. Es un sistema muy antiguo. Como apuntabas, hace 60.000 aos, o tal vez ms, nos convertimos en primates suficientemente sofisticados para desencadenar el proceso por razones psicolgicas, pero claro, 60.000 aos, en trminos evolutivos, son un segundo. Tenemos un sistema fantstico si ests huyendo para salvar la vida, o corriendo para no perder el autobs, o jugando al ftbol, o haciendo cualquier cosa que tenga sentido para un mamfero cualquiera, pero el sistema es un desastre si te sientas a pensar Oh, Dios mo! Algn da morir o Qu pasa con el calentamiento global? o Cmo pagar las facturas de fin de mes?. En otras palabras, es un desastre si se desencadena a partir de un estado psicolgico de anticipacin. E.P.: Existe el peligro de que reaccionemos a los factores estresantes de forma desproporcionada, en el marco de la vida moderna? Si la gente reacciona de forma exagerada ante los factores estresantes, podra explicarse en parte la proliferacin de actos violentos en el mundo. R.S.: Si examinamos las enfermedades psiquitricas ms comunes, podra decirse que, de alguna manera, se trata de enfermedades de personas que no reaccionan bien ante el estrs. Una de ellas, la depresin mayor, aparece cuando alguien, frente al estrs y a los retos, dice: Me rindo; ni siquiera voy a intentar enfrentarme a esto; no puedo, no tiene solucin... Est completamente subyugado. Pero contestando a tu pregunta, si estudias los casos de personas con desrdenes debidos al estrs, vers que ante un factor estresante intentan reaccionar con una actividad frentica, haciendo mil cosas a la vez, y pase lo que pase, siguen con este ritmo aunque ese factor ya no est presente. Es un estado psicolgico de emergencia perpetua, sin tregua. Yo sospecho algo que sera clave para entender algunos de los aspectos ms negativos de nuestra experiencia social como humanos sobre la tierra; y es que uno de los factores que ms ayudan a aliviar la carga del estrs, tanto para nosotros como para el resto de animales, es hacer infelices a los dems, dirigiendo nuestra agresividad hacia otras personas. Hay mltiples evidencias de que se trata, por desgracia, de una respuesta que ayuda a enfrentarse al estrs, que contribuye a hacer del mundo un lugar mucho peor. Muchos evitan desarrollar lceras a costa de provocrselas a los dems. E.P.: As que una manera de disminuir la ansiedad o la tristeza maligna es ladrar a otra persona y entristecerla. Es lo que hacen los primates, verdad? R.S.: Los primates lo hacen muy bien. Desconozco las estadsticas en Espaa, pero en Estados Unidos existe una relacin inmediata entre las crisis econmicas y el abuso a menores y a mujeres, del tipo Estoy de mal humor, estoy estresado, necesito descargarme sobre alguien fsicamente ms dbil. Por desgracia es tpico de los primates. E.P.: Una psicloga inglesa amiga ma, Susan Greenfield, sostiene que la depresin es el resultado de una introspeccin excesiva, y que funciona como una telaraa. Si no dejas de observarte, terminas enredndote en ella. En este sentido, la depresin sera tpicamente humana, porque ningn otro animal tiene esta capacidad de introspeccin. R.S.: La respuesta cientfica oficial es tal vez. Depende. Es objeto de grandes debates. Se puede observar algo parecido a la depresin humana en los animales, incluidos los primates. Las reacciones qumicas de su cerebro son bastante parecidas. Podra ser el producto de un proceso que nos es familiar, en el que el animal est sentado en su jaula y piensa: Cada vez que hay una descarga elctrica en mi jaula, no puedo hacer nada, nada en absoluto, para evitarla... Y sufre una especie de colapso. Los primates, las especies no humanas y el resto de los animales reaccionan de esta forma, que se parece mucho a nuestra sensacin de impotencia. Pero el nico primate capaz de sentirse impotente y desesperado ante algo que est ocurriendo en el otro extremo del planeta, o de algo que ocurrir dentro de cincuenta aos, es el humano, que puede desplazar este proceso a travs del tiempo y del espacio. La capacidad de conmoverse por hechos que ocurren lejos es caracterstica del ser humano. E.P.: Tal vez sea esta capacidad, incluso ms que el lenguaje o la fabricacin de herramientas, la que ms nos distingue del resto de los animales. Hay algo que me fascina en lo que sugieres a raz de tu extensa investigacin, y es que as como puedes morir vctima del estrs psicolgico, tambin puedes morir de placer. Demasiado placer. Hay placeres que matan. R.S.: S, sa es la parte ms llamativa del tema del estrs. Cuando huyes para salvar tu vida, cuando ests inmerso en una crisis, cmo reacciona tu corazn? Late desaforadamente. Qu le pasa a tu tensin arterial? Se eleva. Igual que cuando vas a tener un orgasmo. Resulta muy llamativo que los mecanismos fisiolgicos que se activan ante reacciones de rabia intensa o las reacciones fsicas extremas ante casos de emergencias son idnticas a los mecanismos que se activan ante situaciones de euforia o de placer extremo. Si mides los ritmos cardacos de una persona, no sabrs si acaba de cometer un asesinato o si ha tenido un orgasmo. Las condiciones fisiolgicas son idnticas. Una de las conclusiones que se desprenden de esto es que alguien con un corazn dbil, con un sistema cardiovascular vulnerable, podra tener problemas en caso de crisis. Me referir, de nuevo, a un caso de naturaleza sexual porque uno de los ejemplos de placer fatal ms comentados, al menos en Estados Unidos, ocurri hace unos doce aos cuando un ex vicepresidente muri presuntamente tras un encuentro sexual con alguien que no era su mujer. El incidente despert la curiosidad de la prensa y los fisilogos lo presentaron como un caso clsico de, como t decas, placer fatal. E.P.: Impresionante! Si estuvisemos en contacto a travs de internet y te pidiese que me dieses nicamente los datos de la frecuencia cardaca, la tensin arterial y los niveles hormonales, podra adivinar a distancia que estabas a punto de morir, pero no sabra si era consecuencia del ataque de un len o por un orgasmo, ya que tienen efectos muy parecidos. R.S.: Es un descubrimiento interesantsimo, que siempre me recuerda las palabras de Elie Wiesel, premio Nobel superviviente de un campo de concentracin, que insista en la necesidad de recordar las lecciones de la historia y deca que lo opuesto del amor no es el odio, sino la indiferencia, lo opuesto del amor es la indiferencia ante los sufrimientos ajenos. Resulta increble comprobar que, fisiolgicamente, el amor y el odio no son opuestos, sino muy, muy parecidos. De ah que, cuando estudiamos el comportamiento de los seres humanos, encontramos indicios de uno de los hechos ms extraos e inusuales en el mundo de los animales no humanos y es que confundimos la sexualidad con la violencia. Este comportamiento no tiene parangn en el mundo de los primates. El amor y el odio no son opuestos fisiolgicos desde el punto de vista cerebral. Son estados muy similares. E.P.: Es extraordinario. En este sentido, quisiera reflexionar sobre cmo el estrs puede afectar a nuestra salud, sin llegar a causar la muerte. Existe un enfoque estrictamente reduccionista de la salud. Me refiero a los que opinan que la salud, o la falta de salud, es el resultado de la accin de microbios y virus, sin ms; si eliminas los microbios y los virus, tu salud mejora. Pero hay quien, como t, advierte que no funciona exactamente as. Hay que comprender las condiciones sociales, ya que el lugar que ocupamos en la sociedad tiene mucho que ver con el nivel de estrs que soporta cada persona. El lugar que ocupamos en la sociedad puede ser fuente de estrs y miseria. R.S.: Es un tema fascinante, de gran trascendencia, que me apasiona aunque casi toda mi vida transcurre en un laboratorio, estudiando la biologa molecular del cerebro. Si estudias una sociedad muy estratificada y competitiva como la norteamericana, por poner un ejemplo, compruebas que existen enormes diferencias en los ndices de salud y esperanza de vida segn la posicin en la jerarqua social. Qu es exactamente el estatus socioeconmico en una jerarqua social humana occidental? No se trata slo de que al pasar de la pobreza a una condicin ms desahogada la salud mejore de repente. Se trata, adems, de que desde el espectro ms bajo, pasando por los sucesivos escalones, existe un nmero ingente de enfermedades que son ms comunes entre la gente ms pobre. Y uno se pregunta, cul es la base de esta curva socioeconmica? Este hecho se ha comprobado en todos los pases europeos por supuesto la situacin es ms marcada en Estados Unidos, pero la respuesta de la gente es bueno, obviamente, los ms pobres no pueden costearse un mdico; es un problema de falta de acceso a la sanidad. Pero no es eso en absoluto, porque est comprobado que los pases con acceso libre y gratuito a la sanidad pblica tienen exactamente los mismas curvas. Aunque fueran al mdico siete veces al da y se hicieran chequeos, no cambiara la incidencia de la enfermedad en cuestin entre los ms desfavorecidos econmicamente. La diabetes juvenil, por ejemplo, presenta la misma curva. As que, de un plumazo, nos quedamos sin la solucin del acceso libre y gratuito a la sanidad pblica. Entonces se podra argumentar que en muchos pases occidentales la gente pobre tiene ms tendencia a fumar, beber en exceso, no hacer ejercicio y comer menos saludablemente. Todo eso, evidentemente, incide sobre la salud. Pero si se estudia teniendo en cuenta estos factores, con el mismo nivel de consumo de cigarrillos y alcohol, sigue existiendo una diferencia en las curvas que reflejan los tipos de enfermedad segn el estrato social. Los factores de riesgo la salud y el estilo de vida slo inciden en un tercio de la curva. Las explicaciones lgicas no bastan. Es preciso tener en cuenta los factores psicosociales. Qu son los aspectos psicosociales? El estrs. Los descubrimientos ms importantes al respecto lo corroboran. En primer lugar, demuestran que el estatus socioeconmico determina en gran medida la salud; aunque un indicador an ms fiable que el estatus socioeconmico es el estatus socioeconmico subjetivo, es decir, cmo crees t que te van las cosas? Existen experimentos increblemente simples en los que se ensea a la gente una escalera con diez peldaos y se le pide que se siten en la escalera en comparacin con otras personas. Esta sencilla medida es un indicador de salud ms fiable que el estatus econmico real de la persona. No se trata tanto de ser pobre, sino de sentirse pobre. El trasfondo de la cuestin es por qu la gente se siente pobre. Por qu la sociedad les hace sentirse pobres? En segundo lugar, descubrimos que no se trata tanto de un problema de pobreza, sino de pobreza en medio de la riqueza. La injusticia, el reparto desigual de la riqueza, es el mayor indicador de que los pobres tendrn mala salud. A nadie le sorprender que en Estados Unidos, el pas con los ingresos ms dispares del mundo, existan las mayores diferencias de salud entre los ricos y los pobres. No se trata, pues, de una visin reduccionista de la salud, sino que est todo ligado con los estados psicolgicos de ser pobre y sentirse pobremente tratado por la sociedad. E.P.: Robert, lo que dices me parece muy importante, novedoso y casi amenazante desde el punto de vista de lo polticamente correcto. Sugieres que si queremos cambiar los efectos negativos de la pobreza, debemos ir mucho ms all del sistema de sanidad pblica; porque sta puede resultar redundante en un contexto de pobreza definida por las desigualdades sociales y polticas extremas. No basta con garantizar el acceso a la sanidad de todo el mundo, en la misma medida que la disfrutan los ricos. Quisiera preguntarte algo en este sentido: para nuestros antepasados, los primates, el factor de estrs era producto del orden jerrquico; el chimpanc dominante poda tratar a los dems injustamente por diversin o, como apuntabas anteriormente, para descargar su estrs a costa de estresar a otros. Pero por lo que deduzco de lo que dices de los humanos, no se trata exactamente de un orden jerrquico, sino de algo que an no has mencionado. Insinuabas que ese factor est relacionado con el ejercicio del poder y de la dominacin, en otras palabras, del poder poltico. Tal vez deberamos reflexionar ahora acerca de cmo se fragu esa sumisin inquietante de los pobres al poder en el caso de los homnidos y no de los chimpancs. R.S.: Es un tema importantsimo, Eduardo, uno de esos temas que cuando lo comprendes te impulsa a querer enarbolar la bandera roja y a correr a las barricadas. Los primates no humanos tambin tienen jerarquas: los animales de los peldaos humildes de esta jerarqua sufren ms estrs, su cuerpo funciona peor y padecen ms enfermedades. Sin embargo, intervienen muchos condicionantes: todo depende de la estabilidad de la jerarqua, del tipo de ecosistema o de la personalidad de los propios animales. Al estudiar los primates no humanos nos encontramos con varios condicionantes que demuestran que son animales muy sutiles. Sin embargo, si estudias el caso de los humanos en las sociedades occidentales, ms o menos industrializadas, socialistas o capitalistas, matriarcales o patriarcales, religiosas o laicas, reaparece esa jerarqua que dicta que si eres pobre, tu salud ser peor. Empiezas a preguntarte si socialmente los humanos son menos sofisticados que los chimpancs y los babuinos. Evidentemente, no. Lo que ocurre es que hace 20.000 aos, los humanos inventaron la agricultura. Hasta entonces ramos cazadores y recolectores, y casi todos los estudios apuntan a que este tipo de sociedades eran extremadamente igualitarias. Pero cuando inventamos la agricultura, inventamos los excedentes, apareci la gente que quera controlar esos excedentes y, as surgi la jerarqua. En esencia, la invencin de la pobreza signific encontrar una forma de dominar a un homnido descendiente de los primates como no haba hecho ningn otro primate en la historia de este planeta. Hemos dado con un mtodo que, simplemente, abusa de la gente. E.P.: As que, en realidad, como acabas de decir, cuando los humanos inventaron la agricultura y la pobreza descubrieron una forma de esclavizar y subyugar a los miembros de los escalones ms bajos de la jerarqua de una forma que ni siquiera los chimpancs u otros primates no humanos haban soado jams. Son ms sutiles que nosotros. R.S.: No cabe duda de que un primate no-humano es suficientemente listo como para pensar: Oh, oh, mira a se al otro lado del campo, me va a dar problemas, y puede tener una respuesta estresante anticipada, que psicolgicamente es muy sofisticada, y puede ser caracterstica de un babuino en la parte baja del escalafn. Pero slo un humano pobre puede sentarse a pensar: Cmo pagar las facturas este mes? Cmo conseguir comida para mis hijos la semana que viene? Cmo podrn salir adelante mis hijos si no consigo que vayan a la universidad en el futuro?. Slo los humanos son capaces de quedarse sentados y permitir que esta sensacin de ansiedad y de impotencia invada cada neurona de su cerebro, hasta convencerse de que aquello es lo que define su pasado y su futuro. Es una forma inaudita de conseguir que el cuerpo no funcione bien, algo que no existe en el mundo no humano. E.P.: Se lo has explicado a los ministros de Sanidad? O es una causa perdida? R.S.: Como decas, el modelo dominante hoy en da es el reduccionista. Por ejemplo, para solucionar las diarreas de la poblacin infantil, se inventan nuevos antibiticos, en lugar de depurar mejor el agua. Para frenar el sida, se inventa una vacuna, en lugar de intentar cambiar las cosas absurdas que hace la gente con su vida sexual; para reducir la pobreza, se aprueba una ley que mejora ligeramente la situacin financiera de la gente y se dan ayudas para que puedan ir al mdico, en vez de transformar el estado psicolgico bsico que subyace al sentimiento de falta de poder y de impotencia en nuestra sociedad. Se impone esta tendencia, y la ciencia la refuerza con descubrimientos como el del genoma humano, que implica un conocimiento gentico superior, mejores medicinas y vacunas. En suma, una solucin reduccionista, en lugar de una solucin social. Existe otra razn arraigada en nuestra psicologa por la cual nuestra sociedad no funciona bien, y es que preferimos esperar a que algo vaya mal y depender entonces de alguien que arregle el problema, en vez de empezar hoy mismo, y no maana, a hacer las cosas de forma diferente, como por ejemplo vivir nuestra vida de forma preventiva. Nos cuesta muchsimo adoptar las pequeas medidas que dentro de diez aos seran significativas. Decimos: Bueno, maana empezar a hacerlo, pero esperamos a que ocurra el desastre para acudir a alguien ataviado con una bata blanca y tecnologa punta para que solucione el desaguisado. Psicolgicamente, nos cuesta muchsimo adelantarnos a los acontecimientos. E.P.: Has dicho algo aterrador y muy significativo a la vez, y les ruego a mis lectores que presten especial atencin a lo que dir, que agrandes rasgos subraya lo que has estado diciendo durante aos: la pobreza se asocia a un incremento en el riesgo de accidentes cardiovasculares, enfermedades reumticas, psiquitricas y otras. Pero lo ms aterrador es que la pobreza es imborrable, nunca se puede olvidar, Una persona puede enriquecerse y tener libre acceso a cuidados mdicos, pero los efectos ulteriores de la pobreza a la que estuvo sometido previamente le acompaarn hasta la muerte. Es as? R.S.: Hasta cierto punto, s; es inquietante. Desde luego, es deseable que la gente logre escapar de la pobreza, porque su salud mejorar, pero el eco, la cicatriz de la pobreza queda anclada mucho tiempo despus de haber superado las bolsas de pobreza ms profundas de nuestra sociedad. Es un tema que han estudiado los socilogos, y se llev a cabo hace unos veinte aos un estudio, Las heridas secretas de la pobreza, que demuestra que incluso dos generaciones despus de que una familia supere la pobreza, existen actitudes, ansiedades e inseguridades que surgen alrededor de un sentimiento de desproteccin. Es llamativo que, psicolgicamente, la miseria, el estrs o el trauma, cuando ocurren en los primeros aos de vida, dejan huellas imborrables. En cierto modo, lo ms sorprendente es que, como decas, aunque te enriquezcas, tu mente y tu cuerpo conservan las huellas de tu pobreza anterior. Algunos estudios interesantsimos demuestran que si en el tercer trimestre de gestacin se priva a un feto de ciertos nutrientes, su metabolismo cambiar para siempre. Se llama programacin metablica o impronta metablica. Demuestra que aunque todo fuese equitativo a partir de tu nacimiento, si te ha faltado alimento durante la etapa fetal, cuando tengas sesenta aos tendrs mayor probabilidad de padecer diabetes, hipertensin y obesidad, porque tu cuerpo decidi, cuando eras un feto, que haba que almacenar todo lo que estaba en la sangre, por temor a que necesitara luego esas caloras. Tu metabolismo decide ser ahorrador, y quedas expuesto en mayor medida a estas enfermedades. Puedes tener sesenta aos y ser Bill Gates, pero tu pncreas todava recordar ese precario tercer trimestre cuando eras un feto. E.P.: Robert, una ltima pregunta. Hemos hablado de los factores estresantes ligados a las descargas hormonales internas, pero existe el peligro de que las sustancias del mundo exterior tambin sean capaces de desencadenar respuestas estresantes? R.S.: Desde luego, existen toxinas en el medio ambiente, algunas derivadas de las hormonas, y hoy en da parece que estn influyendo sobre todo en el sistema reproductivo. La pregunta que tal vez debera preocuparnos ms es sta: Podemos ingerir algo para disminuir el estrs? Y claro, todos sabemos que las drogas, el alcohol o el tabaco son muy eficaces para reducir el estrs, pero slo momentneamente. Imaginemos que vives un perodo especialmente estresante; el alcohol, o alguna droga como el valium o el librium, pueden disminuir los indicios fisiolgicos y psicolgicos del estrs, pero siempre de acuerdo con el mismo patrn: cuando los efectos de la droga se disipan, vuelves a un nivel de estrs incluso mayor que el que tenas. Y entonces cul es la solucin? Bueno, pues vuelves a consumir de nuevo, y de nuevo, y consigues incrementar paulatinamente tu nivel bsico de estrs. Esto es la adiccin. Es indiscutible que no existe ninguna droga que se pueda comprar legalmente en la farmacia que sea realmente eficaz a la hora de librarnos del estrs. Pero la singularidad de los factores estresantes de los humanos respecto a los dems animales es que podemos darnos el lujo de sufrir factores estresantes psicolgicos alocados, lo cual es bueno y malo a la vez. La mayora de gente tiene la suerte de ser capaz de impedir esta situacin, de protegerse a s misma, de llevar a cabo los cambios psicolgicos y sociales pertinentes y de comprender que son cambios demasiado importantes para dejarlos para maana. Los ciudadanos frente al poder A los ciudadanos que dan por sentado el privilegio de vivir en sociedades donde se controla al poder poltico, les cuesta imaginar la brutalidad con que se ejerci el poder desde sus albores hace quince mil aos. Las posturas desgarradas de los restos fsiles de sacrificios humanos, el transporte de piedras monumentales a kilmetros de distancia, las guerras tribales de los pueblos primitivos que en las tribus de las que se tienen registros como los Jbaro y Yanomano de Amrica Latina implicaban el exterminio de la mitad de su poblacin masculina, constituyen indicios escalofriantes del ejercicio abyecto del poder poltico. Las agresiones fsicas y la permanente corrupcin moral se concertaban para desintegrar cualquier atisbo de confianza en el poder. Hoy sabemos que el estrs masivo impuesto a las ratas y a los babuinos puede afectar incluso al tamao de regiones cerebrales como el hipotlamo. En los humanos, existen indicios suficientes para creer que William Faulkner tena razn al afirmar que el pasado no est muerto. Ni siquiera es pasado. Si los abusos de poder ocurren en los pases democrticos, cuyos ciudadanos estn protegidos por constituciones y sistemas creados que controlan el poder establecido, resulta fcil imaginar el yugo que soportan, impotentes, los habitantes de los pases que no estn dotados de sistemas contra los abusos de la corrupcin. A menudo, los propios guardianes de la ley y de las instituciones se alan para llevar a cabo abusos impunemente, incluso la imposicin de formas de pensamiento que condicionan a cientos de millones de personas, generalmente con enorme dureza cuando se trata de colectivos histricamente discriminados. Los estragos en las esferas de la vida intelectual, econmica y por supuesto emocional de estos habitantes desafortunados es incuestionable desde un estado de estrs subyacente permanente, hasta la angustia y el miedo. En cualquier caso, estas prcticas se traducen en una altsima cuota de infelicidad. Frente a la infelicidad, las personas reaccionan de forma diversa: desde la resignacin con la que se acepta la aniquilacin de la voluntad individual y del pensamiento propio, hasta la rebelin frente a la injusticia. De todas formas, el precio es muy alto, tanto si se opta por preservar la propia vida, como si se arriesga para conseguir cuotas de libertad y de justicia ms amplias. En la orilla desafortunada de la rueda de la fortuna viven millones de personas, un contingente callado, aparentemente pasivo e impotente. Son el contingente de habitantes sometidos hasta la muerte por cadenas econmicas o psicolgicas. A lo largo de la historia, la esclavitud se ha caracterizado por la prdida de la libertad con coaccin violenta por parte de individuos o del propio Estado. Aunque en teora todos los pases del mundo la han abolido, un estudio reciente de la Organizacin Internacional del Trabajo revela que existen ms de doce millones de personas que pueden categorizarse como esclavos. Otros estudios elevan esta cifra hasta veintisiete millones. Muchos investigadores alegan que esta cifra ha crecido en los ltimos aos debido al trfico de seres humanos llevado a cabo por el crimen organizado. Igual que el fantasma de la corrupcin puede alzarse descarnadamente en cualquier pas del mundo, la esclavitud puede sobrevivir a pesar de las garantas constitucionales que ofrecen los estados modernos. Que nadie crea que el ejercicio abyecto del poder poltico no cuenta con las complicidades de los estragos emocionales marcados en las conciencias a lo largo de miles de aos. Especialistas en lenguaje no verbal han puesto de manifiesto las semejanzas residuales en las actitudes de la poblacin femenina de pases poco sospechosos de ejercer un programa cultural explcitamente sexista que recordaban, en realidad, las de sus compaeras de gnero asiticas. El bilogo y divulgador cientfico Richard Dawkins abunda en el mismo tipo de manipulacin, en otro contexto; se trata de su famoso ensayo Is Science a religin?, escrito a propsito de un artculo publicado en 1995 en el peridico The Independent. Era Navidad, y el prestigioso peridico mostraba la fotografa de tres nios vestidos de reyes magos en un beln. El texto describa a los nios como un musulmn, un hind y un cristiano. Se supona que era enternecedor que los tres pequeos pudiesen representar, unidos, la natividad. La fotografa mereci la siguiente respuesta de Dawkins: Lo que no resulta nada enternecedor es que estos nios tienen cuatro aos. Cmo se nos puede ocurrir describir a un nio de cuatro aos como un musulmn, un cristiano, un hind o un judo? A alguien se le ocurrira hablar de un neoaislacionista de cuatro aos, o de un republicano de cuatro aos? Las religiones son opiniones acerca del cosmos y del mundo que los nios, cuando crezcan, presumiblemente estarn en condiciones de juzgar por s mismos. La religin es el nico campo de nuestra cultura en el que se acepta incondicionalmente sin ni siquiera darse cuenta de lo raro que resulta la situacin que los padres tengan un poder de decisin absoluto acerca de lo que sus hijos van a ser, cmo se les va a educar y qu opiniones tendrn acerca del cosmos, de la vida y de la existencia. A eso me refiero cuando hablo del abuso mental a los nios. Se trata de un juego exclusivamente humano? Responde este esquema a una necesidad emocional o es producto de la represin social? O ambas? Existe alguna otra razn, gentica tal vez? Por qu aceptan los seres humanos la esclavitud y el ejercicio abyecto del poder poltico? Parte de la respuesta podra hallarse en nuestro mundo natural, en el lenguaje hermtico, difcilmente comprensible, de otras especies con las que compartimos nuestro hbitat. Las claves de los contratos sociales podran encontrarse en el comportamiento de unas cuantas especies de insectos sociales cuyas conductas, gracias a la infinita paciencia de unos pocos cientficos, se han logrado descifrar ms claramente: se trata de las modestas hormigas, de las termitas y las abejas. Los paralelismos son fascinantes, ya que la organizacin poltica y social de los humanos parece tener un eco asombroso en el comportamiento de las comunidades de estos insectos que se comportan como superorganismos. Un parecido demasiado humilde para el orgulloso homo sapiens? Si la clave de los comportamientos de estas especies reflejase en alguna medida el complejo mundo de las relaciones personales, polticas y sociales de los humanos, la metfora ya no sera producto de una casualidad. El parecido entre un enjambre y un colectivo humano resulta inquietante. Ahora se sabe que no slo la reina del enjambre est capacitada para poner huevos. Algunas abejas trabajadoras pueden ser fecundadas y tener descendientes. Como descubri el entomlogo autodidacta Raymond Lane hace muy pocos aos, al desaparecer la reina todas recuperan su fertilidad de manera que el estatus vinculado a la infertilidad es el subproducto de la represin y cuando el poder opresor desaparece las trabajadoras recuperan su fertilidad. Se ha demostrado algo parecido con las hormigas. Las de la especie Leptothorax allardycei pasan ms tiempo peleando entre ellas cuando desaparece la reina que cuidando del hormiguero. E incluso cuando la reina vive, las trabajadoras ms competitivas siguen poniendo un 20 por ciento de los huevos. En los superorganismos como los enjambres, los hormigueros y los termiteros parece evidente que la organizacin social obedece a un sistema represivo en el que la reina utiliza armas variadas para eliminar la capacidad gentica de sus sbditos para reproducirse y mantener el control del poder: criando una primera generacin de slo hembras que, al no ser fecundadas, estn ms predispuestas a quedarse en el nido; interfiriendo con el crecimiento de los ovarios de sus cras; utilizando armas qumicas como las feromonas; comindose los huevos de sus rivales y, a veces, cometiendo infanticidios. En algunas especies que no tienen reina, las trabajadoras ms combativas establecen su supremaca neutralizando los rganos genitales de las dems. Cuando la actividad reproductora de la reina no basta para aumentar la masa de la colonia, se recurre a la invasin y la conquista de las vecinas. En otras palabras, nadie nace genticamente reina, sino que se hace a costa del ejercicio de la represin y la sumisin de las dems. Y la vida en los superorganismos gira en torno a una trama de aristcratas, clases trabajadoras, revueltas y guerras encaminadas a que el poder no cambie de manos. De ser cierto lo dicho, los humanos formaran tambin un superorganismo como sostuvo Edward O. Wilson durante muchos aos, pero por razones equivocadas.  Las batallas descarnadas por la supervivencia dentro de los superorganismos sirven para ilustrar la dureza de la supervivencia en nuestras propias organizaciones sociales y polticas. En el caso de los humanos, hay un factor que ayudara a hacer ms cmoda la convivencia si se aplicase universalmente. Se trata, de nuevo, del factor psicolgico. Como se apunt a propsito de la teora del juego, si en un contexto de juego se alerta a los jugadores de que alguien va a hacer trampa, todos harn trampa sin tener mala conciencia. En experimentos recientes se ha comprobado que los estudiantes de ciencias empresariales tienden a hacer ms trampas en este tipo de juegos que los dems estudiantes y a dar menos dinero para obras de caridad. En otras palabras, una persona entrenada para pensar que la gente es oportunista y egosta tender a comportarse de la misma manera. La conclusin es muy clara: si se transmite un mensaje de insolidaridad, la poblacin reaccionar, mayoritariamente, adoptando criterios insolidarios. En cambio, es posible extender entre los habitantes del planeta una conciencia global solidaria, a condicin de crear condiciones que favorezcan la confianza y la sensacin de que el juego es limpio. La responsabilidad de los polticos es, por tanto, enorme. La sociedad hara bien en exigirles tajantemente una pureza de espritu y de obra exquisita como reclama Vaclav Hvel, dramaturgo y ex-presidente de Checoslovaquia, para la vocacin poltica: La poltica es una actividad humana que requiere, ms que otras, sensibilidad moral; reflexionar crticamente sobre uno mismo; asumir sin subterfugios las responsabilidades que incumben a los polticos; desplegar elegancia y tacto; ponerse en el lugar de los dems; ser humilde y moderado. Ser responsable ante algo que est por encima de mi familia, de mi pas, de mi empresa, de mi propio xito. Con toda seguridad, cuando Vaclav Hvel pronunciaba estas palabras recordaba la cita de Montesquieu: Si alguien me ofreciera algo en mi propio beneficio que fuera en detrimento de Francia, lo rechazara; igual que si alguien me ofreciera algo en beneficio de Francia que fuera en detrimento del resto del mundo. A la luz de las declaraciones y el proceder de muchos europestas de nuevo cuo que defienden intereses a corto plazo frente a terceros pases, es perfectamente legtimo preguntarse si esos europestas dejaran hoy sumarse a sus filas a un europesta como Montesquieu. Crecimiento econmico sin aumento de la felicidad? Ha llegado el momento de abordar tras el recorrido por el ejercicio abyecto del poder poltico como fuente de infelicidad la conviccin generalizada de que en las sociedades complejas aumenta sin cesar el bienestar econmico, sin que mejoren los ndices de felicidad. Este es el segundo rasgo definitorio de las sociedades complejas en su viaje a la felicidad. La tercera caracterstica, que cierra el captulo, es el concepto de la sociedad de las averas. La conviccin generalizada de que los ciudadanos del mundo moderno no son ms felices que la gente de otras pocas arranca de la disparidad observada al comparar las curvas del crecimiento de los ingresos por habitante que han aumentado significativamente en los ltimos cincuenta aos y del ndice de felicidad declarado por los ciudadanos, que se ha estancado. Esta conviccin radica tambin en la incapacidad relativa para reconstruir los recuerdos y olvidar, particularmente, los acontecimientos adversos. Cuando se afirma que cualquier tiempo pasado fue mejor, se est manifestando que slo se recuerdan del pasado eso s, de forma indeleble, en el inconsciente los acontecimientos ms felices. En esta ocasin, no es seguro que las cifras den cuenta de la realidad. Existen varios matices que, una vez asumidos, dan una visin bastante ms optimista del impacto de los avances econmicos en los niveles de felicidad. En primer lugar, cuando se pregunta a la gente si es muy feliz, bastante feliz o nada feliz, la similitud de las respuestas es sorprendente. Salvo un diez por ciento, aproximadamente, todo el mundo dice ser feliz o bastante feliz, en todas las latitudes y meridianos. Y ms feliz que los dems! Si, para simplificar, nos fijamos slo en las seis emociones fcilmente reconocibles que enumeraba Darwin el miedo, la felicidad, la tristeza, la ira, la repugnancia y la sorpresa, no aparecen grandes variaciones si se pregunta por la evolucin de cada una de ellas, salvo entre el uno y el diez por ciento de la poblacin tocada por la esquizofrenia, la depresin o, simplemente, la ansiedad. De ah que sea mucho ms difcil de lo que parece reconocer las expresiones faciales. Por ello y por otra razn de peso que se mencionaba en el captulo referido a las emociones de nuestros antepasados, es decir, el resto de los animales. Los humanos, a diferencia del resto de los mamferos, tenemos emociones mezcladas, as como la posibilidad de controlarlas a medias e incluso reflejarlas slo en una pequea parte de la cara, en los procesos iniciales o de control consciente de la expresin facial. El mejor experto mundial en reconocimiento facial, Paul Ekman, profesor de psicologa en el departamento de psiquiatra de University of California Medical School, describe ejemplos fascinantes en su pgina web ( HYPERLINK "http://www.emotionsrevealed.com/"www.emotionsrevealed.com), que recomiendo a los lectores. Para que nadie se sienta excesivamente defraudado ante las dificultades para discernir las emociones mezcladas caractersticas de los homnidos, no me avergenza revelar que en uno de los ejemplos de anlisis de catorce rostros con las expresiones darwinianas antes citadas, slo acert en cuatro. En lo que se refiere a los instintos bsicos, todo el mundo est genticamente sintonizado y modelado por la influencia del entorno en un punto determinado que es el de su equilibrio. En el diez por ciento de la poblacin este punto de sintonizacin est demasiado bajo o demasiado alto. Por ejemplo, uno de los componentes del sentimiento de felicidad plena es el ansia de reconocimiento por parte de terceros y, particularmente, del propio gremio. Si el punto de sintonizacin de una persona est muy por encima del promedio, ninguna alabanza o premio saciar su sed de reconocimiento. La bsqueda constante de seales en los dems de su propia existencia y valores le mantendr en un estado de ansiedad e insatisfaccin reido con la felicidad. En contra de la opinin generalizada, salvo para un porcentaje reducido de la poblacin, impera una cierta estabilidad o equilibrio emocional ms all de los estmulos ocasionales o cotidianos aunque bastan un dos por ciento de psicpatas para sembrar la infelicidad en grandes sectores. De ah cierta decepcin al constatar, una vez tras otra, que determinados factores externos como la salud o el dinero no inciden significativamente en los niveles de felicidad. Pero se trata de una apariencia engaosa. Se pasa por alto que una serie de factores psicolgicos y sociales poco conocidos neutralizan o compensan el aumento esperado en los niveles de felicidad. Veamos el caso del aumento continuado de la prosperidad y de la riqueza econmica medidas por la subida de los ingresos por habitante en los ltimos cincuenta aos. Loreto y Paco son una pareja prdiga en estabilidad entre mis conocidos ms antiguos. Nunca se les ha considerado particularmente ambiciosos; no se les ha odo jams quejarse amargamente de su trabajo; siempre son afectuosos y, para colmo, sus dos hijos han heredado su calma. Contra todo pronstico, la profesin de Paco no es de las que en la imaginacin popular se podran considerar de las ms apacibles y resguardadas emocionalmente: es psiquiatra. He conocido a psiquiatras, como el doctor Jan en Barcelona y el doctor Bannel en Burdeos, por los que, cuando vivan, hubiera puesto la mano en el fuego jurando que nadie los podra sorprender levantando la voz ni siquiera a los pacientes reacios a someterse a sesiones de electroshock a las que estaba habituado su gremio en la posguerra; y he conocido a otros, como el doctor X, que todava vive, que en un rapto de locura encaon a una madre y sus hijos con una pistola, en la cocina, vociferando, con razn, contra la sinrazn de la evolucin cultural de la posguerra. Pues bien, recuerdo perfectamente la diferencia razonable entre el dinero que ganaba Paco y el que, segn l, habra necesitado para vivir sin problemas. Cuando le vi veinte aos despus, al regresar del extranjero en 1973 slo Dios puede saber los motivos de la pregunta salvo la certeza de que no estaba en mi mente escribir este libro treinta y dos aos ms tarde, la diferencia entre lo que ganaba Paco entonces y lo que necesitara para vivir sin problemas segua siendo igualmente razonable, pero el sueldo requerido haba dado un salto considerable. Estaba claro que con el aumento del nivel de bienestar econmico, el cerebro se las arregla para adecuar, inmediatamente, lo que considera el nivel de ingresos necesario para mantener el nivel de felicidad. Como dice Richard Layard, que lleg a la misma conclusin desde la London School of Economics, la subida de un dlar en mis ingresos empuja hacia arriba en cuarenta centavos mi ingreso deseable de manera que si gano un dlar extra ese ao, me hace ms feliz, pero al ao siguiente comparar mi ingreso con una meta que es cuarenta centavos superior. En este sentido, por lo menos el cuarenta por ciento de la ganancia de este ao desaparece al ao siguiente. Los ingresos que se estiman necesarios para ser feliz aumentan con los ingresos reales. se es, pues, el primer matiz que modifica sustancialmente la conviccin generalizada de que el ndice de crecimiento econmico aumenta al tiempo que el de la felicidad sigue estancado. Pero existen otros matices psicolgicos no menos importantes que apuntan en el mismo sentido. Carlota abandon hace un ao su puesto de informtica del espacio en un ente pblico del Gobierno que estaba muy bien pagado. Su trabajo consista en convencer a los clientes potenciales de que se sometieran a una auditora de seguridad informtica que muy pocas instituciones, como la suya, estaban acreditadas internacionalmente para realizar. Pero a Carlota le angustiaba la idea de dedicarse a esa tarea durante toda su vida. Decidi cambiar de trabajo y aceptar una oferta peor remunerada en una editorial de libros cientficos. Pero si alguien cree, por ello, que la felicidad de Carlota no estaba correlacionada con los ingresos, se equivoca. Un ao despus de su incorporacin, el departamento de Recursos Humanos comunic un aumento del 6 por ciento en la nmina de todo el departamento, con la excepcin de dos miembros de la plantilla que, por razones muy especficas, recibieron un incremento del diez por ciento. Carlota, a la que no le haba importado asumir unos ingresos netamente inferiores al cambiar de ciudad y de profesin, puso el grito en el cielo amenazando, incluso, con dimitir por una diferencia de cuatro puntos porcentuales. La felicidad de Carlota no estaba correlacionada con los ingresos en general, sino con los ingresos relativos; es decir, con los sueldos de la gente que trabajaba con ella. No es de extraar, pues, que los ndices de crecimiento del producto nacional bruto no arrastren al alza el ndice de felicidad individual. Lo que le importa a la gente son los ingresos relativos. Por ltimo, existe un tercer matiz psicolgico que tambin distorsiona seriamente la supuesta insensibilidad de los ndices de felicidad frente al crecimiento econmico. Tiene que ver con la capacidad de adaptacin del ser humano a la novedad y a situaciones consolidadas. No se trata slo, como sugiere Daniel Gilbert, de que sobrestimamos el grado de felicidad vinculada a un acontecimiento futuro, que nos equivocamos en los pronsticos afectivos, sino que incluso sin equivocarnos, pasada la novedad, transcurrido un tiempo disfrutando del objeto, de la compaa de la persona o de la vivencia del acontecimiento activador de la felicidad, todo parece volver a la normalidad. Ya nadie se acuerda del viaje de novios, del lavavajillas nuevo o del coche recin estrenado. A la luz de lo dicho, habra que recordarles a los pesimistas empeados en pregonar que est ocurriendo algo muy grave, puesto que la riqueza y el bienestar econmico van por un lado y la felicidad por otro, que determinados factores genticos y psicolgicos ajenos a esa relacin neutralizan los aumentos esperados en el ndice de felicidad. Esta compensacin negativa se ve agravada, adems, por factores sociales como el aumento del alcoholismo, la drogadiccin o la criminalidad. Curiosamente, los ndices de delincuencia se dispararon a partir de los aos cincuenta, en pleno auge econmico. Es muy probable que, como auguraba el gran paleontlogo Stephen Jay Gould antes de morir, no es nada seguro que caminemos hacia algo mejor si se estudia la historia de la evolucin, pero pone los pelos de punta pensar en qu abismos estaran sumidos los ndices de felicidad individual si no fuera por el constante crecimiento econmico del ltimo medio siglo. La sociedad de las averas A diferencia de la gran mayora de espaoles, soy un admirador de Estados Unidos. Existen razones personales que justifican mi admiracin pero, fundamentalmente, radica en la constatacin, igual que en el Reino Unido, de los efectos singulares y permanentes de la revolucin liberal inglesa del siglo xvii. Una revolucin poltica que puso al rey y a los ciudadanos en igualdad de condiciones ante la ley comn. En este sentido, algunos historiadores han afirmado que fue la nica revolucin realmente social de la historia de la humanidad. Cuatro siglos despus, los dos pases siguen siendo, prcticamente, los nicos en el mundo en los que el Estado no est blindado y sobreprotegido frente a la ley. La revolucin francesa del siglo xviii, extraamente, estableci las libertades polticas e individuales de los ciudadanos, pero asumi el derecho del Ancien Rgime. De ah que en la gran mayora de pases europeos, la dictadura, como la franquista en Espaa, se acomodara perfectamente con el rgimen jurdico heredado. Al general Franco no le hizo falta modificarlo, porque el Estado ya estaba y sigue estando perfectamente blindado, jurdicamente, frente a sus ciudadanos; hasta cuenta con sus propios abogados del Estado y sus propios tribunales. El prrafo anterior no tiene por objeto, en absoluto, combatir el antiamericanismo caracterstico de la opinin pblica europea continental, sino anticipar que el relato que sigue sobre mi ltimo viaje a Estados Unidos no est influido por la opinin pblica imperante acerca de esa parte del mundo, de la que me siento muy distanciado. La ancdota ocurri durante una visita para conversar con varios cientficos norteamericanos en distintos estados. La primera entrevista se realiz en Baltimore, con el astrnomo Mario Livio, gerente del programa del satlite Hubble. La siguiente estaba prevista en Filadelfia y se decidi hacer el viaje por carretera. El trfico en la autopista era tan intenso que me dio tiempo a reflexionar largamente sobre los motivos ocultos por los que la primera potencia mundial soporta embotellamientos peores que las capitales de sus pases aliados en Europa. El martirio que supone entrar y salir de las grandes ciudades americanas, el avasallamiento de los individuos por el trfico rodado, el consumo de tiempo intolerable en los peajes, a pesar de los ltimos adelantos en control automatizado, convirtieron aquel viaje en un va crucis inimaginable, por ahora, en Europa. Una vez terminado el trabajo en Filadelfia decid coger un vuelo hacia Nueva York. El avin sentarse en su interior fue una bendicin tras haber superado todos los controles de seguridad no pudo o no supo despegar. Despus de algo ms de una hora de espera, se nos comunic que, por culpa de una avera, todo el mundo tena que volver al punto de partida y esperar otro comunicado de la compaa area. Tras media hora de espera en la sala de salidas, decid abandonar el aeropuerto y viajar en tren a Nueva York. En la estacin fue relativamente fcil conseguir un billete y esperar tranquilamente la salida del tren en un asiento bastante ms holgado que el de la compaa area. Pero el tren no arrancaba. A la media hora, se anunci por el altavoz que el tren tena una avera y que se intentara acomodar a los pasajeros en el siguiente tren que ya estaba a punto de salir. Hubo que soportar el trasiego de pasajeros de un tren a otro y, sobre todo, las discusiones entre los viajeros del nuevo tren, repantigados en sus asientos desde haca un buen rato, con sus maletines y ordenadores cmodamente abiertos en los asientos contiguos y hasta entonces vacos, con los recin llegados del tren averiado. Al final, el transporte improvisado para dos colectivos en estados de nimo dispares se puso en marcha. A unos veinte kilmetros de Nueva York, en medio de un descampado, el maquinista aminor paulatinamente la marcha hasta que el tren se detuvo del todo. Al cabo de unos minutos, el servicio de megafona explic que unos siete trenes hacan cola para entrar en Nueva York debido a un incendio imprevisto en una parcela contigua a la ciudad. Pens que eso era, exactamente, lo que yo quera decir con el concepto de la sociedad de las averas. Con toda probabilidad, hace cincuenta aos los trenes eran ms incmodos y se averiaban ms que ahora. Recuerdo perfectamente aunque despus de mi conversacin con Oliver Sacks me resulta muy difcil utilizar este adverbio referido a la memoria mis viajes ferroviarios desde Tarragona a Barcelona, en vagones de tercera clase, durante la infancia. Los asientos de los vagones eran idnticos a los bancos de madera pintada de verde que ahora se cotizan como reliquias en los jardines de las masas del Ampurdn. Entonces eran muy resistentes e incmodos en los viajes largos el trayecto de Tarragona a Barcelona lo era, y hoy son igual de resistentes e incmodos, pero bellos. El tiempo les ha otorgado una belleza que durante la posguerra no sabamos apreciar. Dnde yace la diferencia emocional entre entonces y ahora? Sin lugar a dudas, en la masificacin que confiere a cualquier anomala un carcter catastrfico. Los viajeros del tren de Tarragona a Barcelona en las carreteras slo haba un trfico incipiente constituan un grupo aislado y desconocido en el resto del Universo. Y, adems, no podan contactar con nadie hasta que no llegaran a la estacin de destino donde les esperaban faltara ms! la tieta y la abuela. En la entrada de Nueva York haba siete trenes esperando, y un milln ms de pasajeros, todos conectados con el resto del planeta, y yo en particular con San Cugat, cerca de Barcelona. El 7 de julio del 2005 estaba en Londres cuando se produjeron los ataques de los terroristas islamistas contra las estaciones de metro y un autobs. Bastaron cuatro bombas con muy poca carga explosiva colocadas en los vagones para paralizar en un instante todo el trfico de una ciudad de ms de diez millones de habitantes. Cinco das despus, todava no se saba con exactitud el nmero de muertos, ni se haba podido identificar a muchos de los fallecidos, sepultados a ms de treinta metros debajo de la superficie en la estacin de King's Cross. Pero la misma tarde del atentado todo el mundo pudo contemplar el espectculo sobrecogedor de la larga marcha a pie, silenciosa, de regreso a casa de centenares de miles de londinenses sin medios de transporte, con las manos vacas en los bolsillos y el firme propsito de que, pese al dao que les haba infligido el enemigo, no conseguira cambiar su forma de vida ni sus ideas. Qu haba ocurrido para que en pocos minutos la emocin bsica del miedo desembocara en reacciones idnticas por parte de millones de personas? La extrema vulnerabilidad de las sociedades complejas que pona de manifiesto la estrategia de los terroristas sugera, al mismo tiempo, la enorme complejidad y la diversidad de los factores que en cada caso determinan la decisin de to fight or fly (luchar o huir) en trminos evolutivos. La emocin del miedo haba desencadenado reacciones muy diferenciadas en los atentados de las Torres Gemelas de Nueva York, en los de la estacin de Atocha de Madrid o en las bombas del metro y autobs de Londres. La amenaza del ataque de una hiena con que se enfrentaba el hombre primitivo desembocaba en una decisin solitaria y simple: optar entre quedarse y luchar o, por el contrario, huir. Las reacciones ante los atentados de Nueva York, Madrid y Londres no fueron simples. La respuesta evolutiva de luchar o huir estaba presente pero desdibujada por otras consideraciones de tipo social o poltico, como la reafirmacin del sentimiento nacional, la voluntad de un cambio de gobierno o la de defraudar al enemigo. Las reacciones tampoco fueron, desde luego, solitarias: la revolucin audiovisual y de las telecomunicaciones disuelve ahora, enteramente, la voluntad individual en una opcin colectiva y concertada. Si la felicidad es la ausencia del miedo como se deca en los captulos anteriores, en la sociedad de las averas se multiplican los estmulos generadores del miedo pero se mediatiza su impacto negativo sobre los ndices de felicidad mediante el respaldo colectivo y, en cierto modo, burocratizado del estamento de la interconectividad. Paradjicamente, la funcin de amparo frente a los accidentes o al cambio climtico que desempeaban el arte, la religin y el poder poltico hace treinta mil aos la razn de su existencia, la cumple hoy la tecnologa. El ciudadano moderno delega, inconscientemente, en la Tecnosfera la angustia que le provoca la imprevisibilidad de los acontecimientos y las respuestas de lo que no tiene explicacin. No le queda tiempo para otra cosa. Como dice el qumico atmosfrico James Lovelock, creador de la teora de Gaia, a propsito del deterioro provocado en el medio ambiente, nos pasamos el rato taponando las goteras del planeta, en lugar de protegerlo para que no se produzcan.. Por ltimo, la sociedad de las averas ha encontrado tambin la manera de apuntalar los ndices de felicidad haciendo frente, mediante la llamada obsolescencia programada, a la adaptacin a cada nuevo estmulo positivo al que se hizo referencia antes. El concepto se lo debemos al diseador industrial norteamericano Brooks Stevens que, a mediados de los aos cincuenta, lo defini como la necesidad de destilar en la mente de los compradores el deseo de contar con un producto algo ms novedoso, algo mejor, y un poco antes de necesitarlo. A diferencia del yogur, los fabricantes de equipos no dan a sus productos una fecha de caducidad, pero es como si la tuvieran. Los ingenieros han programado la vida til de los coches, las neveras y los lavavajillas para un cierto perodo de tiempo, de tal manera que a ningn fabricante de piezas de recambio se le ocurrir sacarlas al mercado con una vida til superior a la calculada para todo el equipo. El marketing se condiciona al diseo esttico de forma que la creacin anual de nuevos modelos de coche, de ropa de temporada o el ciclo de la moda mantienen elevados niveles de produccin, aunque caen los ndices de satisfaccin inherentes al uso prolongado de las cosas, o la tendencia atvica a acostumbrarse. El precio colectivo que se paga por ello, en trminos de residuos, prdidas en el valor de productos desechados antes de tiempo o polucin, puede ser irrisorio, comparado con el mantenimiento de los ndices de felicidad. A modo de conclusin, no parece que el crecimiento econmico representa, para las sociedades complejas, el impacto negativo que muchos observadores le atribuyen en los ndices de felicidad. Son otros factores psicolgicos, como el efecto imn que los ingresos reales ejercen sobre el ingreso deseado y otros factores sociales, como la creciente demanda de seguridad a raz del aumento exorbitante de la criminalidad, los que enmascaran los efectos positivos del crecimiento econmico sobre la felicidad. Por otra parte, el desarrollo tecnolgico de las sociedades complejas aumenta, innegablemente, su vulnerabilidad. Pero la revolucin de las tecnologas de la informacin y las telecomunicaciones, lejos de atentar contra los ndices de felicidad, han roto la soledad del individuo frente a la imprevisibilidad de los acontecimientos y socializado sus respuestas. Con todo, las sociedades complejas y sus ndices de felicidad acusan los efectos terribles del ejercicio abyecto de un poder poltico que se quisiera ms sensible, ejemplarizante, solidario y democrtico. Captulo 7 La felicidad programada: la comida, el sexo, las drogas, el alcohol, la msica y el arte Los parasos artificiales. Motivacin y recompensa Por supuesto, los animales tambin suean. Gran parte de los sueos de los humanos tienen que ver, adems, con el origen remoto y primordial de los sueos en el primer organismo que sirvi de puente entre los ltimos reptiles y los primeros mamferos. Probablemente, el primer sueo data de hace ciento cuarenta millones de aos. Surgi cuando la creciente complejidad de la vida oblig a los organismos que nos precedieron a disponer de una cmara de simulacin para el aprendizaje de lo que se les poda venir encima. Por ello, al lector no le extraar que en la frmula de la felicidad detallada en el siguiente captulo figuren el aprendizaje, lgicamente, y sorpresa, sorpresa! el desaprendizaje consciente. Las imgenes de persecuciones y lucha por la supervivencia siguen siendo las ms comunes en los sueos multitudinarios de las ciudades dormitorio de las grandes urbes modernas. Ahora bien, las preguntas que se hacen en la oscuridad de la noche los humanos, en una ciudad dormitorio, y las que se haca el primer mamfero originado en los antiguos reptiles en el crepsculo tena que ganarse la vida de noche, porque de da los imbatibles dinosaurios no le dejaban vivir, son radicalmente distintas. Dios mo, un da me morir! Quin cuidar de mis hijos si no consigo volver? Puede calentarse el planeta hasta el extremo de que todo sea un desierto? Quin impedir que la siguiente bomba de un suicida fantico en el metro no termine con mi vida? Como deca Robert Sapolsky, el estrs provocado por motivos imaginados es caracterstico del ser humano. Las imgenes configuradas en la mente no pueden ser un mero producto del sistema de percepcin visual. Hace falta una parte muy desarrollada del cerebro, el neocrtex, para poder soar ms all de lo experimentado previamente y poder dar una respuesta, tambin caractersticamente humana, al estrs imaginado. La bsqueda de proteccin transcurre por los mares de la religin, el poder, las drogas, el alcohol, la msica y el arte. Son respuestas extraordinarias en el sentido literal de la palabra. La felicidad programada tiene que ver con la capacidad de imaginar situaciones estresantes y de adentrarse voluntariamente en el mundo de los sueos. Los atajos se asemejan, en ciertos aspectos, al sueo lcido que se quisiera controlar despierto. Los sueos, a su vez, estn ligados al predominio de las imgenes visuales. La nica diferencia entre nuestros sueos y las alucinaciones de los esquizofrnicos es que ellos a veces oyen voces. Es preciso detenerse, pues, un instante, en la formacin y la funcin desempeada por las imgenes visuales en los procesos de ensoacin. El ojo suministra la informacin sobre la luz y la oscuridad, pero no contribuye en nada al significado y la percepcin de las cosas. Hace falta algo ms para soar una imagen que vivamos como real. La visin no se puede explicar, como dice Daniel Dennet, catedrtico de Filosofa de la Tufts University de Massachusetts, como un proceso que va de abajo hacia arriba. Veamos ese proceso tal y como lo describe la escritora estadounidense Andrea Rock despus de contrastarlo con muchos fisilogos y neurocientficos: Cuando estamos despiertos, los puntos desordenados que representan la actividad elctrica generada por la retina, golpeada por fotones, se proyectan a una repetidora ubicada en el tlamo que, a su vez, los retransmite al crtex visual primario. A continuacin, las seales se dirigen a distintos sistemas neuronales especializados en tareas dispares como el reconocimiento facial, la articulacin de movimientos o de colores. Finalmente, toda esta informacin fluye hasta la parte ms elevada del sistema visual, llamado crtex asociativo, que almacena la memoria, dirige los aspectos ms abstractos del proceso visual y recompone la imagen que vemos. Esta larga cita de un texto estrictamente descriptivo tiene un gran valor no tanto por lo que relata, sino por lo que implica: nuestra percepcin visual del universo tiene una componente imaginada casi exclusiva algo o alguien construye la imagen final a partir de unos puntos desperdigados. De hecho, casi todo el proceso podra ser perfectamente inconsciente. En realidad, no ms de un 5 por ciento de la actividad mental se desarrolla de manera consciente. La ciencia est contestando a la vieja pregunta de Newton a la que me refera al principio del libro aduciendo que se trata de representaciones de imgenes ideadas: Cmo puede una masa informe cerebral exclama Newton acabar pensando y sintiendo la gloria de los colores? El mundo que vemos le contesta J. Allan Hobson, psiquiatra y neurocientfico del Instituto de Salud Mental de Massachusetts no es ms que una secuencia de estructuras de activacin de neuronas que representan imgenes. Se acab el juego. La felicidad programada: las representaciones mentales de los placeres vinculados a la comida y el sexo, o fruto de las drogas, el alcohol, la msica y el arte, son las protagonistas de este mundo de imgenes medio real y medio imaginado. En el caso de las drogas se trata de un mundo descubierto en un momento dado pero varias veces milenario. Se tiene constancia de que los humanos utilizan la nicotina desde hace diez mil aos, la coca desde hace siete mil y que dominan el secreto de la obtencin de bebidas alcohlicas por fermentacin desde hace seis mil aos, por lo menos. Mucho antes de que la medicina se ocupara de erradicar enfermedades, los mismos pacientes buscaban, por su cuenta, conductos para reforzar su sentimiento de felicidad. A la medicina moderna, que se quisiera ms preventiva y centrada en los mecanismos del bienestar, se le ha reprochado que no explicara desde bases cientficas los recursos a los que ya recurran nuestros antepasados ms remotos, y que no investigara sus posibles aplicaciones mdicas. Mientras los mdicos seguan centrados en curar enfermedades, sus pacientes se interesaban por la medicina preventiva, por la forma de evitar las enfermedades. Ocurra lo mismo con los neurocientficos: relacionaban el cerebro con las disfunciones y las patologas, mientras sus pacientes exploraban la relacin entre la mente y el bienestar metablico. En nuestra sociedad, fascinada por las inversiones multimillonarias, afloran, en clara contraposicin, actitudes que denotan un dficit agobiante de mantenimiento. Qu hace que una persona se sienta feliz? De qu recursos dispone el cerebro que la medicina podra utilizar? Cules son las implicaciones biolgicas, incluidos los riesgos, de la experimentacin con el placer? Cuntos tipos de placer existen en el cerebro? Tiene cada tipo de placer su propio sustrato neurolgico? Estas cuestiones sern cada vez ms importantes en la sociedad del futuro, centrada en el mantenimiento. La respuesta a muchos de estos interrogantes todava no es fiable, pero existen suficientes indicios experimentales para sugerir que la gran mayora de los placeres comparten numerosas fases de sus circuitos cerebrales. Y no slo los placeres especficamente sensoriales como la comida o el sexo. Probablemente ocurra lo mismo con los afectos y no slo los placeres como el amor; con sentimientos de bienestar activados por la msica y el arte, e incluso con apreciaciones de orden tico o moral. Cules son los riesgos, si los hay, de conductas como la adiccin caracterstica a las drogas adictivas? De entrada, todo abuso del placer de comer, hacer el amor, drogarse o abstraerse en el arte y la msica comporta disfunciones ms tolerables unas que otras. En el caso de la comida y el sexo, est clarsimo que sin los mecanismos neuronales del sistema de recompensa y motivacin, si no se saboreara y disfrutara de la comida y el sexo, la especie habra muerto de inanicin y no se habra perpetuado. De ah el xito de la buena cocina y la garanta de que el sexo promover la perpetuacin de la especie. Pero incluso estos dos atajos vinculados directamente a la supervivencia directa de la especie comportan cierta mesura en el acceso al placer. Los sistemas de recompensa son centros del sistema nervioso central que obedecen a estmulos especficos y naturales. Regulados por neurotransmisores, permiten que el individuo desarrolle conductas aprendidas que responden a hechos placenteros o de desagrado. El rea tegmental ventral y sus proyecciones dopaminrgicas hacia el ncleo accumbens constituyen la regin principal que posibilita el desarrollo de estas conductas. Esta va natural es un circuito emocional que est presente en todos los mamferos y origina las conductas aprendidas para la supervivencia y la reproduccin. La comida, en exceso o en escasez, entraa distorsiones como la obesidad, la bulimia o acumulaciones txicas dainas para la salud. Ocurre igual con el sexo, que puede conducir como se vio en el captulo 1 con la rata marsupial australiana a un descuido del mantenimiento o a la desorganizacin del entramado social. La evolucin asume cierta cordura en la utilizacin de los canales de acceso al placer vinculados a la supervivencia. Incluso en el caso de las drogas, el arte y la msica, en los que, como se ver ms adelante, los mecanismos de compensacin se fundamentan en los efectos positivos de la mente sobre el cuerpo. Se trata de un proceso neurobiolgico complejo, ntimamente relacionado con el mecanismo de recompensa del sistema lmbico, basado en las seales de la dopamina, las endorfinas y, muy probablemente, en los mecanismos morfinrgicos de tipo endgeno. Los circuitos neuronales del mecanismo de motivacin y recompensa estn presentes en todos los organismos vivos desde la mosca de la fruta Drosofila melanogaster hasta los humanos, pasando por las ratas. Hay quien slo puede explicar determinados comportamientos de las bacterias recurriendo tambin a un mecanismo de motivacin y recompensa. Los mecanismos de placer han gobernado el instinto de las especies de alimentarse y reproducirse, adems de activar la bsqueda de sensaciones de bienestar provocadas por las drogas y los estmulos artsticos. El sentimiento de placer es muy poderoso. Si algo es placentero, queremos repetirlo. Actividades vitales como comer o copular, o las expresiones artsticas, activan un circuito especializado de neuronas que producen y regulan la sensacin de placer. Estas neuronas estn situadas encima del tronco enceflico en el rea ventral tegmental. Desde all, utilizando sus axones, las neuronas transmiten sus mensajes a las clulas nerviosas situadas en el ncleo accumbens. sa es la anatoma del circuito neuronal del llamado sistema motivacional y de recompensa. Pero lo interesante al recordar el sentimiento de incredulidad que suscitaba constatar el papel trascendental de la expectativa del placer en mi perra Pastora, o en la frmula de la felicidad que desarrollamos en el captulo siguiente es que la hormona dopamina, considerada esencial en los mecanismos del placer, fluye en estos circuitos anticipndose a los hechos. Los flujos de dopamina se ponen en marcha con la simple expectativa de placer, aunque luego no se materialice. En otras palabras, tienen que ver ms con el deseo que con el propio placer. Se ha comprobado que determinados frmacos como los antipsicticos, que reducen la cantidad de dopamina, merman la bsqueda de estmulos placenteros sin debilitar la capacidad de gozar cuando estos estmulos se cruzan en el camino de la persona observada. En otras palabras, los antipsicticos reducen la intensidad del deseo, pero no la capacidad de experimentar placer cuando se consuma. Se trata de un descubrimiento trascendental, aunque su significado se haya perdido, hasta ahora, en la profusin de artculos y ensayos de la comunidad cientfica internacional. Los neurocientficos saben desde hace tiempo que las drogas, la comida, el sexo y otros estmulos de los que disfrutamos, como la expresin artstica, provocan bienestar porque, al final del camino, todos estos factores maximizan los sistemas cerebrales de compensacin. Nadie discute ya la existencia de circuitos neuronales de premio y motivacin. Estos circuitos especializados median en los mecanismos del placer. Los estmulos psicomotores y los opiceos que causan un efecto parecido a los estmulos experimentales elctricos activan este sistema de recompensa en las zonas indicadas utilizando neurotransmisores como la dopamina, el glutamato, la serotonina, las hormonas del estrs, los pptidos de morfina de produccin endgena, y sustancias como la cafena, el etanol o la nicotina. El sistema neuronal relacionado con los procesos de recompensa, memoria y motivacin, pues, est perfectamente emplazado y vigente desde tiempos inmemoriales. Los mecanismos de transmisin, adems, son idnticos en el caso de las sustancias endgenas y artificiales. Ahora bien, un buen da los humanos descubrieron medios artificiales, externos, para activar esos mecanismos de placer que eran competencia de los circuitos de motivacin y recompensa del sistema nervioso. Pero la desmesura en el uso de esos medios crea problemas de adiccin y toxicidad extremadamente graves. Cules son las bases biolgicas del problema de la adiccin? El nmero del 1 de julio de 2005 de la revista Science, que celebraba el ciento veinticinco aniversario de la revista, presenta una lista de los ciento veinticinco interrogantes ms importantes que debera explorar la comunidad cientfica, y uno de ellos es esclarecer las bases moleculares de la adiccin. La revista lo expona as: La adiccin supone desbaratar el circuito cerebral de recompensa y motivacin; aunque los rasgos de la personalidad como un carcter impulsivo y las ansias de experimentar nuevas sensaciones influyan en la conducta. Neurocientficos como Terry E. Robinson y Kent C. Berridge, profesores de la Universidad de Michigan, han comprobado que el uso de drogas usurpa, literalmente, el usufructo de los circuitos neurales vinculados a la sensacin de placer, los incentivos motivacionales y de aprendizaje. Como es lgico, estos circuitos no evolucionaron para mediatizar el efecto de las drogas, sino para conferir seguridad y propiedades psicolgicas de recompensa a los estmulos que resultaban beneficiosos para sobrevivir, como la alimentacin, el agua y el sexo. Ahora bien, las drogas comprometen estos sistemas cerebrales de recompensa con tanto o mayor compromiso que las sustancias naturales y se han encontrado neuroadaptaciones a nivel molecular, celular y del sistema neuronal inducidas por las drogas. Son estas neuroadaptaciones inducidas las que desencadenan el proceso adictivo, si bien todava se desconocen la causa y los detalles psicolgicos concretos que modelan este proceso.  La aparatosidad de algunas conductas, sobre todo delictivas, dimanantes de la drogadiccin, no dejan lugar a dudas de que ni la bsqueda del placer, ni la dependencia generada, ni los efectos clnicos del sndrome de abstinencia pueden explicar por s solos el uso compulsivo de la droga por adiccin. Quin no ha conocido a un enfermo de cncer que no puede renunciar al tabaco? O a un paciente con cirrosis que sigue bebiendo? Cules son los mecanismos concretos, a partir de las neuroadaptaciones a las que se hace referencia en el prrafo anterior, que explican la adiccin? Las investigaciones en curso darn pronto la respuesta pero, de momento, existe un consenso generalizado sobre el hecho de que la extraordinaria plasticidad del cerebro cobija la adiccin irrenunciable. El grado de interconectividad e integracin cerebral es tal vez mayor de lo que se crea. El sistema de recompensa seguira teniendo fcil acceso al sofisticado crtex cerebral, prdigo en habilidades asociativas y de clculo. Pero, simultneamente, se est descubriendo una trama de intrincadas conexiones entre la parte ms sofisticada del cerebro y las columnas bsicas que sustentan la parte ms ancestral. Para investigadoras como Anne E. Nelly, los circuitos neurales responsables del sistema motor, de la toma de decisiones y de funciones ejecutivas tambin podran influir en los instintos bsicos, sin que los sistemas motivacionales dejaran de colorear emocionalmente, e imprimir su sello a travs de la memoria, tan cara a la amgdala, a los procesos conscientes, desvindoles hacia caminos opacos para la maquinaria consciente. Se trata de una visin algo ms amable que la expuesta en el captulo 2, al ensanchar ligeramente el camino para los mensajes del consciente al inconsciente, aunque deja intacta la autopista en sentido contrario, hasta el punto de configurar algo tan inexplicable como los efectos catastrficos de la adiccin. La memoria visceral de la panda de amigos con los que se consumi droga la ltima vez y el recuerdo del placer obtenido bastaran para deslizar al protagonista hacia la recada. Pero no es todo. Las ltimas investigaciones ponen de manifiesto que mucho antes de que llegara la terapia gnica y entrramos en la era del control biolgico la humanidad ya estaba alterando su constitucin gentica mediante el uso prolongado de los opiceos. Los ltimos descubrimientos revelan que mediante la droga no slo se pueden construir atajos a la felicidad, sino alterar el concepto de la felicidad misma y sus mecanismos de bsqueda-recompensa. Hoy en da existen pruebas de que la administracin de opiceos, tanto crnica como aguda, podra activar distintas vas intracelulares que alteran la expresin de los genes. Es importante observar que una corta seal opicea aguda puede transformarse en alteraciones a largo plazo en la transcripcin gentica, implicando una cascada de cambios en el genoma que, a su vez, podra intervenir en los mecanismos de desarrollo de la adiccin a opiceos. Las artes plsticas y la msica Todos los humanos compartimos y los esquizofrnicos y los deprimidos bipolares en mayor grado un rasgo biolgico cognitivo de nuestra personalidad que es la desinhibicin. A mayor desinhibicin, mayor creatividad y, por lo tanto, ms expedito queda el camino para la creatividad artstica y musical. Las artes plsticas y la msica generan, como la buena comida, el sexo y las drogas, un sentimiento de bienestar. Escuchar buena msica y componerla forma parte, igualmente, del sistema motivacional y de recompensa que garantiza la supervivencia mediante la bsqueda del bienestar. Quizs componer msica resulte ms misterioso para la gran mayora que preparar una receta exquisita, pero no es una razn suficiente para intentar separarla, alegando una supuesta espiritualidad de la msica, del entramado de circuitos neuronales a los que se ha hecho referencia a lo largo de este captulo. Las investigaciones ms recientes han revelado que la msica, al actuar sobre el sistema nervioso central, aumenta los niveles de endorfinas, los opiceos propios del cerebro, as como los de otros neurotransmisores, como la dopamina, la acetilcolina y la oxitocina. De las endorfinas se ha descubierto que dan motivacin y energa ante la vida, que producen alegra y optimismo, que disminuyen el dolor que contribuyen a la sensacin de bienestar y que estimulan los sentimientos de gratitud y satisfaccin existencial.  En el Centro de Investigacin de la Adiccin de Stanford, el farmaclogo y neurobilogo Avram Goldstein comprob que la mitad de las personas estudiadas experimentaban euforia mientras escuchaban msica. Las sustancias qumicas sanadoras generadas por la alegra y la riqueza emocional de la msica capacitan al cuerpo para producir sus propios anestsicos y mejorar la actividad inmunitaria. Goldstein formul la teora de que las emociones musicales, es decir, la euforia que produce escuchar cierta msica, eran consecuencia de la liberacin de endorfinas por la glndula pituitaria, es decir, fruto de la actividad elctrica que se propaga en una regin del cerebro conectada con los centros de control de los sistemas lmbico y autnomo. Ms recientemente, el Journal of the American Medical Association public los resultados de un estudio de terapia musical realizado en Austin en 1996. La estimulacin de la msica aumenta la liberacin de endorfinas y disminuye la necesidad de medicamentos. Tambin es un medio para distraerse del dolor y aliviar la ansiedad, explic uno de los investigadores. En un estudio publicado el ao 2001 por Anne J. Blood, de la Universidad MacGill de Montreal, y Robert J. Zatorre, de la Universidad Washington de San Luis, Missouri, se demuestra, mediante tomografa por emisin de positrones (PET), que las respuestas placenteras a la msica estn correlacionadas con la actividad de las regiones del cerebro implicadas en los mecanismos de recompensa y emocin. Entre stas se encuentran la amgdala, el crtex prefrontal, el crtex orbitofrontal y otras estructuras que tambin se activan en respuesta a otros estmulos inductores de euforia como la comida, el sexo o las drogas. Este estudio sugiere que la msica recluta sistemas neuronales similares a los que responden especficamente a los estmulos biolgicamente importantes, relacionados con la supervivencia como el sexo y la comida, y tambin a otros que se activan artificialmente mediante las drogas. La activacin de estos sistemas cerebrales por parte de la msica podra representar de acuerdo con estos investigadores, una propiedad emergente de la complejidad de la cognicin humana. La capacidad de la msica de inducir un intenso placer, y la estimulacin de sistemas de recompensa endgenos sugieren que, aunque la msica no es estrictamente necesaria para la supervivencia de la especie humana, constituye un beneficio significativo para nuestro bienestar fsico y mental. Sin embargo, a lo largo de los siglos, se ha atribuido al arte una dimensin especial, espiritual y cultural que lo distinguira, de alguna manera, de los atajos ms prosaicos hacia la felicidad, relacionados principalmente con el sistema sensorial. Las bellas artes despertaran reacciones afectivas positivas, por describir de alguna manera las sensaciones placenteras o incluso euforizantes que puede causar el arte frente a respuestas meramente sensoriales. Algunos detractores de las posibles cualidades extrasensoriales de la msica no consiguen acallar la mayora de voces que se inclinan hacia el arte con gesto reverencial. Qu pretende, por ejemplo, el gran neuro-cientfico Steven Pinker, profesor de psicologa en la Universidad de Harvard, al afirmar que el efecto directo de la msica es, simplemente, la generacin de placer sin sentido? Por supuesto, la msica es como la comida, el sexo o las drogas. A Pinker le cuesta admitir, probablemente por el cuestionamiento que implica de su tesis de que el lenguaje es una cualidad innata de los humanos, que la msica haya precedido al lenguaje como medio de comunicacin en los tiempos primordiales. Para Pinker, la msica es un accidente feliz producto de mecanismos mentales que no estn previstos para este fin. Pero a qu emociones apelan el arte y la msica? Por qu, al margen de su valor intrnseco, a veces difcil de calibrar, actan como imanes sobre los seres humanos? A qu funcin biolgica puede servir nuestra misteriosa atraccin hacia el arte? A pesar de los factores culturales que influyen en el arte, podran existir leyes universales que estructurasen todas las experiencias artsticas? Hasta hace pocos aos, las preguntas en torno a la filosofa del arte no pretendan hallar respuestas cientficas, en parte porque no existan los medios para comprobar las reacciones cerebrales ante los estmulos artsticos. Tampoco parecan interesar excesivamente las posibles respuestas de la ciencia frente a un mundo artstico que pareca mgico, casi religioso. El arte conmova las mentes, agitaba el espritu, alegraba los nimos decados. El arte funcionaba, y eso bastaba. Actualmente se estn desarrollando importantes investigaciones sobre el efecto del arte en el cerebro, como las mencionadas en los prrafos anteriores, y se dispone ya de datos cientficos que pueden contraponerse a las teoras clsicas del arte barajadas hasta ahora. Aqu sugerimos que el arte y la msica formaban parte de la bsqueda de amparo del hombre primitivo, que anonadado por la angustia del miedo, buscaba respuestas en la religin, el arte y la organizacin poltica. Se trata de una bsqueda mediatizada por el sistema lmbico para paliar las dificultades de la supervivencia. Es una concepcin biolgica o cerebral. Existen otras interpretaciones complementarias del papel del arte en la psique humana y, posiblemente, en el amalgama de todas ellas y en los misterios a los que dar respuesta la ciencia en el futuro est el secreto del efecto del arte en los seres humanos. Sabemos, por ejemplo, que la msica es un proto-medio de expresin que sirve para comunicarse. Precede al lenguaje y era utilizado por los grupos de homnidos cuando todava no saban vocalizar. sta es la tesis de Steven Mithen, profesor de prehistoria de la Universidad de Reading, en el Reino Unido, basada en el estudio de los fsiles, la prehistoria del cerebro y el lenguaje de los nios, ms musical que el nuestro. Este lenguaje sirve tambin para desahogar las emociones. Es un medio de comunicacin que ayuda a paliar el sentimiento de soledad y refuerza la cohesin social, segn las tesis de Robin Dunbar, investigador en psicologa evolutiva y ecologa del comportamiento de la Universidad de Liverpool. Lord Byron lo expresaba de otra manera diciendo que la poesa es la lava de la imaginacin cuya erupcin evita el volcn. Otros afirman que la msica es el resultado de la seleccin sexual. El artista utiliza sus habilidades especficas en el campo del arte para convencer a su pareja de la primersima calidad de sus genes. Es una visin la de Geoffrey Miller, profesor de psicologa de la Universidad de Nuevo Mxico, entre otros excesivamente darwinista, pero que no est reida con las dos anteriores. Son parte de las respuestas socioculturales y filosficas. Pero apartemos por un momento tambin las explicaciones psicolgicas y sociolgicas del innegable impacto del arte y la msica en el sentir humano. Busquemos otra vez datos cientficos que avalen o desmientan estas teoras. Traspasemos la frontera de lo visible y escudriemos de nuevo las reacciones de nuestro cerebro cuando estamos inmersos en un acto creativo, como receptores o como creadores. Semir Zeki utiliz la tcnica de las imgenes de resonancia magntica funcional para hallar la respuesta. Comprob que las personas a las que enseaba cuadros que consideraban hermosos activaban con fuerza ciertas partes de su cerebro. Al aplicar esta tcnica a personas creativas, comprob que stas tendan a ciertas respuestas tpicas de actividad cerebral. Los anlisis genticos posteriores de estos sujetos creativos revelaron, adems, parecidos en las reas del genoma humano pertinentes, sugiriendo que algo tan ligado a la cultura como el arte probablemente no est solamente relacionado con el entorno, sino tambin con la gentica. Habra, pues, una predisposicin hacia el goce artstico, situada en el cerebro y en los genes. De entrada. Estamos sentados en un patio de butacas frente al escenario en el que se representar El lago de los cisnes. El teln est a punto de levantarse. No todo el mundo dispone de la misma capacidad de disfrutar del espectculo, ni todos los intrpretes poseen la misma capacidad de emocionarnos. Para contestar la pregunta de por qu algunos intrpretes nos conmueven mientras que otros nos dejan indiferentes, el coregrafo Ivar Hagendoorn estudi el efecto del baile sobre el espectador. Partiendo de la premisa de que los seres humanos tienen una sensibilidad especial para reconocer los movimientos humanos, y teniendo en cuenta que si se muestran dos posiciones corporales se conectarn mentalmente con un movimiento virtual anatmicamente practicable, lleg a la conclusin de que se trata de una habilidad que no slo reside en el sistema motor, sino tambin en el sistema perceptual. Contemplar una fotografa de un objeto o un ser humano en movimiento activa las reas del cerebro que rigen los comportamientos motores. Contemplar receptivamente un espectculo de danza sumerge a la mente en sensaciones motoras, como las que puede experimentar quien se sumerja en la imaginacin visual. As afirma Hagendoorn, cuando se ve bailar, se est bailando. Esto explicara por qu ver bailar a menudo crea la necesidad de bailar. Las sensaciones motoras permiten experimentar el movimiento mentalmente, sin mover el cuerpo, superando as, mgicamente, las limitaciones de nuestra anatoma. Desde el principio del libro he insistido en que uno de los principios ms importantes de la felicidad son los sentimientos de competencia y de autonoma. Y los individuos capaces de disfrutar del arte pueden acceder a la experiencia de superar sus propias limitaciones fsicas, en la danza, o de cualquier ndole, segn la disciplina artstica. Un milagro que explica, en parte, el aura mgica que rodea al arte. Una posibilidad sencilla, que no necesita una mquina del tiempo ni ningn artilugio futurista para transportarnos, fugazmente, al lugar donde siempre quisimos estar. Bailar en el Bolshoi, contemplar el mar tempestuoso a bordo de un barco de Turner, acariciar las curvas de la Maja desnuda o descansar a orillas de un Sorolla soleado, es una forma de alejarse de las propias limitaciones, de viajar hacia la felicidad, pudiendo regresar sin peligro y sin efectos secundarios. Las drogas prometen algo muy parecido, pero sus efectos no se controlan tan fcilmente. A veces, el viaje placentero a la felicidad se toma amenazante y peligroso, cuando no mortal. Y sus efectos secundarios son temibles. Muchas drogas tal vez todas, en mayor o menor medida crean adiccin y tolerancia, obligndonos a ingerir cada vez cantidades ms elevadas de sustancia, de forma regular, para conseguir los mismos efectos. Y, casi con certeza, deterioran nuestro cerebro de forma irreversible. El efecto de cambio mximo Como se ha apuntado anteriormente, las drogas actan sobreestimulando los circuitos neuronales. El arte tambin. Y no slo a travs de la activacin de los circuitos de recompensa. Vilayanur S. Ramachandran, director del Center for Brain and Cognition de la Universidad de California, en San Diego, ha desarrollado una teora del arte que se basa, por vez primera, en los nuevos conocimientos neurolgicos. l y su colega William Hirstein proponen una lista de ocho leyes universales de la experiencia artstica, de la que quisiera destacar una en particular: el fenmeno psicolgico del peak shift effect o efecto de cambio mximo. En resumen, se trata de una exageracin de los rasgos que acta poderosamente sobre la mente, contribuyendo a que la percepcin se intensifique. Basta citar, como ejemplos, las formas anatmicas exageradas de las mujeres en el arte indio, los cmics o los juegos de ordenadores por no referirse a una marca de muecas que sigue batiendo rcords de popularidad en el transcurso de los decenios y las modas. El sistema visual reconoce de inmediato estos rasgos, y, con la exageracin, reacciona de forma ms intensa de lo habitual. El efecto de cambio mximo es un conocido principio que rige el proceso de discriminacin en el aprendizaje de los animales. Por ejemplo, si se le ensea a una rata a distinguir un cuadrado de un rectngulo, y se la premia al identificar el rectngulo, aprender muy deprisa a reaccionar ante los cuadrados. Ms an, si se entrena a la rata con un prototipo de rectngulo con una determinada proporcin, la rata reaccionar todava ms positivamente si se le muestra una figura an ms fina y alargada. Este curioso resultado implica que lo que la rata aprende a valorar, en realidad, no es un rectngulo en particular, sino una norma: en este caso, que los rectngulos son mejores que los cuadrados. Cuanto mayor sea la proporcin entre los lados cortos y los largos, es decir, cuanto menos aspecto de cuadrado tenga, mejor rectngulo le parecer a la rata. Es el llamado peak shift effect. Ramachandran sugiere que este principio es clave para entender el poder de evocacin del arte visual. El artista no slo intenta capturar la esencia de algo, sino magnificarla para activar con ms intensidad que el objeto original los mecanismos neurolgicos. En los ltimos tiempos, la ciencia ha empezado a desvelar las razones del impacto del arte en la psique humana. Hasta ahora, todo eran teoras acerca de la importancia del arte como factor liberador, comunicador, estimulante... Las primeras explicaciones lgicas refuerzan las intuiciones: el arte acta como un potente estimulador mental. No slo porque activa los circuitos de estmulo y recompensa, sino porque consigue, adems, atrapar y excitar nuestra atencin por una parte, y liberarnos de nuestras ataduras anatmicas, geogrficas o psquicas, por otra. La qumica entre el arte y el receptor es muy variable, pero puede llegar a ser muy potente, tanto como una droga, pero sin los efectos perniciosos de sta. El arte altera nuestra conciencia, nos ayuda a superar la realidad y a tocar, de refiln, el cielo de la felicidad. Los mecanismos descritos han permanecido inalterables durante miles de aos. Los circuitos neuronales que han regido el placer y la felicidad son los mismos. Y los resultados? En el corto plazo de cuarenta aos, desde luego, podra parecer que nada ha cambiado. En Londres ya no se ven las tiendas de la cadena Lyons que en la dcada de los sesenta estaban en todas las esquinas. Pero el fish and chips de los pobres sigue en cualquier pub o restaurante, aunque ahora sea un plato de lujo. Algn cientfico puede demostrar, pruebas al canto, que la gente de Londres es ahora menos feliz que entonces? Lo dudo, pese a las bombas de los terroristas. Ni creo que se pueda demostrar nunca. Y, sin embargo, algo fundamental ha cambiado. No se puede palpar y, menos an, ver en el rostro de la gente. Se trata de algo intangible oculto en el sistema nervioso central y, particularmente, en su parte ms ancestral. Al comienzo de este captulo se sugera que las preguntas que se formulan los ciudadanos en las ciudades dormitorio antes de dormirse haban cambiado. Respecto a los circuitos del sistema de recompensa del sistema lmbico, lo que ha cambiado es, obviamente, la magnitud del premio. Ahora las recompensas son abracadabrantes en comparacin con la modesta magnitud de los premios de antao: comer, copular, estar ms seguro en la cueva; en definitiva, sentirse bien. En la actualidad, por el contrario, los retos que garantizan la supervivencia son tan inconmensurables como la defensa de las libertades individuales, en cuyo espacio vacante se asienta el ejercicio abyecto del poder poltico, o, en el extremo opuesto, la entrada inmediata en el paraso, una recompensa sobredimensionada comparada con el hecho vulgar de poner una bomba, ganar las prximas elecciones generales, cambiar de pas de residencia, llegar a la Luna, que lo pierdan todo los norteamericanos, que los dos mil millones de chinos no invadan los mercados internacionales, sustituir al sistema inmunitario que, a partir de los cincuenta aos, cuando aparecen las enfermedades degenerativas como el Alzheimer, cuelga el letrero de cerrado. Si la seleccin natural requiere estmulos adecuados para lograr objetivos tan estrambticos como los citados, no sera extrao que los mecanismos milenarios del placer y la felicidad no dieran abasto. Tenemos objetivos grandiosos y radicalmente nuevos de los que, supuestamente, depende nuestra felicidad, pero los mecanismos neuronales de recompensa siguen siendo los mismos de siempre, enfocados a objetivos de supervivencia tan pedestres como la comida, el sexo, o la repugnancia. De entre el ramillete formado por los grandes descubrimientos cientficos, quisiera centrarme en una pequea cereza. Fue uno de los ltimos legados de Francis Crick, poco antes de morir, cuando hastiado tal vez de la gloria de haber descubierto, con James Watson, la estructura de la molcula que anunciaba del secreto de la vida, el ADN, volvi su atencin hacia el estudio de la conciencia. Crick intua el escandaloso vaco en las tareas de mantenimiento de los humanos, tras haber contribuido como pocos al esclarecimiento de los mecanismos genticos de la inversin ms absorbente, que consuma ms recursos: la reproduccin. Adems, Francis Crick tena un sentido del humor arraigado en su esnobismo ingls, un factor que, por derecho propio, sin pruebas y sin que se desprenda de nada de lo expuesto, debera figurar en la frmula de la felicidad del prximo captulo. Siento mucho la interrupcin dijo un cientfico en cuyo despacho se encontraba un amigo mo, mientras colgaba el telfono tras diez minutos de conversacin. Era Francis Crick. Le pasaba algo? inquiri mi amigo, consciente de su enfermedad y de su avanzada edad. Est furioso, porque su editor le ha devuelto un manuscrito alegando que no lo entendera nadie y dicindole que volviera a redactarlo despus de haber hablado con la gente de la calle. Sabes qu me ha preguntado? Ni idea contest mi amigo. Que si yo conoca a alguien de la calle! A Francis Crick la bsqueda de la conciencia le llev al estudio de los sueos y al descubrimiento del aprendizaje invertido. En la fase REM de los sueos, aunque no slo en ella, se produce un espectculo fascinante. El hipotlamo ha almacenado las experiencias acumuladas durante el da y se dispone a transferirlas al sistema que gestiona las emociones para que les d su sello inconfundible, antes de comunicarlas al cerebro consciente y ms evolucionado en forma de memoria. En este trfico, el cerebro aprovecha para depurar la informacin. Slo se puede conservar lo realmente importante, pero para ello hay que ser capaz de tirar por la borda todo lo que no tiene sentido. Desprenderse tanto de lo irrisorio como de lo que es producto de asociaciones infundadas garantiza que slo se archivar lo indispensable para el futuro. Es el aprendizaje invertido que el cerebro realiza gratis y por su cuenta todas las noches. Y ah termina todo, desgraciadamente. Por qu desgraciadamente? Porque cuando estamos despiertos nada ni nadie completa estas tareas de desaprendizaje. En la vida consciente los individuos y las instituciones slo se atiborran el cerebro aprendiendo. Ni en los hogares, ni en las escuelas, ni en las universidades se ensea a desaprender el cmulo incalculable de asociaciones infundadas y de versiones sin sentido de lo que est aconteciendo. De manera que una visin objetiva del quehacer cotidiano lleva a la conclusin de que lo que sera necesario aprender es insignificante, comparado con todo lo que debera olvidarse y borrarse de la memoria. Esta labor ingente se encomienda, nicamente, a la fase REM de los sueos. Pero el hipotlamo, la amgdala y el neocrtex ya tienen suficiente trabajo como para gestionar la basura del vecino, que podra ser amenazante, o, por el contrario, archivar otra basura llena de deseos de quin podra ser la pareja adecuada para reproducirse y perpetuarse. Espontneamente, por s mismo, es muy difcil que el cerebro eche a la basura las prdicas repletas de asociaciones infundadas entre la miseria de unos y la riqueza de los dems; paraso con ochenta vrgenes y violencia asesina; lugar de residencia y grado de inteligencia; estrella fugaz y accin divina. Parece obvio que habra que completar los circuitos neuronales activados en el sueo con un objetivo muy preciso, con una labor consciente y sistemtica de desaprendizaje individual. Es ms, en lugar de la necesaria labor de esclarecimiento, se ponen en marcha campaas de lavado de cerebro colectivas para profundizar ms, no menos, en la perpetuacin de asociaciones infundadas. Captulo 8 La frmula de la felicidad Estamos llegando a puerto. En las pginas precedentes se ha reflexionado para poder abordar la tarea de reducir tantas ideas a una frmula sencilla. Las virtudes de una frmula matemtica que sintetice el mapa de la situacin sin agravios a la realidad son evidentes. En realidad, no existe desafo ms atractivo que el de resumir de un trazo toda la riqueza inabarcable de la informacin en la que estamos sumergidos. De hecho, no slo los matemticos recurren a las frmulas para hacerse entender. Todas las expresiones son una sntesis de algo mucho ms abigarrado y confuso: un cuadro, una frase, una fotografa o un gesto. Somos capaces de comunicarnos, justamente, porque a veces sabemos disear representaciones que nos liberan del caudal de informacin y emociones que colman un concepto. Para encauzar este proceso hacia la frmula de la felicidad, le sugiero al lector que dividamos el camino en tres etapas. En la primera intentaremos, como deca Bourguiba, el desparecido presidente de Tnez, separar lo esencial de lo importante. No es una tarea fcil y en ella se estrellan los homnidos todos los das e innumerables veces. Por qu ste pierde el tiempo con algo que ni le va ni le viene?, dice la gente o, peor an, entiendo que le mortifique la prdida de su puesto de trabajo, pero el alcohol acabar con su vida. En primer lugar, pues, elegiremos lo esencial en el viaje a la felicidad. A continuacin, agruparemos las ideas joya esparcidas a lo largo del texto por sus caractersticas bsicas. Algunas son capitales para aumentar la felicidad y otras, lgicamente, pese a ser resplandecientes, deben evitarse como la peor de las amenazas. Respecto a la frmula, bastar llegado el momento, con poner las primeras joyas en el numerador por su incidencia positiva en el resultado final y a las que dividen, disminuyen o contaminan en el denominador. Separar lo esencial de lo importante Una vez, mientras admiraba los ltimos avances en la tcnica de ecografas fetales en 3D del gineclogo Stuart Campbell, el pionero de la visibilidad del embrin, en su clnica de Londres, se me ocurri exclamar, sin nimo de recabar una respuesta: Qu aburrimiento permanecer nueve meses encerrado en el vientre de la madre baado en lquido amnitico y sin respirar! Te equivocas respondi de inmediato el doctor Campbell. Nunca volver a ser tan feliz en toda su vida. El feto est dentro del tero en un entorno templado, protegido de la luz y el ruido; oye los sonidos de la madre y el latido de su corazn. Est muy a gusto. Es absolutamente verdad, como corroboran las primeras sonrisas y juegos del embrin, que nunca tiene hambre porque la placenta le proporciona los nutrientes de la madre siempre que ella se alimente debidamente, como recordaba Robert Sapolsky en el captulo 6. Tras nueve meses de felicidad, las endorfinas de la embarazada garantizan la alegra de los nacimientos. Pero esa alegra no logra enmascarar la cuantiosa inversin que supone la perpetuacin de la especie en los homnidos. Nacemos con un dficit biolgico en gastos de mantenimiento que ir aflorando a lo largo de la vida a medida que el desgaste celular, provocado por una actividad frentica y concentrada en pocos aos, vaya agotando los escasos recursos previstos para su regeneracin. La lgica de la evolucin consiste en no asignar ms recursos de los estrictamente imprescindibles para el mantenimiento de un organismo que no iba a sobrevivir ms all de los treinta aos que destinaba bsicamente a reproducirse. Casi sin comerlo ni beberlo y gracias sobre todo a algunas ideas elementales de higiene que hubo que arrancar a porrazos al cerebro inercial, y al descubrimiento de los antibiticos, esta especie se encuentra ahora con cuarenta aos de vida redundante, pero con los recursos asignados para su mantenimiento calculados para un perodo que no llegaba ni a la mitad del actual. Resulta evidente que la consecucin de la felicidad exige reducir drsticamente los recursos destinados a la perpetuacin de la especie y un aumento correlativo de los recursos asignados a las tareas de mantenimiento. Menor nmero de hijos y ms cuidados para los pocos que se cran. Cuantiosos desembolsos en la mejora de la calidad de vida, particularmente durante los cuarenta aos redundantes, que estn en continuo aumento. Reconversin de las inversiones agresivas con la vida y el medio ambiente en gastos de funcionamiento preventivos. El peso creciente de los intangibles en el producto nacional bruto debera encontrar su reflejo en el refuerzo de los valores tambin intangibles. Individualizacin de las ofertas educativas, mdicas y farmacolgicas de acuerdo con la variabilidad neuronal y gentica de los individuos. Prioridad de la investigacin sobre la que se asienta el conocimiento cientfico con relacin al conocimiento gentico, aprendido y revelado, que implica asentar los apoyos asistenciales en los principios del antiguo mdico de cabecera: atencin frecuente, integral e individualizada. La lista es interminable y podra alargarse hasta el detalle de optar entre suprimir una humedad en la pared del pasillo o invertir en una grifera nueva en la baera aunque no estuvieran relacionados. No propondr una receta para cada supuesto de asignacin de recursos, sino que la suma de las opciones libres en su distribucin refleje la prioridad de los gastos de mantenimiento indispensables en las sociedades modernas. Wolfgang Pauli fue uno de los fsicos tericos ms portentosos. Al principio de exclusin dos electrones en un tomo no pueden ocupar el mismo estado cuntico se le llama el principio de Pauli. Adems, su carcter era extremadamente emotivo. Otro fsico y gran divulgador, Jeremy Bernstein, cuenta en su libro The Life it Brings: One Physicist's Beginnings la siguiente ancdota. Pauli acababa de dictar una conferencia en una sala abarrotada de premios Nobel ya galardonados y futuros, como Niels Bohr, de la Universidad de Columbia. Por cierto, fue en el estreno en Nueva York de una obra de teatro dedicada a los entresijos de los debates, no slo acadmicos, entre Bohr y Heisenberg, cuando record la ancdota en cuestin, una ancdota que mis sueos de forma totalmente injustificada haban desechado en el cesto de recuerdos irrisorios. El hecho es que concluida la intervencin de Pauli intervino Bohr para decir que toda teora verdaderamente nueva tena que ser disparatada y que lo dicho por Pauli era estrambtico, pero no suficientemente disparatado. Entonces el maestro apostill de inmediato: Te equivocas. Mi teora es absolutamente loca. No, no suficientemente replic Bohr. S lo es! repeta Pauli, mirando al auditorio desde el extremo de la mesa. No es suficientemente disparatada! contestaba Bohr desde el otro extremo, dirigindose, tambin, al pblico incrdulo ante el espectculo. Cada vez que reflexiono sobre las emociones recuerdo aquella escena. Pauli y Bohr eran dos de los grandes sabios del mundo moderno y compartan un mismo instinto bsico: eran capaces de emocionarse. Este rodeo por mi memoria viene a cuento para llegar a una de las conclusiones ms obvias de El viaje a la felicidad: en el inicio y el final de un trayecto siempre hay una emocin, porque de lo contrario no sera un proyecto. Pauli morira de cncer muy pocos meses despus de defender que su teora era tanto fruto de la razn como del corazn. Conviene, pues, echar por la borda todo el pensamiento aristotlico que ha plagado la cultura occidental insistiendo en la irracionalidad y la perversidad de las emociones. Las secuelas de este cambio en la vida cotidiana de la gente son innumerables. Resulta tan contraproducente no saber controlar las propias emociones como no tenerlas. Es sabio desconfiar de cualquier proyecto que no parta de una emocin. Por mucho que se manifieste lo contrario, no existe una decisin final sobre cualquier asunto que no est teida por una emocin. Es mejor rerse, o incluso llorar, cuando el jefe mantiene, impertrrito, que la decisin que acaba de tomar es totalmente objetiva y fundamentada, exclusivamente, en la razn. De ser as, la infinidad de datos y argumentos en uno y otro sentido le habran impedido decantarse en el ltimo segundo. La presencia de las emociones en la decisin final, y no slo al comienzo del proyecto, ha llevado ahora a los especialistas en robtica a intentar conferir emociones a sus robots, para que puedan tomar decisiones como una persona. Quisiera apuntar una ltima idea sobre este tema trascendental. La suma de emociones individuales es igual a una emocin grupal, que es completamente distinta. Los mecanismos neuronales de motivacin y recompensa individuales ya estaban perfectamente establecidos y consolidados cuando, hace unos diez mil aos, los homnidos se agruparon en comunidades agrcolas. Desde la perspectiva del tiempo geolgico, las emociones grupales son emociones desacostumbradas, al contrario de lo que ocurre con los superorganismos formados por los insectos sociales. No es probable, pues, que el asentamiento biolgico de esas emociones en los humanos haya tenido tiempo de evolucionar en funcin de la seleccin natural. En el interregno, los individuos que componen el colectivo grupal exigen un espacio reservado para sus propios derechos frente a los del superorganismo, y una conducta ejemplar, solidaria y responsable a los dirigentes que suscite la confianza de los administrados. Sin este compromiso, lo ms lgico es que la decisin grupal, imprevisible por definicin, choque frontalmente con los intereses de los individuos. Es ms, parece probable que el rechazo a hipotecar todos los intereses individuales a los del grupo haya impedido la consolidacin de superorganismos humanos como los de los insectos sociales. Parte del desasosiego causado por el impacto de fenmenos como el consumismo en los ndices de felicidad de las sociedades extremadamente competitivas de hoy, arranca de la renuencia a admitir que los intereses de la sociedad van por un lado acumulacin de riqueza y multiplicacin de puestos de trabajo; objetivos legtimos y los del individuo por otro la bsqueda igualmente legtima del bienestar y la felicidad personal. La experiencia aberrante de los pocos superorganismos sobre todo, en forma de sectas ideolgicas y religiosas que han conseguido prosperar, casi siempre a base de manipulaciones mentales y de la programacin de asociaciones infundadas, no augura nada bueno para el ejercicio de las emociones grupales. Mientras las emociones individuales activan los mecanismos encaminados a garantizar la supervivencia, las emociones grupales o colectivas van en sentido contrario o sin sentido. No es arriesgado anticipar que, en la medida en que se avance hacia un gobierno planetario, ser necesario articular un proceso bsico y elemental de convalidacin democrtica. Tanto es as, que el proceso de legitimacin o deslegitimacin de las decisiones grupales a escala planetaria impregnar la vida social y poltica del siglo xxi. Otra de las joyas de la corona de la felicidad se desprende del experimento de Martin Seligman, realizado en la dcada de los setenta, sobre el desmoronamiento del sistema inmunitario de las ratas, al que me he referido en el captulo 4. A las ratas, como recordar el lector, no se les daba alternativa alguna para imaginar y controlar lo que les estaba sucediendo en el experimento, unas descargas elctricas aleatorias. No controlar los acontecimientos irrita sobremanera al cerebro y sume en la depresin. Ahora bien, controlar total o parcialmente la situacin conlleva una serie de requisitos previos que la gente tiende a olvidar. Es preciso haber alcanzado ciertas cotas de competencia en la tarea que se quiere controlar. En el experimento de Seligman slo se salv la rata que dispona de una palanca para interrumpir las descargas elctricas, una vez hubo aprendido a manejar la palanca. Tambin haca gala de cierta autoestima que la induca a creer que estaba en su mano liberarse de aquella tortura inexplicable. A pesar de las dursimas condiciones del experimento, la rata se salv gracias a su capacidad de imaginar situaciones distintas y ms felices, a la bsqueda constante de soluciones, a la intensidad con que viva la expectativa de que, apoyando la palanca, obtendra el premio de la interrupcin de la descarga. No se sabe es probable que ni el propio Seligman se acuerde si la rata activaba sus recursos porque los ayudantes de laboratorio la estaban contemplando. En este sentido, el cientfico britnico Walter Gratzer describe un famoso experimento realizado en Nueva York con gatos a los que se encerraba en una jaula con un pestillo vertical para abrir la puerta. Se trataba de descubrir el mecanismo de apertura. Lo sorprendente fue que, habiendo aprendido a desbloquear la puerta, justo antes de hacerlo, el gato realizaba un ritual de gestos, como frotar la cabeza contra una de las paredes de cristal, y otros movimientos sinuosos muy felinos. Nadie se explicaba las razones de aquel ritual, hasta que los ayudantes de laboratorio descubrieron que el gato slo se entregaba al ritual si haba alguien presente. Era la manera gatuna de saludar al personal. Lo intuimos en el caso de la rata, lo descubrimos recientemente en el caso del gato y lo sabemos a ciencia cierta en el caso de los humanos: la activacin de los procesos imaginativos, de bsqueda de soluciones y de control implican una interrelacin. Si nadie le miraba, el gato dormitaba en la jaula sin buscar siquiera la salida. Los distintos factores de la felicidad Ha llegado el momento de detenerse, como sugera al comienzo del captulo, en la segunda pausa del camino para encontrar la frmula de la felicidad. Se trata de agrupar ahora los factores relevantes por categoras homogneas. En el primer listado incluimos los factores netamente reductores del bienestar, bajo el epgrafe R. En el segundo grupo, bajo la denominacin C, figura la carga heredada lo mejor y a menudo lo nico que se puede hacer con este tipo de variables es ser consciente de su presencia. Por ltimo, bajo el epgrafe S, se alude al resto de los factores fundamentalmente significativos. Al margen de los factores qu se identifican como ms significativos, existen una serie de conductas que el autor y la mayora de sus lectores dan por supuestas a la luz de lo que antecede. Son comportamientos de orden tan primario y poco discutible que no debera ser ni necesario representarlos en la frmula de la felicidad. Me refiero, obviamente, a lo que en el prrafo anterior se ha agrupado bajo el apartado de factores reductores (R). Sigue siendo cierto que, sin haberlos asimilado, adentrarse en el resto del proceso de la frmula es en vano. En otras palabras, aqu se da por descontado que el intento de sintetizar la frmula de la felicidad slo pueden llevarlo a cabo quienes hayan asumido previamente las siguientes sugerencias. Factores reductores del bienestar (R) 1. Desaprender la mayor parte de las cosas que nos han enseado es mucho ms importante que aprender. No tiene ningn sentido dejar en manos de la fase inconsciente de los sueos la depuracin de la experiencia cotidiana de todo lo infundado o irrisorio. No obstante, no existe ningn proceso paralelo que sea consciente y continuado. El pesado fardo del pensamiento y de las convicciones que no han sido sometidas al anlisis de la experimentacin y la prueba es inversamente proporcional a los ndices de felicidad. 2. Deben filtrarse escrupulosamente todas las instrucciones inspiradas en la memoria grupal. Aunque algunos especialistas la adscriben tambin a la memoria primordial en la que se sustenta la amgdala, el comportamiento ms reciente de los grupos inspirados en esa memoria grupal delata la presencia tanto de virus letales como de asociaciones infundadas. 3. No hace falta coordinar lo que ya se coordina por s solo, empezando por los tomos y las clulas compuestas de tomos, que se autoorganizan en sistemas ordenados. La historia de la civilizacin es la historia de la automatizacin progresiva de procesos. Es totalmente absurdo pretender que los recursos asignados a la gestin de los procesos conscientes y discrecionales slo un 5 por ciento del total deban utilizarse tambin interfiriendo en la gestin de los procesos automatizados o que podran automatizarse. 4. De la misma manera que la belleza es la ausencia de dolor, la felicidad es, primordialmente, la ausencia de miedo. Esto supone que al final de cualquier proceso, en lugar de dar palos de ciego movidos por la emocin bsica del miedo, esa emocin se ha canalizado en el perfeccionamiento de las competencias propias y en profundizar en las relaciones interpersonales para garantizar la supervivencia. a va de soi, como diran los franceses. Los cuatro factores reductores citados anteceden a todo planteamiento sobre los ndices de la felicidad. Y sera estril adentrarse en el detalle de la frmula que sigue sin haberlos dado por aprendidos. Lamentablemente, el sentimiento de insatisfaccin generado por muchas recetas pormenorizadas de autoayuda arranca de su formulacin al margen de esos factores reductores. Es evidente que muy pocas o ninguna de las recetas surtirn efecto sin la voluntad de desaprender, de cuestionar las instrucciones grupales, de no interferir con lo que ya funciona y, finalmente, de poner lo necesario para que el miedo, en lugar de ser agobiante, sea un estmulo positivo. Resuelta esta cuestin previa, ya podemos profundizar en la segunda estacin en el camino hacia la felicidad. Se trata de asignar a los dos otros epgrafes los distintos factores relevantes. la carga heredada en la bsqueda de la felicidad (C) 1. Todos somos mutantes, aunque algunos ms que otros. Cada embrin genera entre tres y cuatro mutaciones exclusivas que van en detrimento de su salud. De las aproximadamente trescientas mutaciones lesivas para salud que se dan en un individuo, unas de fabricacin propia y las dems heredadas, el embrin se hace con algunas que pueden obstaculizar sus mecanismos de bienestar. Es una carga heredada cuya compensacin, en el mejor de los casos, distrae recursos de otras funciones necesarias. 2. El desgaste de los materiales al igual que en la industria de bienes de equipo es inevitable. A la hora de compensar este desgaste nos encontramos con que, al igual que ocurre en la obsolescencia programada de los vehculos y los electrodomsticos, es distinta para cada organismo, cosa que exige una diferenciacin individual en las capacidades regenerativas. 3. Una variedad no programada del desgaste de materiales es el envejecimiento. No estamos programados para morir, en el sentido de que ningn gen ni mecanismo gentico tiene la funcin de interrumpir en un momento dado los procesos vitales. El envejecimiento depende de la habilidad en evitar las miles de agresiones que soportan las clulas diariamente y en reforzar sus mecanismos de regeneracin. Para neutralizar la correlacin positiva existente en la actualidad entre la edad y el riesgo de fallecimiento por unidad de tiempo, harn falta recursos financieros ingentes para aplicar las tecnologas en curso de investigacin destinadas a eliminar, en una primera fase, la acumulacin de mutaciones nocivas en los cromosomas y mitocondrias. 4. El ejercicio abyecto del poder poltico es, a todos los efectos, una carga heredada, puesto que se trata de un hecho cultural y los ritmos de los cambios culturales son extremadamente lentos respecto a otros cambios como los tcnicos e incluso los sociales. Como han puesto de manifiesto las encuestas ms recientes sobre los ndices de felicidad, la persistencia de sistemas no democrticos y la presencia de gobiernos corruptos incide muy significativamente sobre los ndices de felicidad. A medio plazo, por supuesto, la relevancia apuntada de este factor en los niveles de bienestar acabar condicionando todos los programas de cooperacin y ayuda internacionales. 5. La diferencia entre los humanos y el resto de los animales es que a los primeros les basta con imaginar una situacin de estrs para desencadenar sus emociones bsicas y su secuela de flujos hormonales. Los homnidos no necesitan enfrentarse con un peligro real para aumentar sus niveles de ansiedad. Les basta con imaginarlo. En este sentido tienen razn los neurocientficos cuando recuerdan que la mente influye sobre el metabolismo de las personas. Y los gineclogos, al constatar que los embriones que se ren en el vientre de su madre suelen sonrer al nacer, a diferencia de los ms taciturnos. Factores significativos en los ndices de felicidad (S) Se cuenta que, una vez, el famoso matemtico G. H. Hardy, de la Universidad de Cambridge, al terminar de escribir en la pizarra unas ecuaciones, se volvi hacia sus alumnos y exclam: Ahora resulta totalmente obvio... empez a decir, y se sumi en una interminable pausa de varios minutos en medio de un silencio sepulcral. Es verdad, ahora resulta obvio, prosigui luego sin asomo de duda el profesor Hardy. La pasin por su disciplina le llev al extremo de decirle al filsofo Bertrand Russell en plena conversacin: Si pudiera encontrar una prueba de que moriras dentro de cinco minutos, por supuesto sentira pena por haberte perdido, pero toda la tristeza sera compensada con creces por la alegra de la prueba. No se me ocurre ninguna cita mejor para expresar mi estado de nimo justo antes de enumerar despus de tanto circunloquio y reflexin la quintaesencia de la cuestin. Tras haber escrito con el lector tantas ecuaciones en la pizarra, lo mejor que se me ocurre como al profesor Hardy es exclamar: Ahora resulta totalmente obvio..., seguido de unos minutos de silencio antes de proseguir con la enumeracin de los factores ms significativos en los ndices de felicidad. Primero. El factor fundamental es canalizar hacia la vida cotidiana la misma emocin que G. H. Hardy encontraba en su profesin. La E de emocin multiplicar a los dems factores en la frmula; si es cero, nada de todo lo restante tendr valor. En cierto modo, sustituye a lo que en un libro anterior titulado Adaptarse a la marea llamaba el tiempo psicolgico; en el que indicaba que sin salir del tiempo fsico ordinario resultaba imposible encontrar momentos de felicidad. Con relacin a nuestros antepasados, que se enfrentaban casi siempre a realidades generadoras de miedo que activaban sus mecanismos cerebrales de recompensa para sobrevivir, los descendientes del Homo ergasterse emocionan buscando y descubriendo el big bang, profundizando en el conocimiento de la naturaleza y de s mismos. Me emociona este proyecto o esta relacin? No tiene por qu emocionarme necesariamente, pero los ltimos datos cientficos indican que una respuesta negativa presupone que, por muy conveniente o sensato que sea el proyecto, difcilmente tendr un impacto significativo en los ndices de felicidad. Segundo. Es necesario dedicar ms recursos al mantenimiento y menos a la inversin. Al sugerir al comienzo de este captulo que la primera tarea sera diferenciar lo esencial de lo importante, ya me estaba refiriendo a este concepto. La M de mantenimiento es el segundo factor, por derecho propio, que encuentra su cabida en el numerador de la frmula de la felicidad. Su aplicacin a la vida cotidiana requiere un cambio de estrategia psicolgica que consiste en incorporar el gusto caracterstico del resto de los animales por el detalle, renunciando en parte a la querencia humana por la idea o el conjunto de la obra. El peor reproche que se hacen los humanos entre s es que el rbol no le deja ver el bosque. Pues qu suerte!, porque sin ver el rbol no se pueden activar las conductas tendentes al mantenimiento. Con el mismo objetivo, existen ya empresas que estn descubriendo las virtudes del espritu de mdico de cabecera en la relacin con sus clientes: trato diferencial, fundamentado en el detalle que los dems no ven, e integrado. Tercero. Slo vemos e imaginamos lo que estamos acostumbrados a ver. Cuando la Luna aparece en el horizonte pegada a la Tierra por encima de una montaa, la vemos ms grande que cuando est en nuestra vertical. Y, sin embargo, es la misma luna, con el mismo tamao y situada a igual distancia. Pero el cerebro, que siempre intenta tranquilizarnos, desfigura el tamao de la Luna para aproximarla a las proporciones a las que estamos acostumbrados aqu en la Tierra, cuando hay una montaa detrs. Por eso la B de bsqueda constante de lo que no ven los dems es el tercer factor de la frmula. En la bsqueda y la expectativa radica la felicidad. En la vida cotidiana esto supone cambiar el ensimismamiento por el espritu multidisciplinar y la capacidad metafrica. Qu razn tena el premio Nobel de Fisiologa o Medicina Sydney Brenner al afirmar que la ignorancia de los dems haba sido un gran activo para l! Los que no saban nada del tema en que l sola ensimismarse le aportaban una visin fresca y nueva que le ayudaba en sus investigaciones. Ampliar las coordenadas del propio mapa de situacin, ejercer la capacidad de bsqueda metafrica del cerebro a la que Steven Mitthen, de la Universidad de Reading, cientfico de la prehistoria del cerebro, atribuye el gran salto adelante de los homnidos, que les permiti acceder al arte, la religin y la ciencia. En el epgrafe dedicado a la carga heredada (C) se mencionaba la singularidad de los humanos para imaginar situaciones futuras de estrs con idnticos resultados fisiolgicos que si las vivencias fueran reales. Por qu no desarrollar esa misma capacidad de imaginar situaciones que generen bienestar? Cuarto. El placer, el bienestar y la felicidad residen en el proceso de bsqueda y no tanto en la consecucin del bien deseado. A este respecto resulta ilustrativa la experiencia consensuada del premio Nobel. La mejor manera de no lograrlo consiste en proponerse, sistemticamente, su obtencin. Por lo dems, raro es el premio Nobel que no recuerde tiernamente la felicidad que senta en contraste con los agobios oficiales posteriores al nombramiento durante los duros aos de investigacin. La felicidad est escondida en la sala de espera de la felicidad. Quinto. La ancdota del gato contada por Walter Gratz nos lleva de la mano hacia la ltima alhaja del repertorio de instrumentos de la felicidad. En la creciente, casi agobiante, literatura en torno al tema, existe un consenso generalizado sobre el impacto modesto en los niveles de felicidad de lo que llambamos los factores externos o los grandes mitos. Con una excepcin marcada, la de las relaciones interpersonales. Ya en la cuna buscamos rostros ajenos que entonen agudos con los que familiarizarnos. Sobre todo si, como ocurre ms a menudo de lo que se est dispuesto a confesar, los lazos maternos tardan en consolidarse. Poco despus, muy pronto, las neuronas espejo permitirn imitar y ejecutar los movimientos de otros, aprender de los dems. Hace unos aos, la psicloga y escritora estadounidense Judith Rich Harris, tras levantar un gran revuelo sugiriendo que la educacin de los padres influa escasamente en el futuro a largo plazo de sus hijos en comparacin con los amigos de turno, afirmaba que en lo que s tenemos una gran influencia es en su presente, y podemos hacerlos tremendamente infelices. Se dira que, a medida que pasan los aos, aumenta la vulnerabilidad que dimana de las interrelaciones sociales. El caso ms extremo es el del amor y su dependencia. Antes de hablar del amor en el contexto de la felicidad es preciso sortear el debate en torno a la belleza que, supuestamente, lo activa. Los psiclogos evolutivos tienen resuelto este problema, con abundantes pruebas. La belleza es un indicador de la salud. Con la cola desplegada, el pavo le est diciendo a la hembra: Soy fabuloso, estoy increblemente sano, tengo unos genes fantsticos gracias a los cuales he podido resistir a los parsitos, o tal vez, simplemente tuve suerte, pero el hecho es que estoy increblemente sano. Muy probablemente, es lo que el pavo le dice a la pava porque es cierto que en un entorno de escasez la cola del pavo real pierde su esplendor, y que a las hembras les seduce lo contrario, adoran las colas saludables, como corroboran muchos experimentos. Ahora bien, qu sucede con los humanos? Cul es nuestra cola de pavo real? El genetista Armand Marie Leroi, profundo conocedor de las tormentas mutacionales del ser humano, tiene una repuesta. Cada vez es ms probable que sea nuestro rostro. Cuando juzgamos la belleza de alguien lo primero que miramos es su cara, me dijo hace apenas unos meses en una larga conversacin en su laboratorio en Inglaterra. No es seguro que el rostro sea el espejo del alma, pero todos los mdicos estn de acuerdo en que la cara es una parte del cuerpo muy complicada donde los ojos, la nariz y las marcas cutneas reflejan casi todas las enfermedades ocasionales o del entorno. Armand Marie Leroi va ms all y recuerda que casi todos los trastornos genticos tambin dejan su huella en la cara. La belleza, aunque apenas seamos conscientes de ello, es la ausencia de error prosigue Leroi. No es una cualidad en s misma, sino la ausencia de vicisitudes en la vida, de mutaciones reflejadas en el rostro. De vez en cuando vemos a alguien que ha escapado de ellas y nos decimos que encarna la belleza. El escritor francs Stendhal deca que la belleza es la promesa de felicidad, pero yo creo que la belleza es ms bien la ausencia de dolor, o del recuerdo del dolor. Seguro que el lector ha intuido en este preciso instante por qu he trado a colacin a un autor y un recuerdo de nuestra conversacin que poda parecer, a primera vista, fuera de contexto: si la belleza es la ausencia de dolor, resulta ms creble la tesis principal de este libro de que la felicidad, tan ntimamente vinculada a la belleza, es la ausencia de miedo. Ya estamos, pues, preparados para hablar del amor, que tantas relaciones interpersonales conmueve y que, a su vez, tanto incide sobre los niveles de felicidad; en todo caso, mucho ms que el trabajo, la educacin, la salud o la pertenencia a un grupo tnico. Un equipo de cientficos dirigidos por Helen Fisher, de la Rutgers University, sometieron a un grupo de enamorados a pruebas de resonancia magntica. Como en el caso de la msica y el arte, los resultados confirmaron lo que caba esperar. Los circuitos cerebrales activados de las personas locamente enamoradas estaban localizados en dos zonas del cerebro primordial: la ventral tegmental y el ncleo caudado, es decir en las partes integrantes del mecanismo de recompensa y en el motivacional. En la base del amor romntico haba, tambin, dosis significativas de secreciones hormonales de dopamina. Los experimentos confirmaron que, esta vez, el refranero popular acierta al decir que con el amor no se juega y, si se juega, hay que ser consciente de que no se trata de algo intrascendente. Se est hablando de un instinto bsico que transcurre por los conocidos circuitos neuronales del placer, con el objetivo intermedio de ayudar a centrar en una persona todos los esfuerzos de seduccin que, de otra manera, podran desperdigarse sin alcanzar el objetivo ltimo de la perpetuacin de la especie. Por lo dems, no parece que la activacin simultnea de la misma regin cerebral activada por el sabor del chocolate constituya un dato suficiente para adjetivar al amor romntico de adictivo. La inexplicable proliferacin de casos de violencia domstica tendra as una explicacin, pero es mucho ms probable que esta lacra social tenga sus orgenes en otras emociones bsicas como la ira alimentada por altas dosis de dopamina o, simplemente, la falta psicpata de empata. La incidencia de las relaciones interpersonales en los niveles de felicidad cobra hoy en da un relieve especial a raz de la interconectividad planetaria impuesta por las tecnologas de la informacin y las comunicaciones. Todava no se sabe descifrar el sentido de los grandes conjuntos ordenados y, todava menos, de su impacto en los mecanismos neurolgicos bsicos. Si se analiza la historia de la ciencia, se descubre que est dominada por un cierto reduccionismo que apareci en el siglo xviii. Los bilogos estudiaban la vida, los fsicos los tomos y los qumicos las sustancias naturales y sintticas. Pero cuando se observa la naturaleza nunca se ven las partculas mencionadas de forma individual. Las clulas, las protenas o los quark siempre funcionan interrelacionados entre s. Ahora que se sabe tanto de las piezas por separado, ha llegado el momento de entender cmo funcionan juntas. Las nuevas teoras de las redes intentan justamente esto. Uno de sus primeros descubrimientos ha sido el concepto del pequeo mundo en virtud del cual, y gracias al mecanismo de la red de redes, el nmero de pasos necesarios para interconectar a dos personas del planeta no supera la veintena. La gente est mucho ms cerca una de otra que en toda la historia de la evolucin. Cmo gestiona el cerebro emocional esta ultraexposicin repentina a las relaciones interpersonales? Saberlo sera menos arduo si tuvieran razn los expertos como Albert Lazlo Barabasi, profesor de la Universidad de Ntre Dame, en Indiana, al afirmar que en la naturaleza puede constatarse una extraa necesidad de orden, en lugar del caos en el que aparentemente se vive. Se trata, no slo de descubrir ese orden, sino de comprenderlo y utilizarlo. Lo que pareca caos y desorden no era sino ignorancia de las interrelaciones de las cosas y las personas, como veremos al final de este proceso. Que nadie se lleve a engao. Las relaciones interpersonales tienen una incidencia mucho mayor que el clima en los ndices de felicidad est comprobado que los habitantes de Sicilia no son ms felices que los de Groenlandia. Por ello figuran con la inicial P de relaciones personales en el espacio estelar de la frmula de la felicidad. Cuadro 2 Factores que inciden en el nivel de felicidad _________________________________________________ Factores reductores (R) _________________________________________________ Ausencia de desaprendizaje Recurso a la memoria grupal Interferencia con los procesos automatizados Predominio del miedo _________________________________________________ La carga heredada (C) _________________________________________________ Mutaciones lesivas Desgaste y envejecimiento Ejercicio abyecto del poder poltico Estrs imaginado _________________________________________________ Factores significativos (S) _________________________________________________ Emocin al comienzo y final de proyecto (E) Mantenimiento y atencin al detalle (M) Disfrute de la bsqueda y la expectativa (B) Relaciones personales (P) _________________________________________________ La frmula de la felicidad El lector encontrar en el cuadro 2 los factores que sustentan la frmula final de la felicidad. Si se sigue el orden apuntado anteriormente, el divisor de la frmula que dimana del cuadro 2 vendr dado por la suma de los factores reductores y de la carga heredada. Dentro de unos aos, el sistema educativo ensear a los nios que el primer paso en la bsqueda del bienestar radica en aligerar el denominador integrado por los factores reductivos y la carga heredada. Mediante evaluaciones ponderadas, los nios descubrirn en cada caso particular el peso exacto del poder divisorio de lo que no han desaprendido todava, la influencia nefasta del adoctrinamiento grupal, su grado de desconfianza en los procesos automatizados, y en qu medida su miedo emocional supera las exigencias del estado de alerta necesario para la supervivencia. Para completar el denominador de la frmula medirn su carga mutacional particular, el grado de transparencia y el carcter participativo del sistema poltico en el que les ha tocado en suerte vivir y, por ltimo, su disponibilidad a imaginar el bienestar futuro y no slo situaciones de estrs. Es muy probable que este estudio, junto con los correspondientes ejercicios, les absorba un ao escolar entero. Felicidad = ________________ R+C El aprendizaje del numerador ser ms arduo. Asimilarn que sus padres llamaban forma racional de pensar a una reliquia milenaria y que las emociones lejos de representar la perversidad exigen adentrarse en su conocimiento y controlarlas una a una. Mediante experimentos prcticos se ensear a los nios a saber ponerse en el lugar del otro, a empatizar y a descubrir tanto la emocin que impulsa sus actividades, como la que les lleva a tomar una decisin en lugar de otra. A travs del conocimiento emocional aprendern a ver, simultneamente, el bosque y los detalles de un rbol en concreto. Al final del curso sabrn que la emocin es el multiplicando del numerador y que sin emocin no hay nada. El estudio de las emociones les ocupar otro ao escolar. E( ) Felicidad = __________________ R+C En el tercer curso habrn adquirido suficiente conocimiento y experiencia para liquidar en un solo ao todo el contenido interior del parntesis. Descubrirn que los recursos son limitados y que las plantas, los animales y las personas requieren una atencin constante y diferenciada. Al jugar al escondite, se evaluarn sus constantes personales antes, durante y despus para que puedan constatar que los momentos ms felices y creativos fueron los de la bsqueda. Mediante experimentos benvolos con mohos mucilaginosos, ratas, gatos, pjaros y hormigas, se darn cuenta del impacto de la comunicacin y de la vida social. Tendrn la frmula de la felicidad en su memoria a largo plazo y, como se mostraba en los captulos anteriores, para siempre. E(M + B + P) Felicidad = __________________ R + C Con estas bases rudimentarias sobre la ciencia del bienestar ya estarn preparados para adentrarse en el estudio de las dems ciencias del conocimiento, como la gramtica de diferentes lenguajes, incluida la msica y el arte, las tecnologas de la informacin y las telecomunicaciones, la inmensidad del vaco que rodea a los cuerpos celestes y las partculas cunticas, o la vastedad de la vida microbiana que nos ha precedido y les sobrevivir. Londres, agosto de 2005 Agradecimientos No tengo ms remedio que omitir los nombres de los muchos cientficos amigos que me sugirieron la idea de escribir este libro la mayora de ellos ya figuran en la reducida lista bibliogrfica que acompaa al texto. Pero no puedo ni quiero dejar de mencionar, antes de nada, dos colaboraciones inestimables ya en pleno fragor de la redaccin: sus estudios de filosofa y msica en la Universidad de Oxford y la Manhattan School of Music de Nueva York, junto a su larga experiencia editorial en Anaya y la Sociedad General de Autores y de Editores, se confabularon para que la aportacin de Elsa Punset fuera mucho ms all de una simple colaboracin profesional. Mi agradecimiento a Merc Piqueras miembro del grupo de ecogentica microbiana que dirige el profesor Ricardo Guerrero, del Departamento de Microbiologa de la Universidad de Barcelona, por las tareas de revisin del manuscrito, est anclado en colaboraciones previas y encuentros mltiples, cada vez que se cruzan la voluntad de estimular la comprensin pblica de la ciencia con las ganas de aprender. Igual ocurre con mi amigo Javier Tejada, catedrtico de Fsica de la Universidad de Barcelona que accedi, adems, a conjugar la lectura del manuscrito con sus vacaciones estivales. Por ltimo, el captulo 7, dedicado a las emociones programadas o atajos a la felicidad, debe mucho a la inteligencia y el mtodo de la pareja de bioqumicos e investigadores Gustavo Bodeln y Celina Costas. En cuanto al libro tal y como llega a las manos del lector, quisiera expresar mi agradecimiento, como en ocasiones anteriores, a Mauricio Bach, de Ediciones Destino, por convertir en creativa la relacin habitualmente impregnada de descargas hormonales entre el autor y el editor. Y, tambin como en otras ocasiones, a Begoa Barrabs, por los trabajos, desde la productora cientfica Smart Planet, de coordinacin de las ilustraciones y la promocin de El viaje a la felicidad. Sugerencias bibliogrficas Captulo 1 Csikszentmihalyi, Mihaly Finding Flow. 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Mayer / Corbis (superior izquierda), The Bridgeman Art Library (superior derecha), Arte & Immagini srl / Corbis (inferior izquierda), Werner Forman / Corbis (inferior derecha) SmartPlanetS.L. ndice  TOC \f \o "1-9" \t "Encabezado 1;1" Captulo I 7 Captulo 2 18 Captulo 3 37 Captulo 4 48 Captulo 5 65 Captulo 6 91 Captulo 7 117 Captulo 8 134     Eduardo Punset El viaje a la felicidad  PAGE 7 Eduardo Punset El viaje a la felicidad  PAGE 12 Eduardo Punset El viaje a la felicidad  PAGE 13 Eduardo Punset El viaje a la felicidad  PAGE 37 Eduardo Punset El viaje a la felicidad  PAGE 48 Eduardo Punset El viaje a la felicidad  PAGE 65 Eduardo Punset El viaje a la felicidad  PAGE 66 Eduardo Punset El viaje a la felicidad  PAGE 117 Eduardo Punset El viaje a la felicidad  PAGE 134 Eduardo Punset El viaje a la felicidad  PAGE 150 Eduardo Punset El viaje a la felicidad  PAGE 156 El vulcaniano Spock, personaje de Star Trek, representa la racionalidad sin pasiones. Una inteligencia superior a la humana? Es tan malo no saber controlar las emociones como carecer de ellas. 9HZ[n N [ $$%%**:.;.p>>:?m?%B@BFFGGH!H}LL qqqq`xxppxjhcAUhcACJ$aJ$ hcA:hcACJ aJ hcA6]hcACJaJhn>o>p>>>fB8D3HOLdOIShUhZOaHcgTm qqXqqqrqsqsjyE|$a$$ $`a$`xix{{3JbcA_h +jk = fl *x}ϻrw *6Pf Z hcA5\jhcAUhcA5:\hcACJ aJ hcA: hcAH*hcA hcA6]PE|Ձf~ZɒkߛABij =>$`a$01ϻt%^%vDM #V"z%%%$a$$ $`a$z%%%,,//11t3~3:: CCVKKuOOXs]s5uduByYy l 2ÏSap3V:%J`4 < O u !,u}{&&& hcA5\ hcA:hcA5:\hcACJ aJ hcACJ$aJ$ hcA6]hcAjhcAUO%%%&,/333 3 35:::::H@ CCJMPSH[7_pcAfin$`a$n3u4u5udueumw.| 0Dlm̘˞$a$$ $`a$nop123VW$w>$:;$`a$%&%6BC,^$`a$AHIJ`a; ?7!{&&&&&E)3,}/3O8$a$$ $`a$&U-Y---..;;7C]CIURUWW``/d8d;dQdllrr{{S|Z|c||| %W_zɰ=FENAJMg^{ %% &2266o;;>>@1@AhcACJ$aJ$hcA5:\jhcAUhcACJ aJ hcA6]hcATO8<5C6C7C]C^C6J'NRTWWWWWZ```b-d.d/d8dQdRd$$G$If`a$$`a$Rdsdddddd\kd$$IfTF+wbLs    47aT$$G$If`a$ddde.e/e6\kd$$IfTF+wbLs    47aT$$G$If`a$\kdD$$IfTF+wbLs    47aT/e0ejryQ|R|S|Z|c|d|   -.Oxyz$`a$[ϒ\Υ;ǰȰɰ<=DEQ@A$`a$KLMgh# (1z\]^{{|d]S .  e!%%% & &')+6.0$`a$$a$$ 048m;n;o;;;>>AACCGG_J`JPPPPUU5V6Vt[u[\$`a$AACCCGGHI_J`JfJPPPPPU$U5V6V@EZJLOS$`a$$a$$ SVZK^bb b1e{h0lmmmmmnnqssv_}/Sג&$`a$&78Ţ$Iٲ.:/Z $a$$ $`a$45.c e  p,$`a$ADnqHijn| 2 6 nwCM""$$$$P(f(e)m)++5C-?-03S58;r=FADHIII$`a$I&J'JYJqJJJJKKNKdKKKKKK+LGLyLLLLMFMGMHMdr^^$`a$HMcMdMPPFRGRdRhRiRfUgUpUUUUXXXXXXvZwZZZ$a$ $^`a$$`a$ZZZZ:]7b8bSbTbUb`babzbbbbbcDcEcPc_cccccc ^`$`a$ $$`a$Z!b7b8bSbUb`babzbbbbbbcEcPcccccccddUdzddddddde?eNeYeZeieeeeff@fpf}ffffLg\gngyggggggggh/h8h;hLh`hhh˿˿˿˿˿˿ˬ˿hcA5\mH sH hcA6:]hcA5:\mH sH hcAmH sH hcA6]mH sH hcA5:\ hcA5\hcACJ aJ hcA6]hcADccddd dUdmddddddeMeNeYeZeieeefff@f[fpfff ^`fffgLg[g\gngygggggh.h/h:h;hLh`hthhhhhhii-i ^`hhhhi ii-i[ipi}iiiiijFjWj`jcjvjjj@kMk^kkkkkkkkk"lDlllllll-mKmZmrmmmmmmnIn_ntnnnnnoo-oPo`oqooooooophcA5:\hcA56:\]mH sH hcA5\mH sH  hcA6]hcAmH sH hcA6]mH sH hcA5:\mH sH hcAG-i5i[ioipi}iiiiiijVjWjbjcjvjjjjLkMk^kkkkkkk ^`kkk"l7llllll-mJmKmZmrmmmmmmmnIntnnnnnn ^`noo-oPo_o`oqoooooop#p$p3pCpjpppppppptquqq ^`p$p3pjpppppppppqfquqqqqq)rKr[rrrrrrYshsyssssttt4t_t~ttttttGuWuhu}uuuv#v2vEvfvvvvvvvv w~?~~~~~~~~~~~~~9:;<HIJKLMNOed~~~~~<=CDFGLMSTVWԀՀۀ܀ހ߀\]cdfgmntuxylohcACJOJQJaJh?GhIJKLXYZ[\]^_рҀӀԀdeYZ[\hijklmnoedjklmz{|}~  |}~edẽ7Zlmno$`a$ .0;0. 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